Todo empezó hace treinta años, cuando una canción de Joan Manuel Serrat le abrió el corazón para entender la problemática de los viejitos y asumir un compromiso que tradujo en narraciones plenas de sensibilidad.
Cuando hace treinta años escuchó la canción de Joan Manuel Serrat ‘Llegar a viejo’, una emoción profunda invadió a Paula Eleonora Malagraba, por entonces una mujer joven que esperaba el nacimiento de su primogénito, Ezequiel. La letra y la cadencia musical le sacudieron el alma y el corazón al punto de exponer un ángulo inexplorado de su sensibilidad, el que de ahí en más empezó a prestar atención a los ancianos y a la soledad que suman en la medida que transcurren sus días.
Docente y escritora, rubro por el cual obtuvo distinciones en el país, España y México Eleonora, que tiene 56 años, tropezó un día con una posibilidad inimaginable: la propuesta de recopilar historias de abuelos que asistían a un centro de jubilados para concebir un libro que atesorara sus recuerdos.
Así fue que encaminó una paciente tarea por espacio de casi siete meses con visitas permanentes al centro de jubilados para empezar a recepcionar esas historias y trasladarlas al libro Las Vidas que hacen a la Vida, el que espera aun ser editado.
“Pasa que no es tan fácil desde lo económico concretar esa realización pero soy de las que creen que ciertas cosas tienen que darse un tiempo”‘ precisó Eleonora a HISTORIAS DE VIDA en el salón principal del centro de Jubilados Buenos Aires donde recolectó las narraciones que dieron vida a la obra.
Sobre aquella canción de Serrat que la marcó a fuego apunta que “la letra y lo que cuentan los abuelos es congruente. Los viejitos hacen hincapié en la sensación amarga de estar solos y que se produce -puntualizó- cuando sus esposas, hermanos y amigos ya no están y quedan sin afectos”.
Huérfanos de amigos
Eleonora pudo vincular su afecto por la escritura con esa manera de ver en profundidad la problemática de la vejez, con la particularidad que esa recopilación fue para ella, “la primera vez que ahondé sobre ese tema que en definitiva son historias de soledad contadas por gente que está huérfana de amigos’.
De su propia historia, Eleonora rememora que “todavía hablaba a media lengua y decía que quería ser escritora y maestra” aunque la docencia era una profesión que no satisfacía mucho a sus padres quienes, sin embargo, no pusieron obstáculos para que en la secundaria se pasara del Perito Comercial al Bachiller para así trazar su destino como educadora.
Hoy tiene a su cargo el séptimo grado en la Escuela número 6 Manuel Dorrego en Núñez y desde hace mucho tiempo trabaja con sus alumnos con cuentos de una tal Eleonora Islas, que no es más que su seudónimo y al que jamás revela para no gravitar en la interpretación que hagan los chicos de la lectura.
Madre del mencionado Ezequiel y Julieta, y abuela de Cipriano, de 2 años, Eleonora comparte su vida con su segundo esposo, Javier, padre de otros cinco hijos que asegura al igual que suele hacerlo el propio Serrat que aunque nietos no es abuelo. “Como si pudiera compararse”, afirma la maestra al bancar la parada de su ídolo máximo con ironía no exenta de cariño.
Ahora se está recuperando de una delicada intervención quirúrgica para pronto retomar las clases, convencida que la docencia “es algo nuevo todos los días” y que le ha premiado permitiéndole ser maestra de hijas de ex alumnas. Es que el amor por la educación, la pasión por las letras y su mirada plena de humanidad sobre los abuelos en soledad son los tres compromisos que para Eleonora nunca envejecerán.
Cuentos para fortalecer valores
Respecto a su actividad relacionada con las letras, Eleonora disfruta desde chica la posibilidad de escribir poemas y cuentos. La influencia de su padre, un oficinista que pintaba como hobby y además escribía muy bien, seguramente gravitó en ese gusto tan particular de ser parte de la acción literaria.
Fue con ese basamento que un día decidió escribir una novela, que no editó, pero que le dio a leer a un alumno que no sabía que era ella la autora y el chico le confesó que lo leído lo había hecho llorar.
Maestras compañeras de Eleonora solían pedirle que escribiera cuentos que abordaran distintos valores para ser tratados con los alumnos en clase.
Como docente, Eleonora trabajó en la redacción de libros de lectura de primero a tercer grado de Editorial Mandioca y los de sociales para alumnos de cuarto a sexto. Además, se desempeñó como docente calificadora de la Editorial SM.
Su madrina en la escuela fue quien la impulsó a la obra
Durante varios meses, Eleonora habló con los abuelos que concurrían al Centro de Jubilados de Nuestra Señora de los Buenos Aires para recabar sus experiencias y volcarlas en un libro. Pero esa obra que espera ser editada tuvo como inspiradora a la responsable de esa institución, Stella Maris Pignataro, que de niña, cuando cursaba el séptimo grado de la escuela número 19 de Luis Viale y Espora, era la “madrina” de Eleonora, que estaba en cuarto.
“La escuela a la que íbamos tenía por norma que las alumnas de los grados superiores amadrinaran a las más chicas y por ejemplo Stella Maris no solo me cuidaba en los recreos, sino que me acompañaba a la salida del colegio”, relató Eleonora.
El destino las volvió a unir cuando Eleonora fue maestra de la hija de Stella Maris en el colegio Redemptrix Captivorum y años después, fue Pignataro la que le propuso juntar historias de los jubilados que iban a su centro para hacer Las Vidas que hacen la Vida.
“La tarea fue hermosa. Hablaba con los que querían contar su vida y hubo algunos que no se habían animado a hacerlo directamente y después me mandaron una carta con toda la historia”.
“La que más me pegaron fueron las historias de una abuela a quien su madrastra la había hecho sufrir mucho de chiquita y la de dos viejitos que se pusieron de novios en el centro de jubilados”, subrayó.