Esta vez la noticia no es el periódico desborde de aguas en Venecia, sino una insólita marea baja que dejó imposibles de navegar varios canales y un extraño paisaje de góndolas encalladas en el barro.
Se trata de una estampa muy distinta a la que buscan los miles de turistas que viajan a la ciudad italiana en pleno mes de Carnaval, con la ilusión de dar un romántico paseo en góndola.
Este es el segundo año consecutivo en que la ciudad tiene niveles de marea históricamente bajos. El Gran Canal, el principal corredor de tráfico de Venecia, permanece abierto incluso para los buses acuáticos de la ciudad, que no pueden transitar por los canales más pequeños.
La ciudad de la laguna está más acostumbrada a las inundaciones por mareas altas que a la falta de agua. Sin embargo, esta no es la primera vez que la ciudad experimenta una caída significativa en los niveles de agua, que bajó esta vez unos 60 centímetros. En 2016, los niveles de agua cayeron en 66 centímetros, mientras que en 2008 y 1989 los niveles disminuyeron a 90 cm.
La marea excepcionalmente baja podría ser consecuencia, según la prensa italiana, del fenómeno astronómico de la superluna azul de sangre, que se pudo observar esta semana en diversos puntos del planeta. No obstante, la prensa también apunta que se trata de un signo de la negligencia con la que las autoridades mantuvieron el centro histórico durante al menos un siglo.
Cuando la ciudad tenía más habitantes y menos turistas, los canales se limpiaban del exceso de lodo y casi siempre eran navegables, afirma La Nuova di Venezia.
Venecia, que recibe unos 30 millones de visitantes por año, celebra este año su primer Carnaval con “número cerrado”, es decir, con “cuentapersonas” y cupos de acceso limitado para los turistas. Nunca puede haber más de 11.000 visitantes al mismo tiempo en la ciudad. Los accesos son liberados en la medida que los turistas se van retirando