El enclave fue utilizado por la cultura Tinawaku para realizar ceremonias en las que se arrojaban al agua cuerpos de animales, adornos de oro y conchas.
A unos 15 kilómetros del lago Titicaca, en la zona boliviana, los conquistadores españoles quedaron asombrados ante la ciudad abandonada que se extendía a sus ojos: imponentes edificios de piedra que vislumbraban glorias pasadas, adornados con extrañas esculturas de varios metros de alto que emulaban hombres gigantescos llorando lágrimas acabadas en forma de pez. Maravillados, preguntaron al nativo que les hacía de enlace. Él solo repetía las palabras «Thia wañaku», por lo que llamaron al lugar Tiwanaku. En realidad, el indígena decía en su lengua «es la ribera seca», no nombraba a la ciudad en ruinas.
A pesar de que el mundo occidental conoce desde entonces la cultura Tiwanaku -que ha heredado hasta la fecha aquel nombre erróneo-, se trata de una de las civilizaciones más misteriosas de Suramérica. Se cree que tomando de base aquella ciudad cerca de Tikikaka, se extendió entre los años 1580 a. C. y 1187 d. C a lo que ahora es Bolivia, Perú, Chile y Argentina antes que la famosa cultura Inca, que utilizó la Isla del Sol, en el centro del lago, para sus multitudinarios rituales. Sin embargo, no fueron los primeros: los tiwanaku también usaron aquellas aguas para hacer ofrendas a sus deidades unos 500 años antes. Y se acaban de encontrar los restos de sus rituales religiosos en el fondo del lago.
«La gente a menudo asocia la Isla del Sol con los incas porque fue un lugar de peregrinación importante para ellos y porque dejaron atrás numerosos edificios ceremoniales y ofrendas dentro y alrededor de esta isla», afirma en un comunicado José Capriles, profesor asistente de antropología de Penn State. «Nuestra investigación muestra que la gente de Tiwanaku, que se desarrolló en el lago Titicaca entre los años 500 y 1100 d. C., fueron las primeras personas en ofrecer artículos de valor a las deidades religiosas en el área». Este descubrimiento atribuye a los tiwanaku la primera religión organizada del lugar, donde incluso poseían un puerto.
Pumas, llamas y otros objetos sumergidos
Un equipo dirigido por Christophe Delaere -becario postdoctoral en el Centro de Arqueología Marítima de la Universidad de Oxford- realizó excavaciones arqueológicas submarinas en el arrecife Khoa, cerca de la Isla del Sol. Los investigadores utilizaron el sonar y la fotogrametría tridimensional submarina para escanear y mapear el arrecife. También utilizaron una draga para excavar el sedimento, y midieron y pesaron todos los materiales arqueológicos que descubrieron.
Así pudieron descubrir todo un ajuar religioso que incluía quemadores de incienso con forma felina, restos de llamas jóvenes sacrificadas, adornos de oro, conchas y piedras. Sus resultados aparecen en un artículo publicado esta misma semana en la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS).
«Los hallazgos, y especialmente los quemadores de incienso de cerámica con forma de puma, son significativos porque nos ayudan a obtener una comprensión más amplia del comportamiento ritual y la religión del estado de Tiwanaku, una sociedad que precedió a los incas por varios cientos de años», explica al respecto Delaere.
En esta cultura, el puma era un importante símbolo religioso. Por ello, el incensario y dos placas con la cara de este animal han sido reconocidas como parte de esta civilización. También se encontraron dos medallas de oro con una deidad con cara de rayo, muy relevante para este pueblo. Así mismo, los investigadores han hallado cinco artículos hechos de conchas Spondylus y una concha completa. Los moluscos eran importantes para las primeras culturas andinas, pero son procedentes del Océano Pacífico, no del Lago Titicaca, lo que abre la incógnita de cómo viajaron casi 2.000 kilómetros hasta lo que hoy es Bolivia. Los expertos apuntan a que señalan relaciones comerciales con otras comunidades.
Además, el equipo ha encontrado evidencias de que todos los objetos parecen haberse hecho intencionalmente para ser sumergidos. «La presencia de anclas cerca de las ofrendas sugiere que las autoridades que oficiaron pueden haber depositado las ofrendas durante los rituales llevados a cabo desde botes», afirma Capriles.
Un lugar estratégico en medio de los Andes
Según Capriles, la Isla del Sol probablemente era importante para la gente de Tiwanaku no solo por su belleza natural, sino también por su ubicación única en el centro de los Andes. «Era un lugar estratégico y cargado de rituales. En la Isla del Sol y el Arrecife Khoa, los sacerdotes podrían reunirse para celebrar ceremonias sagradas. Las ofrendas rituales que hicieron aquí demuestran la transición de las sociedades de sistemas religiosos más locales a algo que tenía un atractivo geopolítico y espiritual más ambicioso». Es decir, que cuando la religión de los tiwinaka se expandió desde las aguas de Tikitaka, influyó a culturas posteriores. De hecho, hay expertos que sitúan esta civilización como la «madre» ideológica de las civilizaciones americanas. Aún así, los tiwanaku parecen guardar, de momento, muchos secretos.