El Papa Francisco se volvió una pieza fundamental en la negociación entre Estados Unidos y Cuba para poner fin a 53 años de diferencias.
Francisco ya ha dado amplias muestras de que es un Papa de acción, un pontífice que no sólo se limita a predicar la paz en el mundo y a rezar por ella sino que trabaja activamente por conseguirla. Pero la confirmación oficial llega ahora, al trascender el papel fundamental que ha jugado en el deshielo entre Estados Unidos y Cuba que pone fin a medio siglo de hostilidades y enfrentamientos.
El acuerdo históricos entre los dos países ha sido fruto de 18 meses de negociaciones secretas, de las Francisco no sólo estaba la corriente sino que ha generado y alentado con su energía característica. Las conversaciones entre las delegaciones cubana y estadounidense se han desarrollado sobre todo en Canadá. Pero el encuentro definitivo, el que se cerró con el compromiso final entre Washington y La Habana, el que tuvo como colofón sonrisas y los apretones de mano de rigor, el que pasará a la Historia, se celebró en el Vaticano en octubre pasado.
La secretaria de Estado vaticana, el organismo que desempeña las funciones políticas y diplomáticas de la Santa Sede, así lo confirmaba en el comunicado que emitía ayer por la tarde y que comenzaba destacando cómo Francisco “se complace vivamente por la histórica decisión de los Gobiernos de los Estados Unidos de América y de Cuba de establecer relaciones diplomáticas, con el fin de superar, por el interés de los respectivos ciudadanos, las dificultades que han marcado su historia reciente”.
Pero, sobre todo, la nota de prensa dejaba claro el papel activo que el Papa ha jugado en el acuerdo. “En el curso de los últimos meses, Francisco ha escrito al Presidente de la República de Cuba, Raúl Castro, y al Presidente de los Estados Unidos, Barack H. Obama, invitándoles a resolver cuestiones humanitarias de común interés, como la situación de algunos detenidos, para dar inicio a una nueva fase de las relaciones entre las dos partes”, señalaba. Y concluía admitiendo que el Vaticano acogió el pasado mes de octubre a las delegaciones de ambos países “para favorecer un diálogo constructivo sobre temas delicados, del que han surgido soluciones satisfactorias para ambas partes”.
Obama se reunió con Francisco en el vaticano en marzo pasado, y en el largo coloquio de 52 minutos que ambos mantuvieron ahora se sabe (según han informado fuentes del Ejecutivo americano) que se trató de Cuba. Posteriormente el Papa hizo un llamamiento personal a Obama y a Castro para que se sentaran a negociar, enviando cartas por separado a ambos dirigentes para que en nombre de sus respectivos pueblos llegaran a un acuerdo que pusiera fin al enfrentamiento entre los dos países.
Francisco ha sido de ese modo el único líder (más allá de los directamente implicados, léase Barack Obama y de Raúl Castro) en haber desempeñado en primera persona un papel fundamental en el acuerdo. El hecho de que Francisco sea el primer Papa de la historia procedente del continente americano sin duda ha sido determinante a la hora de impulsar las negociaciones entre las dos partes y conseguir que estas alcanzaran un acuerdo. De hecho, tanto Castro como Obama han agradecido al Papa su papel de mediación.
Y ahora que se ha alcanzado el ansiado acuerdo, el Vaticano ha manifestado que no se desentenderá y que seguirá de cerca su implementación. “La Santa Sede continuará apoyando las iniciativas que las dos naciones emprenderán para acrecentar sus relaciones bilaterales y favorecer el bienestar de sus respectivos ciudadanos”, hacía saber ayer la secretaria de Estado vaticana.
Francisco ya demostró su deseo de explorar nuevos caminos en nombre de la pacificación en junio pasado, cuando en un intento por poner fin al conflicto entre palestinos e israelíes acogió en los jardines del Vaticano al entonces todavía presidente israelí, Simon Peres (dejó el cargo en julio), y al presidente palestino, Abu Mazen, quienes rezaron juntos por la paz. Antes, ambos líderes mantuvieron un encuentro privado con el Papa en la residencia Santa Marta, donde vive Francisco.