Se acerca diciembre y los tradicionales fantasmas de fin de año que sobrevuelan nuestro inconsciente colectivo se alistan para ser convocados. Debieran saber que luego de un año doloroso y agobiante la mayoría de los argentinos no tiene ninguna vocación de salir a su encuentro.
El 76% de la población afirma que “la calle está fría”. Lo registra en su trabajo y en los intercambios con familiares y amigos. El 68% está preocupado por la economía y el 80% afirma que, con una inflación cercana al 45%, este año perderá poder adquisitivo.
Sin embargo, la sociedad, aún lastimada, decepcionada y preocupada, no pierde la perspectiva. El 70% afirmó, al finalizar octubre, que efectivamente estamos en una crisis, pero que con todo lo difícil que pueda resultar la situación actual de ninguna manera se asemeja a 2001/2002. Los datos duros les dan la razón.
Aquel año de “la crisis de todas las crisis”, el producto bruto interno (PBI) cayó 11%. Venía de contraerse otro 4,4% en 2001. Este año, 2018, lo haría 2%. Y venimos de crecer 2,9% en 2017. Las ventas de alimentos se derrumbaron 14% en 2002 y 5% en 2001. Al finalizar 2018 descenderían entre 1,5 y 2%. Las ventas de autos atraviesan meses muy malos. Con caídas del orden del 40% comparando con el mismo mes del año anterior. La preocupación de toda la cadena de valor industrial y comercial en un sector tan relevante para la economía argentina es más que válida. Terminarán el año vendiendo cerca de 800.000 unidades. Que es un 12% menos que el año pasado y un 20% menos que el millón de unidades previstas. Sobra stock, falta crédito y se estresa la rentabilidad. Está claro. Pero para quien quiera hacer comparaciones incomparables, cabe recordar que en 2002 se vendieron 96.500 autos. Casi 10 veces menos.
La construcción tuvo en septiembre su primer mes de caída desde febrero de 2017: -4,2%. Es probable que los datos de los próximos meses muestren guarismos similares o peores. De ser así terminaría el año en valores levemente superiores a los de 2017. Ese año había crecido un 13,6%. Algo similar sucede con los despachos de cemento. Caída del 9% en octubre. Fueron 1.048.000 toneladas, un 3% más que en septiembre. El acumulado anual es prácticamente el mismo que el del año anterior, cuando el crecimiento había sido del 11,5%.
Conclusión: a pesar de lo que pueda decirse, y de los temores que pueda generar el recorte presupuestario, hasta ahora la obra pública no está parada ni mucho menos. En 2002 la construcción cayó 29%, y ya venía de caer un 10% el año anterior. Un contexto muy diferente.
El desempleo hoy es alto: 9,6%. Y es posible que las próximas mediciones sean algo peores. Las proyecciones de los economistas y bancos que aglutina Latinfocus Consensus Forecast señalan un desempleo promedio anual de 9,9% para 2019. Algo que preocupa mucho a la gente y que atenta contra el consumo y el crecimiento. “Hoy tener trabajo es una bendición de Dios”, señalaban los ciudadanos en nuestras investigaciones cualitativas. En octubre de 2001 el desempleo ya era del 18%. En mayo de 2002 alcanzó un pico de 22% y en el primer trimestre de 2003, cuando la economía ya había comenzado su acelerada recuperación, todavía alcanzaba el 20,4%. Recién logró caer por debajo del 10% en el cuarto trimestre de 2006, cuando fue 8,7%.
Es importante poner esto en claro por varios motivos. En primer lugar, para atender y comprender la complejidad de la situación actual sin malinterpretar sus implicancias. Una cosa es decir que una empresa pierde dinero y que esto no sucedía desde 2002, o que un sector registra la peor caída relativa desde 2002, o que tendremos la inflación más alta desde la salida de la hiperinflación de 1991. Lo cual es naturalmente muy grave y transforma a 2018 en un año para el olvido. Pero otra muy diferente es deslizar, casi como al pasar, que por esas comprobables evidencias va de suyo y es una consecuencia natural, previsible y obvia que estamos regresando a alguno de esos lugares de espanto.
En segundo lugar, para comprender por qué, con razón, la gran mayoría de la sociedad piensa que esta situación es difícil o muy difícil, pero definitivamente no es aquella.
Y finalmente, para trazar los escenarios futuros decodificando con precisión dónde está puesto hoy el deseo colectivo y de qué modo esa voluntad latente puede moldear el futuro cercano, tanto desde el punto de vista económico como social y político.
En busca de esta respuesta indagamos de manera muy concreta en la última investigación de Consultora W en todo el país y en todas las clases sociales -1000 encuestas más focus group-: ¿qué desean los argentinos para 2019?
Nos encontramos, naturalmente, con más de una respuesta. Sin embargo hay un hilo invisible que de alguna manera las conecta a todas: tranquilidad.
El ser humano, por naturaleza, desea lo que escasea. Y si algo nos faltó este año, eso fue, justamente, calma y previsibilidad. La gente quiere tranquilidad para vivir su vida sin tener que estar pendiente minuto a minuto de las noticias económicas. Tranquilidad para saber cuánto le rinde su dinero. Tranquilidad para imaginar su futuro. Tranquilidad que le habilite un espacio para el disfrute, para poder concentrar sus esfuerzos en aquello que los haga progresar y avanzar.
Recuperar lo perdido
El deseo transversal pasa por comenzar a recuperar lo perdido. Independientemente de lo que haya sido en cada caso. Y no solo desde lo material, que fue significativo, sino también desde lo espiritual y psíquico.
Al solicitarles que dibujaran esos deseos, aparecieron varias veces el sol, el símbolo de la paz, corazones y sonrisas. Esos símbolos venían acompañados de otros más concretos como el dinero, el humo de las fábricas y las casas. Empleo y consumo para recuperar hábitos, gustos y la libertad de poder elegir. La vivienda propia como un anhelo que se había despertado con el regreso del crédito hipotecario, y que nuevamente se alejó con la devaluación. Elementos del orden de lo tangible y cotidiano, por supuesto, pero también otros que lo trascienden y que van más allá, tocando fibras que son de enorme relevancia para las personas: sentido, reparación, camino y proyección.
El 35% afirma que comenzarían a sentir que la economía está mejorando cuando baje la inflación. Luego de dos meses lapidarios, los datos parciales de noviembre indican que estaría comenzando a suceder. Otro 35% vincula ese giro en sus perspectivas con la demanda de nuevos empleos y la estabilidad de los actuales. Algo que demoraría más tiempo y que llegaría con la recuperación del crecimiento económico. Según varios economistas, podría comenzar a suceder entre abril y mayo del año próximo.
En definitiva, la gente anhela recuperar la tranquilidad como un nuevo punto de partida. Un modo de dar vuelta la página y reciclarse volviendo a poner la mirada en el futuro.
Quizá de todos los símbolos que emergieron en esos dibujos haya dos que sinteticen de un modo muy preciso el sentir colectivo actual: un corazón con suturas y un grupo de manos alzadas con una sonrisa debajo y la palabra “fuerza” acompañándolas.
Con ese estado de ánimo llegamos a diciembre. No hay espacios para fantasmas. El deseo mayoritario de la sociedad argentina está en otro lado.