El vecino de la ciudad Francisco Rodríguez relató el terrible caso que le tocó vivir con su hermana, que estaba internada en Terapia Intensiva del HIGA. Cuando fue a visitarla, se encontró con que había fallecido y nadie se había dado cuenta. “Mi gran tristeza pasa por saber por qué no tuvo la asistencia correspondiente en sus últimos minutos de vida”, resaltó.
El Hospital Interzonal General de Agudos está en crisis hace mucho tiempo. Los recursos faltan, los reclamos abundan. A eso se suma la impericia de algunos profesionales que realmente son inaceptables.
Así quedó reflejado esta mañana en la 99.9 a través del testimonio de Francisco Rodríguez, quien se enteró del fallecimiento de su hermana en la Terapia Intensiva cuando ingresó en el horario de visita y sin que el personal del lugar se diera cuenta del deceso. En principio, el vecino de la ciudad, señaló: “elevé una nota a la dirección del Hospital el 27 de noviembre. Mi hermana, Mabel Luisa Rodríguez, estuvo internada en terapia intensiva entre el 7 y el 27 de noviembre porque tenía esquizofrenia y depresión. Estuvo 16 años conmigo. Le apareció esta enfermedad cuando falleció nuestra madre y no pudo aceptar lo que ha ocurrido”.
El contenido de la nota señalaba “lo que había pasado en el caso, indicando que durante todos los días concurrí en los dos horarios de visita y a recibir el parte médico diario, con algunos días alentadores y otros no tanto. El día 22 de noviembre a las 12.45 entré en la sala de espera de Terapia Intensiva y a las 13.10 el personal de vigilancia me hizo ingresar al sector”, relató. Luego continuó: “al llegar a la cama 12, donde estaba mi hermana, veo que tenía los ojos cerrados. Comencé a darle besos en la frente, la llamé por su nombre y me di cuenta que no respiraba; su tórax no se movía, su color de piel no era el habitual y un monitor que la asistía se encontraba en color rojo. Mi sensación fue que estaba fallecida. Salí al pasillo y pedí que venga el personal”.
La desesperación reinaba en ese momento, pero los encargados de cuidar a su hermana se dieron cuenta de todo cuando los alertó Francisco, y quisieron disimular la cuestión. “La enfermera me indicó que me retire al pasillo y después llegó el doctor. Pasados unos minutos, salió la enfermera y me hizo pasar a una sala de espera diciéndome que mi hermana no tenía pulso y vendría el doctor. Cuando apareció, me indicó que en la madrugada había tenido una descompesación a causa de la presión arterial y me preguntó si no me habían avisado, obviamente les dije que no”, contó Rodríguez.
Enojado y triste por la situación, dejó en claro lo que pensaba y reiteró que no encontró respuesta: “les dije que esto era una falta de ética y responsabilidad. La respuesta del médico fue mirar hacia el piso y mantenerse en silencio. Hasta el momento desconozco el horario del fallecimiento. Opté por retirarme al encuentro de mi familia, que estaba en la sala de espera”.
La terapia intensiva es un lugar donde los cuidados deben ser mayores, pero no fue así en este caso. “Mi hermana, en los minutos finales de su vida, no tuvo la asistencia adecuada de médicos y enfermeras. Me doy cuenta del desprecio hacia la vida humana y la falta de profesionalismo”, reclamó Francisco. Pero no se quedó quieto y empezó a presentar las notas pertinentes en tres instituciones distintas. Aunque hoy, ocho meses después, nadie le respondió. “Le entregué la nota a la Dra. Sánchez en mano, en ese momento no sabían qué decirme. Me dijeron que el Hospital Interzonal tenía los mejores equipamientos de Sudamérica en Terapia Intensiva, pero les dije que no servía de nada si no tenían personal idóneo para manejarlos. La nota la mandé también a la Zona Sanitaria VIII y al Ministerio de Salud provincial, pero no obtuve ninguna respuesta todavía”.
La impericia de los profesionales ya le había llamado la atención a Francisco en algunas oportunidades: “de los partes médicos diarios, me llamó la atención una doctora que desconocía que mi hermana era discapacitada y que tomaba medicamentos psiquiátricos”, ejemplificó. La intención es que, al menos, alguien admita el error y de una respuesta ante tanta impotencia y desinterés por la vida humana: “todos tenemos derecho a la vida y a la dignidad. No es normal que entre en horario de visita y me encuentre con el fallecimiento de mi hermana. Nadie escuchó un sonido ni vio nada. Mi gran tristeza pasa por saber por qué no tuvo la asistencia correspondiente”.