Es por la falta de estudios prenatales y controles pediátricos. Expertos advierten que eso les impide acceder a tiempo al tratamiento, que pierde efectividad a medida que crecen.
Ellas llevan peligrosos parásitos en la sangre y los tejidos. No lo saben, quedan embarazadas y dan a luz. En 4 de cada 100 casos, los bebés heredan la enfermedad: nacen infectados. Y aunque un remedio dado a tiempo podría sacarles los “bichos”, el problema no se detecta, lo que condena a muchos a cargar con el mal de por vida. El parásito en cuestión es el causante del Chagas y estos contagios, pese a ser altamente evitables, ocurren en el país a diario.
El Ministerio de Salud de la Nación calcula que el Chagas infecta en Argentina a más de 1,5 millón de personas, de los cuales 25% sufrirían problemas de corazón. La mitad son mujeres y se estima también oficialmente que “cada año nacen 1.300 niños infectados”. O sea, 1 cada 7 horas.
Pero al sistema de salud la mayoría de esos casos se le escapan y los especialistas hablan de “fracaso sanitario”. Según el Boletín Integrado de Vigilancia, los centros de salud lograron confirmar apenas 145 casos de Chagas congénito en 2015 y 99 en todo 2016 (menos del 8% de los estimados). En lo que va de 2017 fueron 52.
“La diferencia entre los casos estimados y confirmados se debe a que los métodos disponibles para el diagnóstico presentan complejidades por su grado de sensibilidad y especificidad”, explica Paula Sartor, coordinadora técnica del Programa de Nacional de Chagas.
Según los protocolos vigentes, a toda embarazada deben hacerle el análisis de Chagas. Si da positivo, no puede tomar el antiparasitario (benznidazol o nifurtimox) en la gestación. Se ordena entonces analizar al bebé, con la dificultad de que esas pruebas suelen confirmar con certeza si hubo contagio recién a los 9 meses de vida.
“Pero hay madres chagásicas que llegan al parto sin chequeos prenatales. También pasa que, aún diagnosticadas, muchas no vuelven al hospital y se pierde el seguimiento del bebé”, explica Diego Weinberg biólogo experto en Chagas y subgerente de la fundación Mundo Sano. “Hubo avances, pero el subdiagnóstico aún es altísimo y es grave porque las chances de tratarse con éxito bajan con los años”, asegura.
Según Sartor, la medicación -de la que entregan gratis más de 6.000 tratamientos al año- logra que los análisis den negativo en “más del 90% en los casos congénitos tratados en el primer año de vida”. Luego, explica, la tasa de éxito es menor y crecen los efectos adversos, pero igual se indica darlo a niños y adolescentes.
El drama es que la enfermedad, sin síntomas al inicio, se detecta recién 20, 30 o 40 años después, con las primeras cardiopatías y trastornos digestivos. Y ya es tarde. “A menores de 18 años uno les da el tratamiento porque vuelve negativos los análisis. Pero en adultos, según estudios muy serios, casi no tiene efecto: aunque baja la carga parasitaria, no frena la enfermedad”, advierte Edgardo Schapachnik, titular de la Asociación Carlos Chagas y ex jefe de Chagas del Hospital Argerich, para quien los casos congénitos no suelen detectarse porque “el sistema no funciona bien” y en muchas zonas “falta acceso a la salud”.
Para erradicar el mal, los expertos piden más esfuerzos del Estado para prevenir los contagios por picaduras de vinchucas -principal vía de transmisión- con más educación, fumigaciones y mejoras en las viviendas. Advierten también que, aunque el Chagas suele asociarse sólo a las provincias donde está presente el insecto, las migraciones hicieron que hoy la mitad de los infectados estén en Buenos Aires.