En la 99.9 y desde Londres, Geoffrey Cardozo habló sobre la tarea que realizó en 1982 luego de la Guerra de Malvinas limpiando los cuerpos de soldados argentinos caídos y quien luego creó el cementerio Darwin: “he hecho todo lo que podía hacer para identificarlos, me puse en los zapatos de los padres y las madres”, agregó.
La historia de Geoffrey Cardozo parece casi de ciencia ficción. Su trabajo permitió que hoy el Equipo Argentino de Antropología Forense pudiera identificar a muchos de los cuerpos que luego de la Guerra de Malvinas, el integrante del ejército británico encontró en el campo de batalla.
Su compromiso con todos los caídos, permitió que luego sucediera el milagro. Hijo de un oficial británico y una madre francesa, Cardozo contó su historia a través de la 99.9 y se desligó incluso de la tarea que realizó en las Islas: “el hombre más importante en todo esto fue Julio Aro de la Fundación No me Olvides junto a otras personas en Argentina que cuidan de los héroes de Malvinas”, afirmó. Un encuentro con Aro permitió empezar a darle idea a algo que ahora es una realidad: “encontré a Julio en Londres en 2008 cuando nos visitó porque estaba interesado en los problemas psicológicos de los soldados que sobrevivieron y nosotros también los teníamos. A partir de ahí hablamos mucho”.
La conclusión a la que llegó, empezó a girar en su cabeza y en su corazón generándole una inquietud existencial: “hablando con Julio me di cuenta que había numerosas familias de los caídos argentinos que tenían un vacío importante de información relativo al proceso de identificación. Todo lo que una madre, padre, esposa o hijo quiere saber naturalmente es donde está su familiar para realizar un duelo profundo. Corrían muchos rumores sobre que no hay nada ni nadie bajo las cruces o que el cenitario era simbólico”, recordó.
Su tarea había consistido en limpiar los cuerpos que encontró y darles una sepultura, aunque en ese momento y de acuerdo a la tecnología vigente y la coyuntura de la guerra, era imposible saber quienes eran aquellos soldados que habían perdido la vida: “la manera rápida de mandar a los chicos a Malvinas mientras hacían el servicio militar era sin la placa identificatoria. Algunos sí las tenían y pude identificar a la mitad de “mis chicos” como los llamo yo a los caídos. Otros tenían cartas en el bolsillo con nombres de otros soldados que eran los que distribuían el correo en las trincheras. He hecho todo lo que podía hacer para identificarlos, me puse en los zapatos de los padres y las madres”, dijo sobre los motivos de la tarea que decidió hacer.
Si bien sabía que la conservación de los cuerpos era muy importante, no tenía conciencia de lo que pasaría casi 40 años después. “Vi enseguida que había un problema de identificación y por eso decidí poner los cuerpos en tres bolsas distintas y luego en un ataúd para que en el futuro, un científico o un especialista pudiera exhumar el cuerpo. En 1982 no tenía los registros dentales ni las huellas digitales, claro que no existía el ADN. Pensé que quizás en el futuro sería posible y ha ocurrido un milagro 40 años más tarde”, definió Cardozo.