Suiza, uno de los países más más ricos del mundo, está trabajando en dos proyectos: la introducción de un salario mínimo, y la implementación de un ingreso básico garantizado para todos los residentes legales, estén trabajando o no.
Para la izquierda, el ingreso básico universal es más justo, algo que la derecha ve como una política que volvería obsoletos los pagos de asistencia social.
Según Enno Schmidt, partidario clave del ingreso básico universal, Suiza es el lugar perfecto y este es el momento ideal para lanzar una campaña a su favor. “Suiza es el único país en Europa, y tal vez en el mundo, donde la gente tiene derecho a hacer algo real a través de la democracia directa”, asegura.
La noticia de que algunos de los mayores bancos suizos, como el UBS, siguieron pagando bonos a sus principales ejecutivos mientras reportaban grandes pérdidas, generó conflictos y polémicas entre los ciudadanos. Rápidamente, comenzó un debate sobre salarios y justicia.
Los ciudadanos juntaron las 100.000 firmas necesarias para el voto sobre el ingreso universal y se espera que el gobierno fije pronto una fecha para el referendo.
Algunos dirigentes empresariales suizos creen que la propuesta es irreal, producto de una generación más joven que nunca ha experimentado una importante recesión económica ni ha sufrido el desempleo generalizado. Otros creen que representaría un gran desincentivo para trabajar. Para Schmidt, la cantidad propuesta de 2.500 francos suizos (US$2,800) al mes es apenas suficiente para sobrevivir.
Además, cree que el ingreso universal permitiría a la gente decidir más libremente sobre lo que realmente desea hacer. “No se trata de que la gente trabaje menos, sino de que sea libre para decidir si más o menos”, señala. “De alguna manera, la idea tiene sentido”, apunta Luzi Stamm, parlamentario del derechista Partido Popular Suizo. Pero cree que sería una jugada riesgosa para el país, mientras permanezca dentro del acuerdo de libre circulación de personas por Europa. “Ciertamente, no funciona en un país como Suiza. En un país rico y con fronteras abiertas, es suicida”.
Desde la izquierda, el economista y ex parlamentario socialdemócrata Rudolf Strahm respalda la iniciativa de un salario mínimo pero está en contra de un ingreso universal, pues cree que socavaría la famosa ética de trabajo suiza. “No habrá incentivo para que los jóvenes estudien o aprendan un oficio”, afirma.
Otro de los temas a definir es cuánto le costaría al Estado entregar un ingreso universal. El impuesto a la renta no aumentaría necesariamente, pero el impuesto al valor agregado podría subir un 20% o incluso un 30%.
Los partidarios de esta idea creen que a la larga se podría ahorrar dinero, ya que un ingreso básico universal reemplazaría los pagos de asistencia social. Pero la principal motivación tras la campaña no es económica sino cultural: un intento de hacer que la gente piense más cuidadosamente sobre la naturaleza de la vida y el trabajo.