Son casi 30 mil adolescentes de 14 a 17 años en toda la provincia. La mayoría tiene un empleo precario e informal y vive en hogares pobres. La ley prohíbe el trabajo a menores de 16 años. Cuáles son los riesgos.
En el primer eslabón de los chicos “sí-sí”, el polo opuesto a los jóvenes que no trabajan ni estudian. Pero la preocupación que generan estos últimos los ha colocado en los grises de la estadística.
Sin embargo, los adolescentes de 14 a 17 años que reparten su día entre la escuela y un empleo integran un grupo sensible con diversos grados de vulnerabilidad: la mayoría vive en hogares pobres y de clase media baja, muchos tienen empleos precarios e informales y todos redoblan su esfuerzo para continuar sus estudios.
Florencia Martí (17), que cursa quinto año de la Escuela Nicolás Avellaneda, de San Francisco, trabaja en un vivero. “Me queda muy lejos. Al principio, me cansaba mucho porque vengo en bicicleta, pero me fui acostumbrando. Ahora estoy muy contenta y más segura”, afirmó. Dice que no es fácil, pero que se puede.
Cuántos son
¿Cuántos son? No es simple saberlo con precisión, por la volatilidad de entrada y salida en el mercado de trabajo. Por eso las encuestas terminan siendo fotos de un momento que no capta la dinámica del fenómeno.
La radiografía más abarcativa es la del Censo de 2010, que arrojó que había unos 221 mil chicos de 14 a 17 años en toda la provincia y que casi 30 mil estaban estudiando y trabajando, es decir, el 13,2 por ciento.
Son casos como el de Dalma Torres (17), que empezó a trabajar como moza en un bar de Villa María, hace dos años, cuando en su casa hizo falta dinero. Y sigue, a pesar de que la economía familiar mejoró. “Cuando empezás a trabajar les das más valor a las cosas”, dice.
Trabaja ocho horas, de lunes a viernes, y entre nueve y 10 horas los fines de semana.
Una foto
Para Daniel Ortega, director de Estadísticas Sociodemográficas de la provincia, “la foto censal de octubre de 2010 es buena en términos representativos”. Es probable que esa imagen sea similar a la actual, aunque no pueda establecerse con igual grado de precisión.
Las encuestas de hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), sean trimestrales o anuales, no están diseñadas para captar un buen grado de representatividad en este grupo. “Se necesitaría otro tipo de instrumento y de investigación”, opinó Ortega.
Igual, hay datos que ayudan. Según un procesamiento que realizó Idesa con los resultados de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos, el porcentaje de menores de edad que estudian y trabajan en Córdoba era similar para el tercer trimestre de 2010 y de 2014.
Algo parecido ocurre con un cálculo de Gerardo García Oro, de la Fundación Mediterránea, a partir de un promedio anual de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).
Pero también hay cambios: en los últimos cinco años es mayor la presencia, en este grupo, de jóvenes que viven en el 20 por ciento de los hogares más pobres, según Idesa.
Por su parte, una investigación de Ángel Robledo y Livio Grasso, de la Universidad Católica de Córdoba (publicada en 2010), señala que “la proporción de jóvenes trabajadores entre los estudiantes de sexto año” era, en ese momento, de 20,8 por ciento.
El nivel de informalidad laboral es muy alto y la mayoría trabaja en comercios, servicio doméstico, construcción y algunas ramas industriales.
Es la situación de Luciano Gutiérrez (17), que cursa quinto año en el Ipet 78 de Unquillo, y de viernes a domingo trabaja en una panadería. También hace labores de jardinería en parques de la zona. “Si sale una changa no la desecho. Puedo llegar a ganar unos 200 pesos diarios y ayudo en mi casa”.
Vulnerables
La ley Nº 26.390, que prohíbe el trabajo infantil y adolescente, establece que la edad mínima para poder trabajar es de 16 años (ver aparte).
El Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, que elabora la Universidad Católica Argentina (UCA), advierte que “existe suficiente evidencia sobre cómo el trabajo condiciona la terminalidad educativa”.
Un estudio realizado por Daniela Cristina, Héctor Gertel y José Luis Navarrete (Instituto de Economía y Finanzas de la UNC) para el Consejo para la Planificación Estratégica (Copec) provincial, añade que el riesgo tiene una doble escala: dejar el colegio y ser un trabajador de baja calificación.
Esa es la razón por la que Alejandra Torres, de Idesa, considera que “hay que privilegiar la retención en la escuela”.
Dolores Roca, directora del Ipem 271 Dalmacio Vélez Sársfield, de Santa Rosa de Calamuchita, indica que, en su escuela, trabajan entre 40 o 50 chicos, de un total de 430.
“Muchos cuidan hermanitos y les pagan algo por eso. En verano, siendo una ciudad turística, son más los que trabajan limpiando casas, de jardineros o mozos”.
En Córdoba, el Plan Primer Paso (PPP), que en la actualidad abarca a 15 mil jóvenes, cuenta con 1.050 chicos de 16 a 17 años (siete por ciento) que también estudian.
También está el programa Confiamos en Vos, focalizado en los llamados jóvenes “ni-ni” (no trabajan ni estudian). De los 10 mil beneficiarios, el 30 por ciento son chicos de 14 a 17 años y la mayoría ha vuelto a ser contenido en el sistema educativo.
Qué dice la ley
Marco. En junio de 2008 se promulgó la ley 26.390 de “prohibición del trabajo infantil y protección del trabajo adolescente”. Estableció en 16 años la edad mínima para celebrar contratos de trabajo, con autorización de sus padres.
Jornada laboral. De 16 a 18 años, no puede superar seis horas diarias o 36 semanales, salvo excepciones autorizadas. Está prohibido que trabajen entre las 20 y las 6 del día siguiente.
Excepción. Los menores de 14 y 15 pueden trabajar en empresas familiares no más de tres horas por día y 15 a la semana.
Aportes. Los menores no realizan aportes ni contribuciones previsionales sobre su sueldo. Sí, para la obra social.
Vacaciones. Licencia anual de, al menos, 15 días corridos.
Independientes. Los jóvenes de 16 y 17 años pueden trabajar por cuenta propia y adherir al Monotributo o inscribirse como autónomos.
Monotributo. Tienen que pagar un monto reducido (tramo impositivo) ya que no abonan el componente previsional de la cuota mensual.
Autónomos. También tienen un aporte menor. En este caso, los menores de 21 años quedan incluidos en la categoría I y pagan el aporte más bajo.