Albina González vive en un pueblo de Santiago del Estero; fue encontrada por dos periodistas.
Nicolás Calvi y Eduardo Carrizo, ambos periodistas, jamás imaginaron que se toparían con esta noticia. Su idea era recabar información e historias con familiares y amigos de desaparecidos durante la última dictadura militar.
Fueron hasta Taquello, un pequeño paraje ubicado a 15 kilómetros de Termas de Río Hondo -que a su vez está a 65 kilómetros de la capital provincial- para obtener testimonios y tratar de dar con algún amigo o familiar de Albina González y Santos Genaro González, ambos presentes en listados de organismos de Derechos Humanos de la provincia y de la ciudad como “desaparecidos”.
Pero allí, en pleno monte santiagueño, en un rancho atravesado por la pobreza y el analfabetismo, se encontraron con Albina. Estaba cocinando al momento en que llegaron y luego de las primeras indagatorias no salían de su asombro: Albina no estaba desaparecida, estaba viva.
LA NACION estuvo en esta suerte de páramo santiagueño y dialogó con la protagonista de la historia, una mujer de 61 años, aunque las marcas de su cuerpo y una vida acostumbrada a la zafra le dan más años.
Albina ya sabía de qué se trataba, su nombre ya estaba en los medios locales y varios lugareños le mostraban su foto impresa en el Nuevo Diario y en El Liberal.
“Con mi hermano éramos cañeros, como casi todos en la zona”, relató Albina, mirando el piso y restregando sus manos.
“Más o menos por el 76 fuimos a una zafra a Tucumán. Nos decían que había problemas que se disparaban. ¿Pero nosotros qué sabíamos de eso?”, se preguntó Albina, al tiempo que agregó: “Estaban cortando la ruta los militares, pidiendo documentos a la gente, preguntando los nombres. Mi hermano y yo no teníamos documento y nos detuvieron”.
Por momentos se le hacía difícil seguir con el relato. En pocas horas, probablemente, contó esta historia más veces que en toda su vida, y eso la afectó. “Mi hijita nació sorda. Por los golpes, me dijeron los médicos. A mí me pegaban, me gritaban, me chuschaban [tiraban del cabello] y me pateaban la panza. A mi hermano no lo volví a ver más”, relató casi quebrada.
“GRAVE ERROR”
Las autoridades locales no salen de su asombro. Héctor Carabajal, abogado de la Secretaría de DD.HH. de la provincia afirmó: “Hubo un grave error de la delegación de Las Termas al incluir sin mayores justificativos el nombre de esta señora, y hasta se habría firmado el listado con cierto carácter oficial”.
Albina vive en la pobreza. Jamás militó en agrupación política alguna, es analfabeta y ni siquiera tiene documento nacional. Incluso dice que su verdadero apellido es Sánchez, pero que adoptó su actual nombre por el hombre que la crió.
“Y a mí me gustaría tener mi documento. No tengo nada porque no puedo hacer ni un trámite”, contó Albina, mientras sostenía constantemente una suerte de cartulina con los retratos pintados de ella y su hermano, a quien jamás volvió a ver.