El Ejército ucraniano abrió en febrero una represa para liberar el agua y frenar el avance ruso. Las consecuencias que sufren los habitantes.
Una inundación suele ser una desgracia, pero los vecinos de Demydiv se sienten orgullosos de haber contribuido a salvar Kiev luego de que el Ejército de Ucrania abriese en febrero una represa para frenar el avance de las tropas de Rusia hacia la capital.
“Esto era como Venecia. A veces también nos movíamos en botes”, relata uno de los vecinos, Volodímir, con esa mezcla de estoicismo y resignación tan propia de los ucranianos.
Las aguas han bajado, pero numerosas casas de esta pequeña localidad de unos 4.000 habitantes al norte de Kiev tienen los sótanos inundados, mientras que los campos colindantes siguen sumergidos o son un lodazal en el que no se puede sembrar nada.
Un camión cisterna va tres veces por semana a traer agua potable porque los pozos se han filtrado.
El plan de Ucrania para frenar el avance ruso: inundar un pueblo
El 25 de febrero el Ejército ucraniano inundó el pueblo junto con una gran extensión de campos y pantanos a su alrededor, impidiendo así que los blindados rusos llegasen a la capital.
Los vecinos de Demydiv han tenido que convivir con un mar de agua estancada que les complicó mucho la vida. Sin embargo, se muestran orgullosos de haber ayudado a defender su país.
“Yo tengo el patio inundado, pero Kiev sigue en pie”, explica Grigori, de 63 años, mientras señala que el nivel de agua le llegó a la rodilla y muestra que su sótano y su pozo siguen inundados.
Para frenar los avances rusos, los militares ucranianos se han visto forzados a volar puentes, destruir carreteras y aeropuertos y, en este caso, abrir una represa.
La estrategia tiene un coste enorme para un país que ya está siendo devastado por los ataques de Rusia. Únicamente los daños en infraestructuras ascienden a unos 90.000 millones de euros, según un estudio de la Escuela de Economía de Kiev.
“Nuestros militares hicieron lo que debieron. Los tanques hubieran llegado a Kiev en una hora”, agrega Grigori, que lamenta haber perdido parte de su cosecha.
“Nos han prometido ayuda, pero supongo que ahora tienen cosas más urgentes”, reconoce.
Aunque algunos vecinos se quejan de la lentitud de las tareas de limpieza y que falte agua potable, el pueblo se ha unido y algunos campesinos han cedido parte de sus tierras a aquellos que han perdido su huerto por la inundación.
Algunos relatan que también han compartido conservas y alimentos, así como el transporte de gasolina y los trabajos de limpieza.
“Un trabajo de meses” para que el pueblo vuelva a la normalidad
Yuri Koshchenko es un trabajador municipal que bombea agua al otro lado de un dique de arena que protege al pueblo de un lago creado por la apertura de la presa. Allí el agua solo deja ver en algunos casos las copas de los árboles.
El dique protege al pueblo, pero está mal aislado y el agua continúa filtrándose por abajo, así que Yuri utiliza una bomba que drena 400 litros de agua por minuto para compensar.
“Esto es un trabajo de meses”, explica poco antes de llenar el motor de la bomba con gasóleo. La represa que se abrió para liberar agua sufrió daños por un ataque ruso y eso impide también que se pueda drenar más rápido el agua allí acumulada.