Francia prohibirá el uso de túnica musulmana en las escuelas

La abaya cubre la totalidad del cuerpo, excepto rostro, manos y pies. “Cuando se entra en una clase, no se debe poder identificar la religión de los alumnos al mirarlos”, dijo el gobierno.

Francia va a prohibir las abayas (túnicas amplias que cubren el cuerpo de las mujeres propias de los países musulmanes) en las escuelas públicas. El Gobierno considera que estas prendas que ocultan el cuerpo de la mujer de la cabeza a los pies son un vestido de identificación religioso y por eso no las permitirá en los centros escolares, pues violan el principio de laicidad del Estado galo.

Es una de las primeras medidas anunciadas por el nuevo ministro de Educación, Gabriel Attal, que asumió el cargo en julio tras la remodelación del Gobierno que hizo el presidente, Emmanuel Macron.

Francia, un país con una gran diversidad religiosa, se rige por el principio de la laicidad. Según cifras del Insee, el instituto de estadística galo, el 10% de la población es musulmana. Por eso, el uso de prendas religiosas por parte de los alumnos en los centros educativos siempre ha sido muy polemico.

En 2004 se aprobó una ley que prohíbe en escuelas y liceos públicos los vestidos o signos con los que los alumnos “manifiestan de forma ostensible una pertenencia religiosa”. Esta ley se aprobó en plena polémica por el uso del velo islámico.

Además, en 2010, durante la presidencia de Nicolas Sarkozy, se prohibió el uso de velos integrales, como el burka o el niqab, en lugares públicos, como autobuses, trenes o edificios públicos. Se estima que, entonces, alrededor de 2.000 mujeres llevaban el rostro cubierto por alguna de estas prendas.

El curso escolar comienza el próximo lunes y Attal ha dejado claro que se respetará el principio de laicidad en los colegios. “No se podrá llevar la abaya en las escuelas. La religión de unos y otros no debe poder distinguirse (en los centros)”, avanzó Attal en una entrevista a la cadena TF1.

“Estos últimos meses, hemos visto algunas prendas religiosas como las abayas en algunos centros. La firmeza de la respuesta de las escuelas se ha puesto a prueba por estos nuevos fenómenos, frente a los ataques, frente a los intentos de desestabilización. Tenemos que unirnos. Y nos vamos a unir”, señaló el ministro.

El uso de estas prendas se produce sobre todo en algunos barrios concretos, donde vive una mayoría musulmana. “La escuela no es el lugar para hacer proselitismo religioso”, subrayó este lunes el portavoz del Gobierno, Olivier Véran, en una entrevista al canal BFMTV.

Este recordó que en las escuelas públicas se aplica el principio del laicismo y la abaya “evidentemente es un vestido religioso”, aunque el Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM) “pretenda lo contrario”.

Este órgano de representación de los musulmanes se pronunció en junio sobre esta polémica afirmando que la abaya no es un vestido musulmán. “En la tradición musulmana, que nosotros defendemos, un vestido sea el que sea no es un signo religioso en sí”, señalaba.

Attal va a reunirse esta semana con los directores de los centros escolares para explicar su nueva directiva. En principio, estos pueden tomar medidas y actuar por propia iniciativa si ven que algún alumno lleva alguna prenda que no respeta la ley, pero esperaban “reglas claras a nivel nacional”.

El titular de Educación hizo hincapié en que en Francia “la escuela de la República se ha construido en torno a valores extremadamente fuertes, y en particular el laicismo”.

“El laicismo no es una limitación, es una libertad (…) Para mí el laicismo en la escuela es algo muy claro: cuando se entra en una clase no se tiene que poder distinguir la religión de los alumnos al mirarlos”.

Según cifras del Gobierno recogidas por Le Figaro, en el pasado curso escolar se registraron más de 4.000 denuncias por no respetar la laicidad en los centros (la ley de 2004), el doble que en el curso precedente.

Según cifras del Insee de 2023, uno de cada dos franceses dice no pertenecer a ninguna religión. El 29% se declara católico y un 10%, musulmán. La mitad de los franceses de segunda o tercera generación (sus padres o abuelos emigraron a este país y ellos ya han nacido en territorio galo) se declaran de esta religión.