China y otros países sufren por un virus que tiene una mortalidad en cerdos que roza el 100%; se multiplican las medidas, pero no hay tratamientos; los humanos son inmunes.
La mayor epidemia animal de la historia se extiende por Asia sin que el sacrificio de piaras y otras desesperadas medidas puedan embridarla. El año del cerdo en China ha traído un apocalipsis porcino al que no se intuye final cercano ni se descarta un contagio global que dispare los precios.
Al virus lo llaman el ébola de los cerdos y la buena noticia es que los humanos somos inmunes. Lo demás es inquietante. Su mortalidad roza el 100% en los cerdos, que sucumben por las hemorragias internas.
La ausencia de vacuna y tratamiento empuja a las matanzas indiscriminadas. Pocos virus muestran una transmisión más ágil y una resistencia tan briosa. Sobrevive más de cien días en la carne congelada y aguanta durante semanas en todo tipo de objetos, de ropa a vehículos, por lo que cubre largas distancias en pocas horas. Y epidemias con epicentro en Asia como el SARS ya nos enseñaron que los virus no entienden de fronteras.
El primer caso de gripe porcina africana (ASF, por sus siglas inglesas) fue detectado en agosto pasado en una granja de la provincia norteña de Liaoning.
Las autoridades chinas mataron un millar de cerdos y declararon resuelta la crisis. Dos semanas después se informaba del segundo caso en la provincia central de Henan, más de 2000 kilómetros al oeste.
Desde entonces se ha extendido por todo el país y cruzado a Vietnam, Camboya, Corea del Norte, Mongolia y Hong Kong. Se teme que Laos, Tailandia, Filipinas y Myanmar sean los siguientes. Todos los gobiernos están en alerta.
Corea del Sur, Japón y Taiwán escanean a los viajeros en sus aeropuertos en busca de salchichas y otros productos porcinos y han elevado las multas por contrabando. En el caso surcoreano alcanzan ya los 8400 dólares.
Tokio, además, ha desplegado perros para olisquear los equipajes. Pero el control en países menos desarrollados es más complejo. La falta de compensaciones a ganaderos por los sacrificios incentiva el silencio ante el contagio y canaliza a los animales enfermos o muertos hacia el mercado negro.
China, Camboya, Vietnam y Corea del Norte son incapaces de controlar la epidemia y es muy probable que se extienda al resto de Asia y más allá, juzga Dirk Pfeiffer, experto en epidemias animales de la City University de Hong Kong. A corto y medio plazo, continúa, lo más realista no es erradicarla sino “aprender a convivir con el virus endémico en varios países de la región”.
La dispersión de las granjas y las insuficientes condiciones sanitarias aceleran la propagación y forman en Asia la tormenta perfecta. Mientras la producción en Europa se confía a haciendas de gran tamaño concentradas en regiones razonablemente alejadas entre sí, la industria china está atomizada en pequeñas granjas desperdigadas por todo el territorio.
“El problema es que carecemos de precedentes de una situación así, porque no hay ninguna otra parte del mundo que tenga a tantos cerdos en unas bajas condiciones de bioseguridad y en un espacio geográfico tan grande (…) ¿Cómo controlas el contagio sin siquiera una vacuna?”, señala Pfeiffer.
Las consecuencias sociales y económicas en China son dramáticas. Su industria porcina mueve 128.000 millones de dólares y, con 700 millones de cerdos, concentra la mitad de la producción global. Pekín ha confirmado el sacrificio de un millón por la ASF, pero los expertos calculan que a final de año podrían alcanzar los 200 millones. Ese 30% de pérdidas equivale a toda la producción europea.
Los consumidores ya sienten la crisis en sus bolsillos y, según el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales, su precio habrá subido un 70% a final de año. Basta un vistazo a cualquier menú para comprobar la ubicuidad del cerdo en su dieta.
La ASF pasó en enero desde China al norte de Vietnam y en seis meses ya se ha extendido por 48 de sus 63 provincias. Los esfuerzos de Hanoi no han sido escasos ni tibios. Ha matado a dos millones de cerdos, el 6% de su producción anual, y movilizado a policía y ejército. El cerdo supone el 75% de la carne consumida por los vietnamitas y emplea a buena parte del sector ganadero.
“Nunca Vietnam ni el mundo se han enfrentado a una epidemia tan peligrosa, compleja y cara”, ha alertado su Ministerio de Agricultura.
Amenaza a la región
Ni la distancia respecto del foco asiático ni un océano de por medio vacunan contra el virus. Pfeiffer está convencido de que antes o después alcanzará América Latina.
“Puede haber llegado ya en varias ocasiones a través de productos de carne contaminada pero nunca ha entrado en contacto con cerdos vulnerables. Y eso es porque la densidad es mucho menor que en China. Una vez se produzca la infección, la cuestión es si se convertirá en endémica”, señala.
Esa baja densidad compensa la amenaza de la bioseguridad mejorable en las granjas en la región, juzga Pfeiffer: “Eso significa que sería posible controlar la propagación del virus, pero se tendría que recurrir a sacrificios de cerdos a gran escala y ni siquiera eso garantizaría el éxito”. Otros factores determinantes, añade, son el comercio formal e informal de productos cárnicos en el continente y las colonias de cerdos salvajes.
Los efectos de la crisis se extenderán al carrito de las compras. Los precios globales del cerdo han aumentado un 40%. Según Even Pay, analista de agricultura de China Policy, el impacto económico se contagiará al pollo, los huevos y cualquier alternativa proteínica que elijan los consumidores. Pero la crisis ayudará a los países que suministran cerdo a China porque aumentará la demanda y el precio, continúa.
“Eso incluye a España y Alemania, dos de los principales exportadores. También a Canadá, Australia y Brasil, que le venden ternera y pollo. A largo plazo, el incremento de la demanda de carne puede desembocar en un mercado más diverso, con más competidores”, pronostica.