Los transportistas reclaman comida decente e instalaciones sanitarias dignas.
El Gobierno británico informó ayer a los ciudadanos que no tienen ninguna razón para preocuparse: es probable que en los próximos días y durante el mes de enero haya escasez de frutas, verduras, pescado y productos frescos en general, pero hay comida enlatada y congelada en abundancia, y nadie se morirá de hambre. Y que además sobran clásicos para los asados navideños como patatas, zanahorias, nabos, cebollas e –irónicamente, por el nombre y por el Brexit– coles de Bruselas.
El anuncio fue un pobre consuelo mientras el caos aumentaba en el condado de Kent y los puertos del canal de la Mancha, con hasta cinco mil camiones atascados en espera de poder cruzar a Francia, y choques entre la policía y los transportistas, ávidos de llegar a casa para Navidad, cansados, hambrientos y nerviosos. Desde que se cerró la frontera el domingo por la noche, la mayoría sobreviven como pueden en las cabinas de sus vehículos, comiendo bocadillos que reparten organizaciones caritativas, sin cuartos de baño y forzados a cavar agujeros en la hierba o la tierra para hacer sus necesidades.
Desde ayer por la mañana se reanudó oficialmente el tráfico por tierra, mar y aire al continente, se abrió el eurotúnel, funcionó el Eurostar y operaron los primeros ferris con nacionales franceses y ciudadanos de la Unión Europea que pudieran mostrar un certificado con un resultado negativo de un test de la Covid-19 realizado en las últimas setenta y dos horas. Las autoridades advirtieron sin embargo de la conveniencia de no desplazarse a la zona del canal de la Mancha en vista de los enormes atascos, con los camiones ocupando la totalidad del aeropuerto de Malston (convertido en aparcamiento gigante) y los arcenes de la autopista M2 y demás carreteras de acceso.
A pesar de la apertura de la frontera, la congestión siguió siendo masiva ante la magnitud de la operación de hacer un test de antígenos a miles de camioneros y procesar (en alrededor de media hora) los resultados. La prueba se les realiza en sus vehículos (no solo por enfermeras sino también por soldados desplegados a esos efectos), y el resultado se envía a su teléfono móvil. Si es negativo, el mensaje les sirve como pasaporte para cruzar el canal… y someterse a otro examen al llegar a Francia. Y si es positivo, el Gobierno británico les proporciona y paga una habitación de hotel en los alrededores.
Con los nervios a flor de piel después de tres días miserables, los enfrentamientos más serios se produjeron en la rotonda de acceso al puerto de Dover, donde un grupo de camioneros bloqueó el tráfico y empezó a dar vueltas intentando saltarse la cola y haciendo sonar sus bocinas. Uno de ellos fue detenido. También hubo altercados en el aeródromo de Manston, donde los transportistas reclamaron comida digna y la instalación de letrinas provisionales.
Con colas en supermercados y tiendas de comestibles de todo el país, las autoridades han fletado un avión de Lufthansa cargado con ochenta toneladas de verduras y frutas (lechugas, coliflores, brécoles, pomelos, limones y naranjas principalmente) para parar el doble golpe de la congestión en el canal y la aplicación con todas sus consecuencias del Brexit a partir del día 1 de enero, mientras en los camiones se pudren la carne y el pescado. Pero nadie tiene que preocuparse. Si uno no es muy gourmet (y la mayoría de los británicos no lo son), comida enlatada hay de sobra…