El abogado Federico Stolte, habló en la 99.9 sobre el caso de Pedro Palomar, que después de pasar toda su vida en institutos de menores y penales, decidió rehacer su vida escribiendo. El propio letrado fue una herramienta fundamental para que la historia se pueda completar. “Lo que muestra esto, es que para pensar en la rehabilitación, lo primero que tenemos que entender es que es una persona como nosotros, que le pasaron otras cosas”, puntualizó.
Hay historias que realmente aportan una bocanada de aire fresco a nuestra vida. Pedro Palomar es una persona que tomó una elección en su vida ante la inminente amenaza de un suicidio que rondaba en su cabeza dentro de la cárcel donde se encontraba.
Un partícipe necesario de la historia fue el abogado Federico Stolte, que en la 99.9, explicó cómo conoció a esta persona: “lo conozco a Pedro Palomar cuando está detenido cumpliendo una condena en la cárcel de Olmos. Lo traen porque lo trajeron a Buenos Aires donde lo defendí, ahí me contó su historia que es muy triste”. Luego abundó: “empieza cuando era muy chico y viene a Buenos Aires con su madre sin hablar español, se pierde en Retiro hablando sólo guaraní y se convierte en uno de los primeros chicos de la calle. Entró y salió de institutos y penales durante toda su vida. Era un señor grande que hablaba de sus fantasías de suicidio y que se había refugiado en la literatura”.
A partir de esa historia que tenía delante de sus ojos, Stolte también tomó una decisión: “le propuse ofrecerle al juez hacer un juicio abreviado porque la causa era menor. Entonces lo sacaba del penal de Olmos y lo traía a Buenos Aires donde le daría un despachito y le pondría una computadora para que se ponga a escribir. A los dos días me llamó la jueza y me dijo que la causa estaba prescripta; le pedí que lo condenen igual y la jueza no accedió como era lógico”, relató el abogado. Aquello que había pensado, no se podría convertir en el futuro de Palomar: “tuve que ir a la cárcel a explicarle que no podíamos hacer lo que le había prometido. Empezamos a ir una vez por semana, le llevamos libros y ropa. Un día él me dice que había un periodista de La Nación que se llamaba Pedro Palomar y había escrito sobre los Esteros del Iberá a ver si era su pariente. Lo ubiqué, le pregunté si era pariente, me dijo que no pero que le encantaría tener un pariente así y lo llevamos al penal del Olmos”, contó como si fuera un nuevo capítulo de una historia que tenía un destino final sentenciado.
Con el periodista homónimo trabajaron para dar a conocer su historia, pero a pesar de que no fue sencillo hacerlo, las repercusiones serían las esperadas. “Después de un año, se pudo publicar una nota a 4 páginas. Apareció Nacho Iraola, responsable de Editorial Planeta y nos dijeron que querían hacer el libro de la vida de este hombre. Le regalé el libro al Defensor General de la Ciudad y un día organicé un encuentro casual para que lo conozca. Después fui a verlo para que le diera una oportunidad y me ofreció un contrato para que trabajara para mí en la defensoría”, puntualizó.
Ahí sí podría dar rienda a sus deseos de escribir, teniendo además un trabajo para sostenerse. Incluso los cambios reglamentarios le permitieron seguir en su lugar en los últimos cuatro años: “cuando se vuelve a reformular el reglamento para el ingreso de las personas al Poder Judicial, la defensoría propone que para trabajar en la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, el único impedimento es haber cometido delitos y haber sido condenado por delitos contra la administración pública”. Luego resaltó que “hoy a Pedro le falta una sola materia para recibirse y empezar a ascender en el escalafón judicial, porque tiene el último cargo”.
Si bien es una historia poco habitual, es una manera de entender que hay gente que quiere salir de las cárceles para reinsertarse en la sociedad, pero el sistema no parece estar dispuesto a otorgar esa posibilidad: “es un caso único, tengo 56 años y lo pude hacer sólo una vez. Cuando alguien le viene a hacer un reportaje siempre me pregunta qué decimos, porque es muy difícil de explicar. Lo que muestra esto, es que para pensar en la rehabilitación, lo primero que tenemos que entender es que es una persona como nosotros, a la que le pasaron otras cosas”, finalizó Stolte.