El argentino Bergoglio asegura que el principal defecto de la Curia es ser “Vaticano-céntrica”. Francisco reúne al “G-8” para decidir el nuevo gobierno de la Iglesia.
El día que el consejo de ocho cardenales comienza sus trabajos en Roma para cambiar la Iglesia, el diario La Repubblica amanece en los quioscos con una entrevista exclusiva de su fundador, Eugenio Scalfari, al Papa Francisco. Y, como viene siendo habitual, Jorge Mario Bergoglio dice lo que piensa con una sencillez y una espontaneidad que, por momentos, sorprende al prestigioso periodista, convencidamente ateo pero no anticlerical.
En un momento, hablando sobre la exhortación de Jesús de “amar a los otros como a sí mismos”, Scalfari pone en circulación la palabra “narcisismo”. “A mí”, reflexiona el Papa, “la palabra ‘narcisismo’ no me gusta, indica un amor fuera de lugar por uno mismo (…). El verdadero problema es que los más afectados por esto, que en realidad es una especie de desorden mental, son personas que tienen mucho poder. A menudo, los jefes son narcisistas”. Scalfari le hace ver: “también muchos altos cargos de la Iglesia lo han sido…”. El Papa acepta el desafío: “¿sabe qué pienso sobre esto? Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisistas, adulados por sus cortesanos. La Corte es la lepra del papado”.
El periodista se extraña por la dureza de la expresión, y pregunta: “¿pero cuál es la Corte, se refiere tal vez a la Curia?”. Francisco puntualiza: “no, en la Curia hay algunos cortesanos, pero la Curia en su conjunto es otra cosa. Es aquello que en los ejércitos se llama la ‘intendencia’, gestiona los servicios que necesita la Santa Sede. Pero tiene un defecto: es Vaticano-céntrica. Cuida los intereses del Vaticano que son, todavía, en gran parte, intereses temporales. Esta visión Vaticano-céntrica se olvida del mundo que nos rodea. No comparto esta visión y haré todo lo posible por cambiarla. La Iglesia es o debe volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los curas, los párrocos, los obispos están al servicio del pueblo de Dios”.
La entrevista, que arranca en la portada y ocupa las tres primeras páginas del diario, comienza con una de las obsesiones del Papa, ya desvelada durante el viaje a Río de Janeiro: “los males más graves que afligen al mundo en estos años son la falta de trabajo de los jóvenes y la soledad en que son dejados los viejos. Los viejos tienen necesidad de cuidado y de compañía; los jóvenes, de trabajo y de esperanza, pero no tienen ni lo uno ni lo otro y el problema es que ya no lo buscan. Están atrapados en el presente. Y dígame: ¿se puede vivir atrapado en el presente? ¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse al futuro construyendo un proyecto, un futuro, una familia….?”.
Un Papa tan preocupado por el mundo que le rodea no escatima al entrevistador su visión de la política: “pienso que el llamado ‘liberalismo salvaje’ convierte a los fuertes en más fuertes y a los débiles en más débiles, y a los excluidos en más excluidos. Se necesita gran libertad, ninguna discriminación, no demagogia y mucho amor. Se necesitan normas de comportamiento y, también, si fuese necesario, la intervención directa del Estado para corregir las desigualdades más intolerables”.
El encuentro tuvo lugar el pasado martes en la residencia de Santa Marta, después de que el Papa y el fundador del diario La Repubblica protagonizaran un público intercambio de cartas sobre el diálogo entre creyentes y no creyentes. El Papa insiste en su intención de abrir los brazos de la Iglesia: “cada cual tiene su idea del Bien y del Mal, y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como cada uno lo conciba. Sería suficiente esto para mejorar el mundo”.
Al hablar de la Teología de la Liberación, Eugenio Scalfari le pregunta si considera justo que el papa Wojtyla haya excomulgado y combatido a sus líderes. “ciertamente”, responde Francisco, “le daban un plus político a su ideología, pero muchos de ellos eran creyentes con un alto concepto de humanidad”.
Sobre el Consejo de Cardenales, llamado también G-8 del Vaticano, el papa Francisco advierte que no se trata de cortesanos sino de personas sabias y animadas por sus mismos objetivos: “este es el inicio de una Iglesia con una organización no tan vertical sino también horizontal”. Se considera consciente de la dificultad para hacer valer los nuevos métodos, pero se declara convencido de seguir adelante “con prudencia, pero con firmeza y tenacidad”.
El Papa y el veterano periodista quedan en verse otra vez. Eugenio Scalfari termina su entrevista con una reflexión: “este es el papa Francisco. Si la Iglesia se convierte en aquella que él quiere e imagina, habrá cambiado una época”.