EEUU vuelve a mandar dos hombres al espacio 10 años después desde su territorio gracias a la nave del padre de Tesla. Este hito impulsa una carrera espacial que ya no es de países sino de empresas.
Ni escafandras esféricas ni esos monos anaranjados repletos de parches e insignias como el que se enfundó en su momento el español Pedro Duque, cuando lo último que se le pasaba por la cabeza era eso de meterse a política y ponerse a los mandos de un ministerio. Lo que se ha visto este sábado en el lanzamiento de la NASA en Cabo Cañaveral dista mucho de la imagen que tenemos de mandar seres humanos al espacio exterior. Los trajes que se han enfundado Bob Behnken y Doug Hurley no son los que están grabados a fuego en el imaginario colectivo. Si les ven un aire cinematográfico no andan desencaminados: han sido diseño de José Fernández, afamado modista creador del vestuario de títulos como ‘Thor’, ‘Batman’ o ‘X-Men’.
Pero el cambio de estilismo ha sido la menos importante de las noticias de este lanzamiento, en el que la agencia espacial estadounidense ha puesto en órbita la misión ‘Demo-2’, tripulada por humanos. Y todo en suelo norteamericano, algo que no pasaba desde 2011. Lo ha hecho a las 21.22 de este sábado, tras el intento fallido de este miércoles, cuando la meteorología obligó a cancelar esta cita con la historia por el mal tiempo.
La compañera de viaje de la NASA ha sido SpaceX, la otra gran joya de la corona de Elon Musk, fundador de Tesla. El magnate no dejó pasar la oportunidad de convertir este acontecimiento en un ‘spot’ de sus coches eléctricos. No en vano, los dos astronautas elegidos para este histórico día hicieron el paseíllo final por la pista del Kennedy Center en uno de estos automóviles. Un ‘product placement’ de primero de carrera que en una serie o película de éxito le hubiese costado un pastizal. Porque como demostró en la rueda de prensa que Trump protagonizó tras el lanzamiento con una foto suya alzándose sobre el públco que parecía cosa de ‘El Lobo de Wall Street, el protagonista de la noche no estaba camino al espacio: era él y estaba en tierra firme.
Su empresa, fundada hace casi veinte años, ha sido la encargada de dar forma al vehículo que ha devuelto a EEUU a sus días de vino y rosas en esta materia. Durante los últimos seis años ha creado la ‘Crew Dragon’, que ha despegado propulsada por uno de los cohetes Falcón 9, un producto también de su catálogo. Un cohete ‘reciclable’ que ya asombró al mundo hace cuatro años y que ha regresado por si solo a tierra tras cumplir su función. Tras llevar la cápsula a la altura necesaria se ha desacoplado y, apenas diez minutos después del despegue, ha besado suavemente la superficie de una plataforma en alta mar. Poco después, la nave también se deshacía del segundo modulo empleado en el despegue pero, a diferencia del primero, no es recuperable.
Una década después
Hace casi una década la agencia espacial estadounidense retiró de circulación sus transbordadores, puestos en entredicho por las tragedias sufridas primero por el Challenger y luego por el Columbia, que fue la gota que colmó el vaso. Desde entonces la terminal de salida nunca había estado en suelo norteamericano. Pero hay mucha más tela que cortar. Quizás más llamativo sea el asunto de que es la primera vez que dicha organización trabaja codo con codo con una empresa privada para poner astronautas en órbita, lo que puede suponer en un plazo más corto del que parece la mercantilización definitiva de los viajes al espacio con una oferta real de turismo espacial.
De momento, la agencia se ahorrará una millonada en pagos a Rusia. Otrora rival en la carrera por la conquista de la Luna, el Gobierno de Moscú es un aliado clave ya que ‘vendía’ pasajes en la Soyuz a astronautas ‘yanquis’.
El objeto de la misión
Ahora la misión, liderada por Behnken y Hurley, se dirige hacia la Estación Espacial Internacional, donde se espera que se acople a última hora de este domingo. Aunque la cabina de esta máquina de aspecto moderno esté solo ocupada por dos personas en este viaje inaugural, tiene capacidad para transportar a siete personas en total. En esta ocasión, esa parte vacía de la cabina ha sido ocupada por suministros para la vetusta EEI. Este vuelo es importante para ver la ‘Crew Dragon’ en acción y ponerla a prueba en una situación real.
La tripulación tiene, entre otros deberes, que vigilar el desempeño de los propulsores en el espacio exterior, el sistema autónomo para acoplarse a la EEI y otros aspectos como los controles. El interior de la nave presenta un aspecto futurista y tiene en común algo con los Tesla. Ya no hay botones físicos, sino que todo está en tabletas.
Vuelta a la Tierra
Obviamente, la NASA y SpaceX habían diseñado un sistema para abortar la misión en caso de que algo saliese mal durante el lanzamiento sin comprometer la vida de nadie. Finalmente no han tenido que apretar este botón ‘rojo’ que lo que hace básicamente es desacoplar la nave del cohete. Para su regreso a la Tierra seguirá el siguiente proceso: la cápsula de transporte se separará del cuerpo central y se propulsará para entrar en la atmósfera, donde está sometida a una temperatura de más de mil quinientos grados centígrados. Cuando se aproxime a la superficie, se desplegará el paracaídas.
El éxito de esta misión es una importante presea más en el medallero particular de Musk, que además de llevar personas, había sido encargado de llevar mercancía en varias ocasiones y que llegó a poner uno de sus deportivos eléctricos en órbita, en otra acción con más tintes publicitarios que otra cosa. Sin embargo, una de los aspectos que dejó claro que el magnate iba en serio fue cuando logró crear y hacer funcionar con éxito esos cohetes reutilizables que antes mencionábamos, capaz de posarse en la tierra tras cumplir su misión. SpaceX, que ganó el contrato que ha hecho posible la ‘Crew Dragon’ y la histórica ‘Demo-2’, ya trabaja en una máquina más grande ‘Starship’, con la que pretende también dar un impulso al regreso a la Luna y a la llegada a Marte. Un vehículo al que todavía le queda mucho trabajo. La prueba, la explosión que sufrió uno de los prototipos este sábado.
Una factura más baja
Boeing y SpaceX fueron agraciados con sendos contratos en 2014 para desarrollar un vehículo con calificación humana para viajar al espacio. La cuantía ascendía a 4.200 millones y 2.600, respectivamente. La diferencia entre ambas partidas, es que Boeing tenía que empezar el proyecto desde cero, mientras que SpaceX debía adaptar un vehículo que ya tenía creado y que se utilizaba para el transporte de mercancías. ‘Starliner’, la nave en la que trabaja el fabricante de aviones, está aún en desarrollo pero también está previsto que se utilice para enviar astronautas a la EEI.
Que se haya validado el sistema propuesto por Elon Musk con esta prueba de campo supone varias cosas. Lo cierto es que las empresas privadas siempre han recibido encargos de la NASA pero no hasta el punto de llevar el protagonismo del proyecto. El objetivo que se perseguía con la entrada de firmas privadas era reducir los costes y fomentar la aparición de nuevos proyectos e innovaciones al poner a competir a compañías de este tipo por contratos sustanciales. Derivar estas tareas también supone ganar tiempo y recursos para otras líneas de investigación relacionadas con la exploración del sistema solar.
La primera ventaja es bajar sustancialmente esa factura que se paga a Rusia. Estados Unidos ha tenido que pagar unos 90 por un billete para uno de sus astronautas en una Soyuz que despegará en otoño. El asiento en la Crew Dragon le ha salido aproximadamente por 55 millones. La reducción es sustancial. A esto hay que sumarle también que se ha empleado un Falcón 9 reutilizable, lo que la contención de gasto es aún mayor que utilizando un cohete de ‘usar y tirar’. Ahora también hay que ver qué capacidad tiene la NASA y Elon Musk para cortar la dependencia de los cosmódromos rusos. Sea como sea, está en una posición muy diferente para negociar con Moscú, que se podría ver obligada a bajar el precio del puente orbital entre Kazajistán y la EEI.
El triunfo de SpaceX y la misión ‘Demo 2’ supone quemar con éxito la primera etapa de un plan mucho más ambicioso. Pero no es lo mismo viajar a la Estación Espacial Internacional, que a la Luna, donde la NASA espera volver en 2024. Una vez logren demostrar su capacidad de poner en órbita personas y traerlas de vuelta, debe afrontar el siguiente reto: crear un vehículo apto para volver a nuestro satélite, apto para el alunizaje así como para el despegue desde allí.
Carrera espacial privada
La otra puerta que se abre , la que probablemente más interesa a Musk, es la del turismo espacial. Podría en un corto plazo dejar de ser una excepción y tener una oferta real y estable, aunque a precios que escaparán al 99,9% de los mortales hasta dentro de mucho tiempo. Hay que ver cómo se articula definitivamente pero está previsto que 3 de los 7 asientos de la ‘Crew Dragon’ estén disponibles para particulares cuando la NASA contrate un lanzamiento con ellos. Porque al fin y al cabo lo que serán es un proveedor más de la administración pública, cuyos encargos combinarán con sus propios negocios. La propia SpaceX firmó un acuerdo con la empresa Space Adventure, que espera poder realizar los primeros viajes privados en esta nave en 2021 a un precio aproximado de 20 millones de dólares por billete.
La carrera espacial ya no es una cosa solo de países. También de empresas privadas y grandes empresarios y egos. Bueno, estaría mejor llamarle carrera espacial publico-privada, que la financiación ha salido a chorro de las arcas estatales. Musk, después de lo visto este sábado se ha adelantado a sus dos grandes rivales: Jeff Bezos, fundador de Amazon que tiene su apuesta en este sector con Blue Origin; y Richard Brandson, fundador de Virgin.
Para lo del turismo espacial, ellos de momento han trabajado en naves capaces de atravesar, por unos minutos, la zona justo por encima del límite del espacio, con rangos entre 80 o 100 kilómetros, a pasajeros privados, a cambio de 250.000 dólares en el caso de Virgin Galactic. Musk tiene en mente estancias de varios días, lo que exigiría que los pasajeros pasasen un entrenamiento previo de una semana. Lo que no está claro es si se abre la posibilidad de pernoctar en la Estación Espacial Internacional o se adaptará la ‘Crew Dragon’ para vivir íntegramente la experiencia ahí.
Galactic, propiedad de Richard Branson, no pretende competir directamente con SpaceX. Para eso el emporio Virgin tiene Orbit, otra pieza de su conglomerado. Los desarrollos del británico se encuentran en un estadio mucho más temprano. Ellos plantean que el lanzamiento de su ‘Launcher One’ se realice desde los cielos tras elevarse en un Boeing 747 bautizado como ‘Cosmic Girl’. El cohete inicia los motores unos segundos después de soltarse y se dirige hacia el espacio. Esto ayuda, por ejemplo, a evitar las típicas demoras por la mala climatología. Este sistema de momento está ideado para lanzar cargas pequeñas al espacio, como satélites. De momento su objetivo es la órbita terrestre baja, pero también estudian modificaciones para poder enviar encargos a la Luna e incluso Marte.
Fue noticia por todo lo contrario que la ‘Crew Dragon’: la empresa colgó en YouTube un resumen en el que se podía ver el fallo de su vuelo inaugural y cómo tras haber realizado bien el desacople de la aeronave, el cohete se incendiaba poco después.
Para Bezos la cosa pinta algo mejor que para Branson. Blue Origin, fundada en 2000, pretende convertirse en la competencia directa de SpaceX y dentro de poco también podría estar llevando gente al espacio exterior. En un principio nacieron con el objetivo de vuelos suborbitales para viajeros privados pero fueron abriendo el abanico de objetivos y también andan detrás de crear ‘supercohetes’ reutilizables.
Es más, esta compañía ha sido escogida por la NASA para diseñar la nave del regreso a la Luna. Como parte del programa Artemis recibió 579 millones de dólares con este fin mientras que Space X recibió una partida de 159 millones. La tercera en discordia es Dynetics, otro gigante estadounidense, que ha recibido 253 millones con este fin.