Los responsables de la educación nacional en Francia no quieren exponerlos en la calle a un ataque.
Frente a la amenaza terrorista, los responsables de la educación nacional en Francia estarían estudiando la posibilidad de autorizar que los alumnos de colegio secundario puedan fumar dentro de los establecimientos para no exponerlos en la calle a un ataque.
La decisión no haría, en realidad, más que oficializar una medida que ya se aplica en muchos colegios, sobre todo en la región parisina, donde los responsables decidieron transgredir la ley -que prohíbe el tabaco dentro del perímetro escolar-, evitando así poner en peligro la vida de los alumnos, que se salen a fumar al exterior.
Esa violación a la ley es plenamente asumida por directores y principales, con el objetivo de evitar lo peor: un ataque terrorista que consiga provocar decenas de jóvenes víctimas.
Para las asociaciones anti-tabaco, esa reflexión sería totalmente inaceptable.
“No es normal organizar mesas redondas para violar la ley”, declaró el profesor Bertrand Dautzenberg, secretario general de la Alianza contra el Tabaco. En un comunicado común, varias asociaciones reaccionaron a la versión para decir “no al retorno del tabaco a los liceos”. Todas recuerdan que 200.000 jóvenes se convierten en adictos al tabaco cada año en Francia.
Si bien oficialmente el ministerio de Educación niega que exista esa reflexión, no hay duda de que la amenaza terrorista está haciendo tambalear las costumbres y reglamentos vigentes en las sociedades europeas.
Los sitios emblemáticos de las grandes ciudades son poco a poco invadidos por los estigmas de la ultra-seguridad para evitar el horror, como sucedió en el paseo de los Ingleses en Niza, el marcado de Navidad de Berlín, el puente de Westminster, el London Bridge y el Borough Market en Londres, las Ramblas en Barcelona o la costanera de Cambrils.
Pero, ¿cómo se logra eso? ¿Elevando barricadas en los corazones de las ciudades al punto de perder el alma? ? ¿Habrá que prohibir las terrazas exteriores de los cafés, que representan todo el encanto de la vida urbana europea?
La cuestión se plantea a todos los responsables políticos. Pero la complejidad de la situación suscita respuestas diferentes. “Si no hubiesen podido entrar por las Ramblas, lo habrían hecho por otro lado. No se puede llenar de barreras toda Barcelona”, afirmó su alcaldesa, Ada Calau, desafiando las críticas.
En Madrid, por el contrario, la seguridad del centro histórico ha sido reforzada no solo con presencia policial, sino con la instalación de gigantescos macetones de cemento y pilones, para ralentizar la circulación.
La omnipresencia de barreras, obstáculos, empalizadas y muros ha aumentado en forma espectacular en todo el mundo. En Roma, operaciones de control se realizan en torno del Coliseo; en Bruselas, bolsas de arena de una tonelada fueron instalados en puntos estratégicos; en Estocolmo son pilones de cemento armado. En Israel, cuyos métodos de seguridad en el espacio público son frecuentemente citados como ejemplo, la ruta hacia el aeropuerto Ben Gurión está jalonada por vallados de seguridad, mientras que Jerusalén dispone de unas 400 chicanas de cemento y pilones de acero.
En Francia, Niza gastó 30 millones de euros en nuevas medidas de seguridad a lo largo del Paseo de los Ingleses. En Lourdes, tercer sitio de peregrinación del mundo, se instalaron pilones retractables. Por fin, antes de 2018 la torre Eiffel será rodeada por un muro de vidrio anti-balas.
La seguridad anti-terrorista, sin embargo, va mucho más allá de lo que se ve. Todos los países europeos han desbloqueado grandes cantidades de dinero para la formación de personal educativo, sanitario y de servicios públicos para prevenir, y sobre todo, saber actuar en caso de ataque terrorista.
En las escuelas francesas, se organizan tres ejercicios prácticos durante el año escolar, para enseñar a alumnos y maestros a reaccionar en forma adecuada ante situaciones de riesgo. Con el objetivo de desarrollar una cultura común de la seguridad, esas prácticas “atentado-intrusión”, incluyen el aprendizaje de gestos de primeros auxilios. En 2017, cerca de 1.200.000 alumnos franceses recibirán ese tipo de formación.