Un esfuerzo de 18.000 millones de euros anuales evitaría un millón y medio de muertes anuales por virus surgidos de la fauna global, según un estudio que apuesta por la ganadería sostenible y contratar veterinarios.
La actual pandemia de covid está lejos de ser un acontecimiento único. Ébola, MERS, zika, gripe aviar… Los patógenos virales saltan a las poblaciones humanas a un ritmo cada vez mayor y causan epidemias globales más graves y más ampliamente extendidas. En el último medio siglo, una media de 3,3 millones de personas mueren al año por culpa de estos virus de origen animal, una cifra calculada antes de la covid y que ya iba en aumento. Y, sin embargo, no se hace ni de lejos lo suficiente para frenar este salto. Es lo que denuncia en un estudio una veintena de especialistas, que además proponen un cálculo para que los gobernantes vean que merece la pena intentarlo.
Sería una inversión extraordinariamente rentable: un plan completo y global para frenar la propagación de esos virus desde la fauna a las personas nada más costaría el 5% de las pérdidas que provocan cada año. “Gastar solo cinco centavos por dólar puede ayudar a prevenir el próximo tsunami de vidas perdidas por pandemias al tomar medidas rentables que impidan que la ola surja, en lugar de pagar billones para recoger los pedazos”, resume Aaron Bernstein, investigador de Harvard y autor principal del estudio, que se publica en Science Advances.
Una población humana más grande y más conectada crea constantemente más oportunidades para que los virus se propaguen una vez que se han establecido en las poblaciones humanas, explica otro coautor, Andy Dobson, de la Universidad de Princeton. “Debemos centrarnos más en prevenir el salto de patógenos que en detener su propagación. El impacto de la covid-19 en las economías y las tasas de mortalidad de muchos países ilustra que la prevención es significativamente más efectiva que la cura”, explica Dobson.
Este equipo de expertos calcula, tirando por lo bajo, que el mundo gasta alrededor de 300.000 millones de euros por las personas fallecidas y alrededor de 185.000 millones en pérdidas económicas directas debido a enfermedades zoonóticas emergentes. Y eso que, como reconocen los autores, no son capaces de incluir todas por la dificultad de estimar el impacto psicológico, el lastre educativo de toda una generación o los costos adicionales que se derivan de la atención médica aplazada debido a la pandemia.
Frente a esas cifras enormes, la inversión en medidas preventivas eficaces que limitaran en primera instancia el contagio de estas enfermedades a los humanos, dicen los investigadores sería de unos 18.000 millones de euros. Esa cifra serviría para reducir como mínimo a la mitad las personas fallecidas. “El costo anual neto de desarrollar mecanismos para reducir significativamente el riesgo de propagación es bastante menor que el costo anual promedio de los brotes. Hay beneficios económicos y ambientales consistentes al implementar mecanismos que reducen las tasas de propagación”, desarrolla Dobson por correo electrónico. “Incluso una reducción del 1% en el riesgo de aparición de enfermedades zoonóticas virales sería rentable”, afirma el estudio.
Según su investigación, hay tres mecanismos primarios que permiten que los patógenos salten a las poblaciones humanas: la deforestación tropical, que está íntimamente relacionada con la intensificación ganadera y agrícola; el comercio de vida salvaje; y la falta de recursos para detectar esos virus antes de que surja la emergencia. Y ahí es donde hay que actuar. “Los virus se detectan en humanos a una tasa de dos nuevas especies por año”, advierte el estudio. Y añade: “La humanidad necesita un proyecto de descubrimiento viral global si queremos prevenir futuras pandemias”.
“Los recursos destinados a la reducción de la deforestación son una inversión para prevenir futuras epidemias, pero también para mitigar las amenazas actuales, como la malaria y las enfermedades respiratorias asociadas a la quema de bosques”, afirma Marcia Castro, directora del Departamento de Salud Global y Población en la Escuela de Salud Pública de Harvard. “Hacer estas inversiones en prevención genera beneficios para la salud humana, el medio ambiente y el desarrollo económico”, detalla Castro. Además, se pueden crear muchos empleos en una variedad de campos a medida que la economía global se reconfigura a raíz de la pandemia.
En el trabajo se comienza criticando que destacados dirigentes promuevan planes que obliguen a “tomar medidas solo después de que los humanos se enfermen”. “Estamos totalmente en desacuerdo”, advierten. Argumentan que el salto de virus de animales a humanos es la principal fuente de riesgo de pandemia: “Por lo tanto, nos deja perplejos que no se considere minimizar los saltos en conversaciones influyentes dedicadas a prevenir la próxima pandemia”. En concreto, se reprueba específicamente a la Junta de Monitoreo de Preparación Global, una iniciativa conjunta del Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS), creada tras la epidemia de ébola, cuyos informes y estrategias no mencionan cómo abordar ese cruce inicial.
Por todo ello, una de las medidas más importantes que debe tomarse es la contratación de muchas más personas en el campo veterinario, porque tienen un papel esencial como centinelas de la aparición de enfermedades. Y porque, como señala el estudio, han sido los principales defensores del concepto One Health (Una Salud) que integra el bienestar humano y animal en general y las enfermedades infecciosas en particular. Sin embargo, escasean, sobre todo en países y regiones de mayor riesgo. “Un país con pocos veterinarios, muchas especies reservorio y muchas personas que consumen o comercian con vida silvestre estará en mayor riesgo de zoonosis”, apuntan.
La viróloga Marion Koopmans, que formó parte de la misión para dar con el origen de la pandemia en Wuhan (China), considera que este trabajo es un “interesante alegato para centrarse más en la verdadera prevención: tratar de reducir los brotes en el origen”, ya que la mayoría de las iniciativas de preparación para pandemias “se centran en la detección de enfermedades humanas, pero eso es poner el carro delante de los caballos”. Sin embargo, su colega Alina Chan, que defiende la posibilidad de que el SARS-CoV-2 se escapara de un laboratorio, critica que en el pasado estos especialistas investigaran de forma opaca y ahora no “expliquen cómo trabajarán exactamente para mejorar la seguridad y la transparencia del trabajo de descubrimiento de virus”.
“Resolver estos problemas requiere principalmente voluntad política y colaboración y cooperación internacional”, señala Dobson. Según explica este especialista, reforzar el personal veterinario capacitado en todo el mundo aumentará enormemente la productividad de la agricultura global y establecer una base de datos global de diversidad viral permitirá un desarrollo más rápido de pruebas y vacunas para futuros brotes. Como dijo en 2007 el Secretario de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, Michael Leavitt: “Todo lo que hagamos antes de una pandemia parecerá alarmista. Todo lo que hagamos después de una pandemia parecerá inadecuado”. Salvo que sirva para poner en marcha las lecciones aprendidas.