Un trabajo de The Economist analizó el control del cáncer en la región e identificó los principales desafíos para mejorarlo.
El cáncer colorrectal es el segundo más frecuente en el país. Por año se diagnostican más de 13.000 nuevos casos y mueren más de 7.000 personas por esta causa. Lo paradójico es que es absolutamente curable y prevenible.
Gracias a los tests de detección precoz, como la colonoscopía, que identifica pólipos precancerosos que pueden ser removidos antes de que se malignicen, y de los análisis de sangre oculta en materia fecal, además de cambios en la alimentación y los estilos de vida (como el abandono del tabaquismo) en algunos países las tasas de esta enfermedad están declinando. Pero en la Argentina la adhesión al tamizaje es baja: no supera el 25%. De acuerdo con un informe del Instituto Nacional del Cáncer, en más del 60% de los casos, los tumores se detectan cuando ya se encuentran en una etapa avanzada.
Todos los años se diagnostican también entre 18.000 y 20.000 casos nuevos de cáncer de mama. Pero según informes de la provincia de Buenos Aires, aunque se dispone de la mamografía para detectarlo precozmente, la mitad de las afectadas por cáncer mamario llega tarde al diagnóstico. Registros de la Sociedad Argentina de Mastología indican que el 32% de las mujeres de entre 40 y 70 años nunca se hizo una mamografía.
La vacuna contra el HPV, que previene el cáncer de cuello uterino y las verrugas genitales es gratuita y obligatoria. Deben aplicárselas las niñas al cumplir los once y, desde este año, también los varones. Sin embargo, el 50% de las que recibieron la primera dosis no concurrieron a aplicarse la segunda.
Por datos como estos, aunque se calcula que pueden evitarse entre el 30 y el 50% de los nuevos casos de cáncer reduciendo los factores de riesgo (como el tabaquismo y la obesidad) y asegurando el acceso de toda la población a la detección precoz y el tratamiento, del millón de nuevos casos anuales de cáncer que se registran en América latina, casi el 70% de las muertes ocurren en países de ingresos bajos y medios.
En el país, el cáncer es la primera causa de muerte en personas de 40 a 65 años, y en 2014 fue responsable del 19% de los fallecimientos. Pero, según un informe de la Unidad de Inteligencia de The Economist, que se realizó con un subsidio de investigación otorgado por Roche Latinoamérica, si bien en diferentes países de la región hay avances, los esfuerzos realizados hasta el momento produjeron resultados dispares.
La investigación “Control del cáncer, acceso y desigualdad en América Latina: una historia de luces y sombras” comparó el desempeño de 12 países y sintetizó los resultados en seis dominios: la prevención y la detección temprana, la disponibilidad de los medicamentos más nuevos y el uso de morfina para los tratamientos paliativos, la infraestructura y los recursos humanos, el monitoreo o supervisión del desempeño, la financiación y la existencia de un plan estratégico (según lo definido por la Organización Mundial de la Salud). El estudio se complementó con 20 entrevistas a especialistas en el panorama epidemiológico del cáncer.
El trabajo es extenso y se detiene en las fortalezas y debilidades de cada país. “Nadie es perfecto -dijo durante la presentación la economista Irene Mia, directora editorial global de la Unidad de Inteligencia de The Economist-. Cada país tiene áreas en las que logra mejores resultados y otras en las que tiene mucho camino por delante. El grueso se encuentra en la parte central de la tabla.”
Entre los desafíos figuran la fragmentación de los sistemas de salud, la fuerte desproporción entre áreas urbanas y rurales, y entre zonas ricas y pobres, que derivan en una gran disparidad en incidencia y mortalidad.
Varias de las conclusiones coinciden con observaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, el ranking final (en el que Uruguay y Costa Rica ocupan los dos primeros lugares, con 23 y 22 puntos, respectivamente; Paraguay y Bolivia, los dos últimos, con 9 y 7, y la Argentina, el antepenúltimo, con 14 puntos) fue recibido con escepticismo por especialistas argentinos.
Según este informe, el país tiene un desempeño relativamente bueno en materia de monitoreo (registros epidemiológicos), está ubicado en el promedio en disponibilidad de tratamientos, radioterapia, prevención y detección temprana, pero desciende varios puestos por carecer de un plan centralizado para el control del cáncer y por su baja financiación.
“A mi entender este score tiene varios aspectos discutibles -dijo el doctor Rubén Torres, rector de la Universidad Isalud y ex Gerente del Área de Sistemas de Salud basados en la Atención Primaria en la OPS-. Por ejemplo, le otorga varios puntos a favor a Chile porque dispone de tres drogas de última generación. ¿Pero cuántos pacientes acceden a ellas? Los importante no es que los medicamentos estén en el mercado, sino que lleguen a los pacientes. En Chile, la enfermedad oncológica es el primer motivo de quebranto económico de las familias.”
“Perhaps my english is not so good [Tal vez mi inglés no es muy bueno] -observó Roberto Pradier, director del Instituto Nacional del Cáncer, durante una segunda presentación del informe en la UCA-. Porque a mí entrevistaron en inglés para este informe, pero la información que ofrecí no coincide con estos resultados. Baste con mencionar que la OMS nos eligió como nodo de los programas de prevención de la región.”
Otro dato que resulta difícil de explicar es que Uruguay, que está al tope del ranking, tenga una mortalidad de 144,8 por 100.000 habitantes, mientras en el caso de la Argentina, ubicada en los últimos puestos, ese índice sea más bajo, de 115,1.
También manifestó su sorpresa Fernando Piotrowski, de la Asociación Leucemia Mieloide de Argentina, que vivió la enfermedad en primera persona. “Ustedes evalúan muy bien a Perú -preguntó, durante la presentación de Mia-. ¿Entonces porqué nosotros recibimos a tantos pacientes de ese país?”
“Esto es un punto de partida, una herramienta para tener una visión clara de lo que hay que mejorar de aquí en más -explicó la integrante de The Economist Intelligence Unit-. Está pensado con visión de futuro. Dentro de cinco años habría que volver a analizar cómo sigue cada país. El dinero ayuda, pero las decisiones políticas son muy importantes.”
Materias pendientes
Para los profesionales de The Economist, que Irene Mia definió como “expertos en indicadores”, uno de los aspectos en los que el país debería trabajar para mejorar la atención del cáncer tiene que ver con la disparidad en el acceso a la atención de calidad.
Por ejemplo, si se compara cuándo se detecta el cáncer de mama en el ámbito público y el privado, mientras las mujeres con esta última cobertura recibieron el diagnóstico en estadio I, apenas el 6,7% de las que concurrieron al hospital público tuvo un diagnóstico en esa fase inicial de la enfermedad.
El trabajo muestra que el porcentaje del PBI invertido en salud en el país fue de 2,7% en 2014, por debajo del promedio regional, de 4,5%, y lejos de la que realizan los países de ingresos altos (el promedio de los países desarrollados es de 7,42%).
El estudio también destaca que frecuentemente el recorrido que deben realizar los pacientes para acceder a la medicación lleva meses y puede exigir que se trasladen a grandes distancias para realizar trámites. Según el Registro Institucional de Tumores de Argentina (RITA), la demora entre los síntomas y el tratamiento, en el caso de cáncer de mama, es en promedio de 18 meses.
A pesar de la creación del Instituto Nacional del Cáncer en 2010, otro punto desfavorable es la carencia de un Plan Nacional de Control del Cáncer que centralice los esfuerzos, cohesione políticas y programas, y ayude a dejar sin efecto las barreras que presenta la existencia de 24 jurisdicciones diferentes.