La respuesta de Beijing a la estrategia proteccionista de Estados Unidos es enfrentar al presidente con sus seguidores de las zonas rurales, a quienes él necesitará para las elecciones de mitad de término que se llevarán a cabo este año y para su candidatura a la reelección.
“Miro mi campo de porotos y sé que un tercio de cada hilera cultivada viaja a China”, señaló Bill Wykes, que explota una pequeña porción del cinturón sojero de Illinois ubicado a una hora y media de Chicago, la ciudad que se desarrolló gracias a los granos.
Durante la última década, Wykes y muchas de las chacras familiares del Condado de Kendall hicieron una gran apuesta a China y su creciente consumo de carne, lo que impulsa las compras de alimento para animales.
“Hace quince años, no vendíamos ni un poroto a China”, señaló Wykes de 63 años, que duplicó la superficie cultivada con soja para satisfacer la mayor demanda.
Esos campos ahora son el centro de una inminente guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo después de que Estados Unidos y China amenazaron con aplicarse entre ellos aranceles por miles de millones de dólares.
Mientras Washington acusa a Beijing de robar propiedad intelectual para justificar sus aranceles, Xi Jinping intenta abrir una brecha entre el presidente estadounidense Donald Trump y sus seguidores de zonas rurales, a quienes él necesitará para las elecciones de mitad de término que se llevarán a cabo este año y para su candidatura a la reelección en 2020.
EE.UU. y China todavía están en una fase de meras amenazas; no se espera aplicación de ningún arancel en los próximos dos meses. Pero la disputa escaló con rapidez la semana pasada. Después de que la administración Trump revelara el martes que pensaba aplicar sanciones a cerca de 1300 productos chinos, Beijing respondió horas después que impondría derechos aduaneros de 25% a la soja norteamericana, entre otras mercaderías.
Desde entonces, EE.UU. mandó señales contradictorias. Larry Kudlow, el nuevo asesor económico de la Casa Blanca, aseguró el jueves que el gobierno estaba abierto a negociar. “No hay nada a la vuelta de la esquina. Va a haber una gran discusión en torno a esto”, dijo a los periodistas. Sin embargo, más tarde ese mismo día, Trump amenazó con imponer aranceles sobre otros u$s 100.000 millones de importaciones chinas.
Dado que ambos gobiernos están felices con la escalada de la retórica, el estancamiento en la disputa se está volviendo una prueba de voluntad política. En teoría, Beijing está más expuesto a una guerra comercial porque depende más de las exportaciones de EE.UU. que lo que depende la economía norteamericana de sus exportaciones a China. Trump quizas también cree que podría beneficiarse políticamente si asume una postura severa contra el país asiático.
Sin embargo, Beijing piensa que la administración Trump se verá muy presionado por los agricultores y otros grupos de lobby para que se retire de la guerra comercial, especialmente en un año electoral. China es lejos el mayor mercado extranjero para la soja norteamericana; absorbió el 56% de sus exportaciones por u$s 22.000 millones el año pasado. La interdependencia económica implica que muchos fabricantes estadounidenses necesitan componentes chinos.
“Beijing cree que puede soportar más sufrimiento que EE.UU.”, explicó Evan Medeiros de Eurasia Group, agregando que su lista de aranceles “apunta a algunos de los electorados clave de Trump”.
El Condado de Kendall, el distrito electoral 14 de Illinois, es el tipo de región que será observada muy de cerca por los políticos en las próximas semanas. Los republicanos ganaron cómodos el distrito hace dos años, pero en medio de señales de una potencial ola a favor de los demócratas en las elecciones de noviembre, el apartidario Reporte Político Cook lo colocó en la columna de campañas electorales que podrían ser competitivas este año.
El cinturón sojero de Estados Unidos se extiende en centro del país desde Illinois hasta Minessota y Nebraska y bajando por el valle del río Mississippi hasta Arkansas. Incluye zonas que votaron fuertemente por Trump en 2016 y también estados pendulares que son cruciales como Iowa. Según el Peterson Institute en Washington DC, una gran interrupción de las exportaciones de soja podría conducir a pérdidas de empleo de más de 20% en el Condado de Mississippi en Missouri, estado que será escenario de una de las contiendas electorales por el Senado más cerradas de este año.
“Trump amenaza con incendiar la agricultura norteamericana”, dijo Ben Sasse, senador republicano de Nebraska. “Estamos de acuerdo en que hay que oponer resistencia al mal comportamiento de China, pero con un plan que los castigue a ellos, no a nosotros”, agregó.
Cuando China anunció su plan arancelario para la soja el miércoles, el precio de la oleaginosa cayó 40% el bushel, contó Wykes. “Para un productor promedio con 200 hectáreas, eso representa una caída de u$s 12.000 en diez minutos y puede ser devastador”, comentó.
Sin embargo, hasta ahora hay pocos indicios de que los agricultores se están poniendo en contra de Trump. “No creo que alguien ya haya llegado a ese punto”, dijo Wykes. El presidente del partido republicano de Condado de Kendall James Marter sostiene que las amenazas de aranceles son apenas una estrategia: “Creo que Trump las está usando como herramienta de negociación”.
Bob Stewart, otro granjero de Illinois, puso el anuncio de esta semana en perspectiva. “Mi familia se instaló acá en la década de 1860. Y ésto nos va a dejar fuera del negocio”, contó. Si bien las operaciones agrícolas de la familia “probablemente hayan perdido u$s 200.000 el jueves debido al anuncio de los aranceles, todavía planea sembrar soja en campos que normalmente rotarían a maíz este año debido a la fuerte demanda.
Según John Green, experto en política de la región central del país en la Universidad de Akron, muchos votantes de esa área están frente a un dilema: respaldan el objetivo simbólico de buscar condiciones comerciales “justas” con los otros países, aunque pueda perjudicarlos financieramente. Pero el sufrimiento podría no dar resultados por un tiempo”.
“Hasta ahora, todo es retórica, esas cosas llevan tiempo implementarlas. Es totalmente posible que no veamos el impacto económico para las elecciones de 2018,” comentó.
Charlie Cook, editor de Reporte Político Cook, sostiene que muchos votantes de Trump no se sienten motivados por los intereses económicos que podrían verse afectados por una disputa comercial. “Creo que mucho de eso es impulsado por el resentimiento hacia las élites, rencor hacia la gente de zonas urbanas y personas que viven en las costas este y oeste”, aseguró.
Si hay una guerra comercial, el gobierno chino podría también recibir presión política dado el extraordinario rol de la soja en su economía. El explosivo crecimiento del comercio sojero de las últimas dos décadas también es parte de la historia de expansión de la clase media china.
Treinta años de crecimiento de los ingresos llevó a que el consumo anual de carne per cápita en China subiera de 20 a 50 kilogramos desde fines de los 80. El cerdo es la carne más popular y la cantidad de cerdos que se matan en el país aumentó de menos de 400 a 700 millones por año en el mismo período.
La carne era una rareza hace 40 años, recuerda Zhao Guifang de 87 años que se crió en la Sichuan rural. “Comíamos cerdo una o dos veces por año. Los chanchos se alimentaban a pasto por lo que criarlos llevaba un año”, contó.
Tal aumento de la demanda hizo que los productores chicos, que antes dominaban el mercado, no pudieran satisfacerla. En cambio, China promovió a los grandes criaderos de cerdo que son abastecidos por grupos de agronegocios que producen alimentos a partir de soja enriquecida con proteínas, ideales para engorde de animales.
La propia producción de soja en China representa el 4% de la oferta global, suficiente para cubrir sólo seis semanas de su propio consumo. Como resultado, las importaciones chinas de soja explotaron de medio millón de tonelada hace 20 años a 96 millones de toneladas el año pasado, cifra equivalente a una tercera parte de la oferta mundial.
Beijing también tiene pocas opciones de lugares desde dónde importarla. Estados Unidos, Brasil y Argentina producen cerca del 90% de la soja del mundo, y Argentina exporta principalmente porotos de soja que no son los preferidos de Beijing. “China sólo puede básicamente abastecerse de Brasil y Estados Unidos”, aseguran los analistas de Guotai Junan Securities.
Beijing tiene el calendario de su lado. El otoño y principios del invierno del hemisferio sur son la temporada en que importa soja desde Brasil: hay una ventana de seis meses antes de que empiece a depender de los embarques provenientes de Estados Unidos.
Más allá de eso, los chinos están investigando si pueden comprarle más a Brasil, “Sin la soja norteamericana, otros países como Brasil deberían poder satisfacer nuestras necesidades”, dijo Wen Pengcheng, fundador de Wens Foodstuffs, uno de los grupos de alimento para animales más grandes de China.
El gran riesgo para Beijing es que la guerra comercial suba la inflación algo que siempre evita el partido comunista, dado el potencial de que provoque descontento social. Si bien trasladar entre 5 y 10 toneladas de soja de EE.UU. a Brasil perjudicaría a los agricultores norteamericanos, eso le daría a Brasil mayor poder al momento de fijar precios.
Sin embargo, la consultora TS Lombard estima que un alza de 10% en los precios de la soja subiría la inflación en menos de 0,2%, lo que sugiere que China tiene margen de maniobra.
Beijing también enfrenta presión de su nuevo sector sojero. Cientos de importadores, procesadores, compañías de alimento para animales y productores de carne emplean cientos de miles de personas. La industria está plagada de sobrecapacidad, lo que significa que está en problemas si suben los costos. “Las empresas definitivamente hablarán con el gobierno sobre ésto”, dijo Feng Yonghui, analista de la industria del cerdo.
La única manera de que China deje de depender totalmente de la soja estadounidense sería invirtiendo en regiones nuevas para impulsar la producción de soja. Algunos funcionarios hablaron, por ejemplo, de los países del Mar Negro como Ucrania.
Si busca eso, estaría siguiendo un camino trazado por Japón, que en los años 70 invirtió mucho en Brasil para elevar la producción de soja. Ese esfuerzo en definitiva contribuyó al surgimiento de Brasil como gran productor sojero.
“El gobierno y los líderes de agronegocios seguramente se ocuparán de tratar de crear al próximo Brasil en otra parte del mundo”, escribió Fred Gale, analista del departamento de agricultura de EE.UU. Pero ese plan no ayudará a Beijing en el actual punto de estancamiento al que llegó con Trump.