El Gobierno probó la fórmula, con relativo éxito, la semana pasada con operaciones desde la Anses.
Cuentan en el Gobierno, que el hombre más intransigente del Fondo Monetario Internacional (FMI) está pensando seriamente rever, aunque sea en parte, su pétrea posición en contra del uso de los dólares del organismo para contener corridas cambiarias. Pero que no aceptaría la liberalización completa y simple de una intervención directa, sino que se evaluaría una participación “indirecta” y a través de mecanismos “de mercado”. Del conjunto de ideas que se enviaron al FMI, la que más voluntad de análisis tiene en el Fondo es la eventualidad de una compra de títulos públicos a precio de mercado, con el financiamiento del dinero del organismo; para sostener los precios y evitar que las corridas cambiarias tengan además una contrapartida extrema en la demolición de los valores de los bonos; tal como sucedió la semana anterior. Esta operatoria fue ensayada desde la Anses, con Bonar 2020 y 2024; y desde el equipo económico se consideró de las mejores intervenciones del miércoles y jueves pasado para contener la corrida contra el peso.
La idea de ampliar el abanico de armas para sostener al dólar -incluyendo parte del dinero del FMI- viene negociándose desde febrero pasado, cuando comenzaron las inestabilidades cambiarias y financieras del 2019. Sin embargo, desde Washington, se desestimó siempre que cualquier alternativa que implique el uso del dinero del FMI para contener el precio de la divisa. O, dicho de un modo más directo, para financiar corridas. Las experiencias del Fondo en el 2001 y, mucho más acá, de agosto y septiembre del año pasado con Luis “Toto” Caputo en la presidencia del Banco Central, fueron suficientes argumentos como para que esa posibilidad se haya cerrado con candados inviolables. El carcelero del uso de las divisas, y principal defensor de la libre flotación, fue el número dos del FMI, el norteamericano David Lipton. Sin embargo la posición del economista comenzó a cambiar, leve y lentamente, luego de la reunión del 11 de abril pasado en la sede del organismo en Washington, con el presidente del Banco Central, Guido Sandleris. Lipton, más conocido en Buenos Aires como el artífice ideológico de la prohibición explícita de que el gobierno de Mauricio Macri utilice parte del dinero del organismo para frenar una eventual escapada del dólar; recibió al funcionario argentino y habló largamente de la situación política, además de la cambiaria. En ese encuentro el funcionario argentino sondeó nuevamente la posibilidad de algún tipo de flexibilidad, recibiendo una nueva negativa. Sólo aceptó el cambio en la confección de la Zona de No Intervención, considerando como válida la suspensión de la indexación de los techos y pisos y la fijación de los valores en un límite inferior de $39,75 y el límite superior 51,45 pesos. Reconoció Lipton que las medidas podrían no ser suficientes y que ante una inestabilidad cambiaria fuerte, se debería trabajar en una apertura de las herramientas posibles.
Lipton pidió que se le enviaran al FMI opciones diferentes, pero con una condición innegociable: cualquier flexibilización dependería de la aprobación por parte de la Argentina de las metas monetarias y fiscales pactadas para la segunda revisión del año. Estos números quedaron claros desde Buenos Aires cuando la semana pasada el ministerio de Hacienda confirmó el sobrecumplimiento de las metas en el primer trimestre del año en $10.347 millones. La próxima misión vendrá al país en mayo, y en junio debería tratar el caso argentino el Board del organismo financiero internacional; avalando esos números fiscales. El dinero tendría entonces que estar liberado el 15 de junio, por un total aproximado de u$s5.400 millones. Debería ser en ese marco que el FMI termine de avalar la posibilidad de una mayor flexibilización del dinero del organismo. De lograrse, será uno de los grandes logros políticos en esta nueva etapa de relacionamiento con el FMI. Lipton es un defensor técnico e ideológico de la libre flotación cambiaria y del uso estricto del dinero del Fondo para liquidar deudas contraídas y que los estados no caigan en default. Todo esto a cambio de un ajuste fiscal lo suficientemente duro como para que rápidamente esos países encuentren su equilibrio macroeconómico.
Lipton y sus colegas de Washington se horrorizaban con los mecanismos utilizados durante la gestión de Luis Caputo en el BCRA, donde se combatían las diarias corridas contra la suba del dólar, enfrentando a los especuladores con la colocación de divisas provenientes de las reservas del Central. Dinero que desde el FMI se consideraba como propio y, en consecuencia, prohibido para utilizar como herramientas de combate a la pérdida diaria de valor del peso. Lipton es un heredero ideológico de Anne Krueger, execonomista en jefe del Banco Mundial y exdirectora gerente del FMI en tiempos en que la Argentina cayó en default en 2001; y una de las muchas “enemigas” dentro del organismo que dejó el país luego de la salida de la convertibilidad. Krueger dejó la enseñanza de que a la Argentina no se le debe prestar dinero para ejecutar política monetaria, dada su pulsión histórica a financiar corridas en combates siempre perdidosos contra la suba del dólar en situaciones de desequilibrios fiscales.
Lipton, norteamericano como todo número dos del FMI, tomó este credo desde el primer momento del regreso del país al organismo y lo llevó como bandera durante todas las negociaciones del stand by vigente, tanto en su primera versión de junio como en la de septiembre del año pasado.
Como gran parte del Fondo Monetario, considera que la única política cambiaria válida es la de dejar que las reglas de la oferta y demanda impongan un precio. Esto es, aplicar una libre flotación y que sea la relación cantidad de pesos sobre oferta de dólares la que determine ese valor.