Una de las máximas figuras del rock argentino, quien asegura que hace 22 años no consume ni drogas ni alcohol, le habla a los adictos en este reportaje a fondo.
Tiene 67 años pero luce como quien tiene un poco más de 50. La entrevista la realizamos a las 10 de la mañana y llega en su moto clásica con una campera rockera, como si recién saliera de algún boliche. Sin embargo, asegura que vive lejos del “reviente” de la noche, a la que nunca más volvió después de dejar de tomar. Eso fue hace 22 años. De físico portentoso y voz gruesa, es muy efusivo cuando habla de la vida pero muy profundo y sensible cuando piensa en sus años de adicción y, sobre todo, en quienes no entienden que “el drogadicto es como un suicida permanente”.
Héctor Starc es una leyenda de la música argentina. Bien podría reconocérselo como uno de los padres fundadores del rock nacional. Se codeó de igual a igual con Lito Nebbia y Pappo Napolitano. En su historia está siempre una guitarra prodigiosa que lo llevó a recibir la admiración de los mejores y su paso por Aquelarre y Tantor.
De origen yugoslavo e italiano (“Mis abuelos nacieron en esos pueblos que según las guerras pertenecían a uno u otro país”), cuenta que no hay un solo compositor en estos días que lo conmueva: “Hay muchos que cantan bien. ¿Pero componer? ¿Alguien que tenga algo que decir? El último fue Fito (Paez) y ya tiene 54”, se ríe.
En una charla con Infobae TV recuerda a Almendra, a Luis Alberto Spinetta, a Charly García (“cuando empecé la recuperación no lo vi nunca más”), pero sobre todo insiste en la necesidad de hablarle a los que consumen droga sin darse cuenta de que hipotecan su futuro.
Aquí, las nueve definiciones más importantes de Héctor Starc y la entrevista completa.
-Para mí estar bien es pasar las 24 horas sin tomar, sin drogarme, sin contestar mal, parando en los semáforos y poniendo la luz de giro.
-Cuando la rebeldía la usás en contra tuyo no sirve.
-Yo creo que el alcohol y las drogas es autodestruirse.
-Un día me tomé un ácido y estuve tres días viendo elefantes verdes.
-Eso me costó perder todo, perdí mi familia, a mis hijas, casi pierdo la empresa.
-Para salir, lo que funciona es el contacto con otros enfermos, que te cuenten su experiencia, entonces ahí se arma como una historia donde uno empieza a recapacitar.
-La cocaína es una cosa tremenda porque todo lo que te da el momento después te lo quita con creces.
-Charly es un genio de esos que nunca más van a aparecer, igual que Luis Alberto.
-Cuando empecé la recuperación me dijeron “andá a la casa de Charly a despedirte y decile que no lo vas a ver nunca más”. Y no lo vi más.
— ¿Te portás bien, Héctor?
— Sí, me porto bien hace muchos años.
— ¿Qué significa portarse bien?
— Llegar a los 67 años como llegué yo y más o menos poder conversar con vos de una manera más o menos normal. Porque yo creo que casi todos los músicos de mi generación tuvimos una vida bastante ajetreada. Y para mí estar bien es pasar las 24 horas sin tomar, sin drogarme, sin contestar mal, parando en los semáforos y poniendo la luz de giro. O sea, hacer lo que tengo que hacer.
— ¿67?
— Sí. Y usar la rebeldía para tocar la guitarra. Porque en otro momento usaba la rebeldía para todo, el famoso rebelde sin causa. Cuando la rebeldía la usás en contra tuyo no sirve.
— Claro.
— Pero es difícil darse cuenta.
— ¿El alcohol o la droga es ser rebelde con uno mismo?
— Y yo creo que es autodestruirse. Yo creo que sobre todo los rockeros pensábamos en un momento ‘qué piola que soy que tomo esto’. Yo me acuerdo, ahora lo veo desde lejos, que dejé de tomar a los 45 años, ya era bastante grandote y todavía a esa edad me comportaba como un chico. Porque lo que pasa es que al adicto se le detiene la vida cuando empieza a consumir. Entonces suponete, yo, mi época, yo me vine salvando hasta los treinta y pico de años porque no me gustaban las drogas alucinógenas, soy un tipo muy activo, me gusta laburar, me gusta hacer cosas, me fumaba un porro y me quedaba escuchando a Bob Marley, un día me tomé un ácido y estuve tres días viendo elefantes verdes. Digo, con esto me muero de hambre. Yo quería ser drogadicto pero no me funcionaba (Risas).
— Vos querías ser drogadicto para ser más creativo pero que te liquidara, ¿no?
— No era para ser más creativo, era para probar todas las cosas que probás. Y bueno, a los 32 años más o menos, que fue la avalancha acá de la cocaína, yo ya tomaba bastante alcohol, descubrí eso y dije esto me lo mandó el Papa. ¿Viste? Yo me pasaba toda la noche sin dormir y a la mañana me bañaba, me afeitaba, me daba un saquetón y salía a calle y era Dios. Hasta que eso me costó perder todo, perdí mi familia, a mis hijas, casi pierdo la empresa. Pero bueno, algunos tenemos un poder superior que nos hace prender la luz de presión de aceite.
— ¿Y cómo fue que se prendió esa luz?
— Mirá, más que nada yo creo que tuve una educación buena y eso no se te va. Yo siempre tengo un gran recuerdo de mi padre. Mi padre me enseñó a no tener deudas. Mi padre siempre decía: “Lo peor que le puede pasar a un hombre es ser jugador o político”, bueno, yo le salí borracho y drogadicto, o sea que cumplí con mi padre (Risas). No, yo sabía que siempre mi manera de comportarme estaba mal, pero me gustaba, pero sabía que estaba mal. Si yo hubiese pensado que eso era genial y que mi vida era genial así, no hubiese salido nunca. Para qué voy a salir si está bárbaro. Pero yo sabía que estaba mal. Sabía que estaba mal y bueno, en algún momento te hace un click, que a muy pocos les hace ese click, la mayoría mueren en accidentes, o de un infarto, y se me hizo ese click y busqué ayuda.
— El click fue personal, de adentro para afuera.
— Sí. No hay ninguna manera de que a vos te salven hablándote. Vos podés hablar con un alcohólico o con un drogadicto 68 millones de horas y no te va a dar bola porque no. Por eso lo que funciona es el contacto con otros enfermos, que te cuenten su experiencia, entonces ahí se arma como una historia donde uno empieza a recapacitar.
— Hablale Héctor al pibe que te está leyendo ahora y que cree que la cocaína es Dios, vos dijiste en algún momento “esto me lo manda el Papa”, y no sabe lo que dice, la cocaína es Dios.
— La cocaína… Mirá, David Lebón que es un gran músico tira unas frases algunas veces bárbaras. Una vez dijo: “La marihuana te quita la voluntad y la cocaína te roba el alma”. La cocaína es una cosa tremenda porque todo lo que te da el momento, después te lo quita con creces. Por ejemplo, el ser humano es una máquina que funciona de una manera, vos te pasás tres días sin dormir y sin comer y después te pasás cinco días durmiendo y comiendo, o sea que todo el metabolismo, todo se hace bolsa, y te quema el cerebro, te quema las neuronas.
La cocaína como todas las drogas y el alcohol es una manera más de ausentarse de la vida y de evitar todo tipo de responsabilidades. Para mí el drogadicto y el alcohólico son como el suicida. Son tipos que tratan de desaparecer de la realidad. Es más fácil desaparecer de la realidad. Yo tardé una hora y pico manejando en el tráfico, me hubiese quedado en mi casa durmiendo. Y así vas postergando todo en tu vida. Es una verdadera desgracia.
Y aparte otra cosa más que tiene la cocaína, para los que no lo saben, es que es una droga muy adictiva porque el efecto dura segundos. Por ejemplo, suponete que nosotros ahora tomamos, que hace tres días que estamos sin tomar, nos tomamos el primer pase y vamos a estar pero geniales, todo bárbaro. Después querés volver a sentir esa sensación y nunca más la sentís. Podés tomar kilos y nunca más la sentís a menos que pares y dentro de tres días empecemos de nuevo. Pero una vez que estás on the road no querés parar, entonces seguís, seguís, seguís, seguís, pero al pepe porque la primera sensación no se siente nunca más.
— Vuelvo al pibe que te está leyendo ahora y que dice ‘ay que vivo, él lo dice porque probó y se fue, aparte yo entro y salgo cuando quiero’. Hay una convicción de que yo entro y salgo cuando quiero.
— Sí. No, eso es totalmente mentira. No, no, no salís cuando querés. Lo que pasa es que el adicto es un tipo que vive totalmente autoengañándose. Yo adoro al tipo este, Favio Posca, lo fui a ver un par de veces, en realidad si vos no tuviste experiencia con las drogas ir a verlo es como que no entendés el léxico. Y tiene un personaje que aparece que es un drogadicto y dice: “Yo tomo los viernes, esto yo lo manejo. Con esto yo hago lo que quiero.” Y yo cuando lo vi dije “la pucha”, me hacía acordar a mí cuando te vienen a recriminar algo.
Yo sé que ahora después de 22 años de estar fuera de la noche, porque nunca más salí de noche, mi vida hizo un vuelco de 360 grados (Risas). Y sé que ahora hay un montón de cosas que son tremendas, drogas sintéticas y todo esto. Pero no hay nada más lindo que ver la vida. Pero siempre se dice que la experiencia es algo que uno… No es la experiencia, ¿cómo se llama lo que vos tomás cuando sos viejo?
— Sí, la experiencia, el aprendizaje de la vida.
— Eso es un peine que te regalan cuando ya te quedaste pelado. Así que cada uno tiene que hacer su experiencia. ¿Viste?
— Pero si tuvieras que aconsejar, si tuvieras que brindar tu experiencia generosamente dirías ‘no, no tomes’.
— No, pero ni loco. Lo que pasa es que vos te vas armando una vida con conceptos y leyes que nada tienen que ver con la realidad. Y aparte, vos te juntás con un montón de gente que está en la misma que vos. A mí lo que más me costó fue integrarme a una sociedad con leyes establecidas que no eran las mías. ¿Entendés? Entonces te vas armando, vos creés que estás en ese mundo. Nosotros me acuerdo que íbamos los martes creo al Roxy, porque como se dice en el ambiente el sábado va la gilada, entonces había un día en la semana que era para los piolas que éramos nosotros. Y yo iba a tocar ahí dado vuelta como un guante que ni sé lo que tocaría, pero el público estaba igual, entonces todos te alababan y con la falopa vos te sentís Dios, no sé si viste Scarface que no lo pueden matar. Entonces yo estaba con la guitarra ahí y todos me decían ‘bien pelado’, y yo me sentía Dios, Jimi Hendrix. Pero porque yo me imaginaba que si entrabas vos que sos un tipo normal decías…
— Qué le pasa.
— Qué está tocando este tipo, acá están todos locos. Entonces vos tenés que salir de eso, por eso te dije lo de la luz de giro y el semáforo.
— Claro.
— Eso es volver a la realidad. El tipo que no pone la luz de giro no va a poder dejar de drogarse y de tomar alcohol. Mirá que taradez parece pero es el ejemplo de volver a un montón de cosas que hacen que la vida sea normal.
— Cuánto y a cuántos se llevó del rock argentino de la generación brillante tuya, porque creo que la generación de ustedes era…
— Sí, yo no voy a hacer más nombres porque habrás leído el famoso reportaje a Clarín donde un periodista sacó fuera de contexto una frase mía, la puso de título y logró una grieta más en el país. Porque a partir de esa nota la mitad de la gente que todavía consume, la que quiere estar en la joda, la que esto y lo otro, me odiaron. La otra mitad de gente, los que ya tuvieron problemas, los que nunca tomaron, hasta me llamaron de la Presidencia para decirme que esa nota servía en cierto modo para ayudar a la gente.
— No importan los nombres, pero digo, hay una generación que…
— Sí, claro, claro. Y hay muchos que han muerto. Bueno, yo voy a decir el nombre de la persona que más adoro, porque aparte se sabe porque en la autopsia apareció que Pappo había tomado. Yo a Pappo lo adoraba. Pasaron once años y yo estoy acá, podría estar tocando con él, podría estar sentado acá. Son cosas que se podían evitar. Y se llevaron a mucha gente y mucha gente quedó hecha bolsa para siempre. Y es doloroso pero pasó en todos lados, en Estados Unidos también fue tremendo. Yo creo que a mí me produce mucho dolor, muchos amigos.
Aparte, yo sé que está mal esto pero todos lo pensamos, decir ‘che, hubiese muerto éste y no precisamente gente con tanto talento’. Pero aparte no solamente por la droga. No sé, murió Fontanarrosa, Caloi, el gordo Rabinovich, toda gente con un talento tremendo. Entonces yo que tengo 67 años, veo que mi generación va desapareciendo. Yo hago un estudio día por día de cómo voy envejeciendo, que un dedo no se me mueve más, que murió Fontanarrosa, que murió Luis, y digo ‘la puta, cómo va desapareciendo’. Y aparte toda gente que creó una cultura tremenda.
— ¿Y cómo vas envejeciendo?
— Con una alegría tremenda y ni pienso en eso, con proyectos. Una vez leí un… Yo nunca fui de leer libros ni esto porque soy muy nervioso y ansioso.
— Qué es esto de que hay que esperar…
— Yo lo más que leí fue una cosa que decía “Printed in Barcelona” y no pude terminar El principito, imaginate. Entonces… Ahí me perdí ¿Qué me preguntaste?
— ¿Cómo vas envejeciendo?
— Cómo vas envejeciendo… Voy envejeciendo con proyectos. Entonces leí una frase de Borges que decía que la persona que no tiene proyectos es una persona sin futuro. B. B. King murió tocando la guitarra a los 90 años, los jazzeros que yo no sé cómo… bueno, muchos murieron jóvenes también por las drogas. Pero yo qué sé, Armstrong, tipos que murieron tocando. Mirá a los Rolling Stones, ahí está el ejemplo más grande de mi vida. Yo uno de los problemas que tenía con el envejecimiento, que era una confusión, es que yo no quería ser un viejo choto, del Ford Falcon con la palanca acá, con el perrito que movía la cabeza, el Ford Falcon Futura con techo vinílico, yo los odiaba, no quería ser como ellos. Entonces la falopa te ayuda, porque yo te cuento que el tipo que se droga no crece, entonces yo estaba convencido, por ejemplo, nunca salí con una mujer de más de 30 años porque yo creía que morían a los 30 años las mujeres. Yo ya tenía 40 y pico pero mi mentalidad seguía ahí. ¿Entendés? Con proyectos no es envejecer. Y una cosa es envejecer y ser un viejo choto y otra cosa es madurar. Mick Jagger tiene 74 años y canta en los Rolling Stones.
— Sí, claro.
— Y es un señor maduro.
— Y es la antítesis del viejo choto.
— Sí, y aparte la gente cree que él y Keith Richards… Ellos no toman nada hace 40 años. Mick Jagger tiene un título en administración de empresas, él maneja a los Rolling Stones desde que tiene 22 años de edad. Él es un CEO de una empresa que se llama Rolling Stones. Podría ser gerente de Coca-Cola. Entonces la gente lo ve a Mick Jagger, y los chicos dicen “no, hay que drogarse, hay que ser como los Stones”. Los Stones son empresarios con guitarras Fender, ¿entendés? Porque si no, no estarían ahí. Si no, no podrían estar. ¿Cómo hacen para estar dos años y pico de gira? Yo estoy totalmente convencido, yo leí todo, yo lo adoro a Keith Richards, leí los libros, vi el documental. Y Keith Richards viene a ser la personificación del reventado, pero por el libro que leí y por cómo se mantiene me parece que es solamente una manera de actuar, como dice Charly. Yo creo que el negocio de los Rolling Stones es que Richards sea un reventado.
— Claro.
— Yo creo que Jagger, que es el gerente, si ve las fotos que sacó en el libro con los nietos y todo le dice ‘no pongas más esas fotos porque perdemos fans’.
— No garpa.
— Claro, porque los chicos adoran a los Rolling Stones por todas esas actitudes de pendejos de ‘nos drogamos, hacemos despelote’. Que es lo mismo que pasó acá con Charly García y Spinetta. Spinetta no logró tener un público muy juvenil y Charly sí, porque Charly sigue siendo el ídolo de los chicos, ‘eh, me tiro por la ventana, rompemos todo’, qué sé yo. Ahora, un tipo coherente, serio, esas actitudes no le gustan, ahí escucha a Spinetta que era un señor.
— Escuchame, Héctor, ¿qué es Charly?
— Charly es un genio de esos que nunca más van a aparecer, igual que Luis Alberto.
— Es Mozart.
— Pero en dos rubros diferentes, Spinetta acá y Charly. Yo siempre les decía, ustedes son como Sandro y Palito Ortega. Charly es Palito Ortega y viste que Sandro siempre fue tratado como un poco más serio que Palito Ortega. Bueno, Charly es una persona… Yo creo que si tengo que hacer una evaluación de mis noches de droga y alcohol, las que no perdí fueron las que estuve con él. Porque aprendí de todo, un tipo muy inteligente, muy educado, culto, con un talento de esos que aparece uno cada cien mil años. Y a mí me enseñó mucho. De esas noches puedo hacer apología de las drogas que valieron la pena (Risas). Pero fueron pocas noches en 10 o 12 años.
— ¿Hoy lo ves? ¿Hoy tenés trato? ¿O nada?
— No, no, yo cuando empecé mi recuperación tuve, cómo se dice cuando vos le proponés una cosa a un tipo pero…
— ¿Propuesta?
— No, tiene otra palabra. Porque el consejo es como demasiado paternal, el consejo es policial, ¿viste? Yo te aconsejaría. Me dijeron andá a la casa de Charly a despedirte y decile que no lo vas a ver nunca más.
— Guau.
— Si no, seguí tomando. Y fui e hice eso. Y de paso, me traje una guitarra para la colección mía (Risas).
— ¿Y te despediste de Charly?
— Sí, fui a la casa y todo.
— ¿Y le dijiste me vengo a despedir?
— Sí, sí, y nunca más lo vi, hace 22 años. Sí, lo he visto un día pero es muy raro que lo vea porque ya mi vida cambió tanto. Y no vi más a nadie. Mis contactos con la música son con muy poca gente, que no consume. Es totalmente inútil estar conversando con una persona que no sabe ni le interesa lo que le estás diciendo.
— Y eso es un tipo que está puesto.
— No, aparte la personalidad, que yo también la tengo, que no se te va por dejar de tomar, es del tipo arrogante, medio que se lleva el mundo por delante, que lo tenés que escuchar a él nada más y cuando vos hablás es como que pasa un auto. Entonces, para qué vas a estar con un tipo así.
Yo me acuerdo que una de las cosas por las que dejé de tomar era porque me cansé de escucharme a mí mismo decir siempre lo mismo (Risas).
— Nada menos. ¿Quién es rock hoy?
— No, no conozco mucho de lo que está pasando hoy. Para mí el 99 por ciento de las cosas que escucho así, en la televisión, lo que escucharías vos o cualquier tipo que no está, es que los que empezamos con el rock nacional perdimos la batalla. Nosotros cuando éramos chicos – digo nosotros aunque yo soy de la segunda, tercera generación- para que exista el rock nacional hubo gente, primero, con mucho talento; porque tenés que tener algo para ofrecer. Y, segundo, con una honestidad y muy aguerridos. Como Spinetta, como Emilio del Guercio, como Lito Nebbia. Porque era imposible que nadie te dé bola; las compañías grabadoras estaban con Palito Ortega, chubi-chubi; Pintura Fresca, chubi-chubi; Los Náuticos; y todo lo nuestro, olvidate. Nos fuimos metiendo de a poquito. Luis tenía 17 años cuando lo paró a la RCA y le dijo ‘no me vas a poner una mina en bolas en la tapa de mi disco, yo hice un dibujo para mi tapa’, al gerente, al encargado o al productor. Hay que tener bolas para hacer eso en el 67, porque un chico de 17 años de esa época no era lo mismo que el de ahora. Pero era Spinetta, ¿viste?
Entonces todos estos tipos que tenían una convicción y una honestidad frente a su proyecto se fueron metiendo hasta que eso empezó a funcionar y salió Manal, salieron Los Gatos, que dentro de todo Los Gatos fueron muy famosos porque eran canciones de Nebbia; no era Manal, que era más complicado; no era Almendra, que era re complicado. También había otro nivel cultural en la sociedad que podía asimilar eso. Vos sacás Almendra ahora y no entienden ni lo que es.
Poco a poco nos fuimos metiendo en esto y yo creo que lo que ahora se llama rock nacional era lo que nosotros combatíamos cuando éramos chicos en los 60. Yo estoy esperando que aparezca el rock de verdad, que aparezcan buenos compositores, que aparezca otro Spinetta. El último que apareció con real talento fue Fito Páez. El otro día me enteré que tiene cincuenta y pico de años, yo lo conocí a los 17 (Risas).
— Uno más que yo, 54 tiene.
— Apareció Cerati, aparecieron otras cosas, pero tan grosas como Spinetta, Charly García o Nebbia hace muchos años, el último tipo que apareció es Fito. Yo hablo de tipos con talento, no de tipos que toquen bien, tipos que toquen bien nos juntamos los dos, ensayamos 12 horas y vos sos Steve Vai y yo soy Joe Satriani, pero eso no es la música. Ahora los chicos tienen mucha información, tienen a su disposición internet, los instrumentos y está lleno de gente que toca bien. Yo todos los días encuentro un tipo que toca tremendo. Pero se juntan cuatro de esos que tocan y dicen ¿Y ahora qué tocamos?
— Claro.
— Y ahí sale el compositor, ahí sale el creador, ¿entendés?
— Héctor, voy a tu casa. ¿Qué escuchas de música?
— Nada, no escucho nada.
— ¿No escuchás nada?
— No, no escucho música, escucho muy poco. Por ahí ahora pongo en YouTube que me compré el aparatito este de Apple para ver. Escucho muy poco, un pibe nuevo que se llama Corey Henry, que es un negro, un negrito que no quiero saber ni qué edad tiene, debe tener 20 años, que toca el órgano Hammond que es mi instrumento preferido. Digo, hay tipos. Pero el tipo cada vez que toca hace un tema de Stevie Wonder o de Michael Jackson.
— No es él.
— Igual es un placer escucharlo. Pero yo, mi generación, no era solamente escuchar, era proponer algo, que haya una… yo el día que escuché Almendra para mí había bajado un ovni, porque era tan diferente, no era parecido a nada, no estaba influenciado por nada. Era una cosa totalmente creativa, porque el que bajó de un ovni fue Luis Alberto. Y eso no lo siento más. Yo hace tanto que estoy en la música que vos me cantás una canción y yo te digo cómo termina, más las de ahora que tienen dos acordes. Y lo lindo de un compositor es no saber cómo sigue. Vos escuchás, por ejemplo, un tema viejo de Billy Joel y está la parte que cantamos pero el estribillo sale de Venus, o de Stevie Wonder o de Michael Jackson que para todos nosotros era un chico disco más o menos y era un compositor tremendo.
Y yo creo que debe ser más difícil ahora para un pibe con talento hacerse conocido pese a que están todas las puertas abiertas y que hay internet y todo porque yo no puedo creer que no haya gente haciendo cosas potables y nuevas, tiene que haber. Y no estoy hablando de Argentina, estoy hablando del mundo. Yo me voy una vez por año a Estados Unidos de vacaciones y una vez la senté a mi mujer porque necesitaba un testigo; le dije: ‘Yo necesito un testigo para que veas que en los Estados Unidos, la capital de todo, la música no existe más’. Le pasé 600 canales y no había una nota de música. Había diez canales de música para teens, de Disney, qué sé yo, y diez canales de negros raperos llenos de merca hasta las orejas. ¿Y la música del país del jazz? La mayoría de los músicos de jazz sobrevivientes viven en París o en Alemania porque en Estados Unidos no tienen futuro.
— Héctor, última: ¿cuál es el sentido de la vida?
— Vivirla, vivirla a pleno. Pero a pleno no era como pensaba yo, vivirla a pleno es despertarse, ver el día, salir con la moto, que eso se lo debo a Pappo, él me enseñó esas cosas. Andar con un auto en la ruta es ver la televisión, andar en la moto es vivirlo.
— Que hermosa metáfora.
— (Risas). Claro, porque vos vas en el auto y es como la televisión, los bichos pegan en el vidrio, y en la moto los bichos pegan en la cara. Por supuesto que uso la moto como un divertimento, no para matarme. Pero es vivir la vida, sentir los olores, todas esas cosas que se van perdiendo. Y se te va aflojando el corazón y como dijo Lebón, el alma, porque a vos sobre todo con la merca, llega un momento que sos un avaro de la vida, no das ni recibís nada, todos tus contactos son a ver si tienen algo en el bolsillo. Y cuando se acaba lo del bolsillo vas al tipo de al lado. Esa es la vida que viví durante unos cuantos años. Ahora tengo una nieta de 23 años, tengo un nieto, yo tengo tres hijas, toda mi vida fueron mujeres, entre las novias, esposas, tías y toda la historia fueron mujeres, y ahora tengo un nieto que va a cumplir 9 meses. Y esas son las cosas que yo no aceptaba o no quería. Era como que todo era una gilada, ¿entendés? “Ey, qué haces con esa bebé.” Y si lo más lindo es estar con tu bebé. Mirá, yo sentí que me empecé a recuperar hace muchos años, yo me compré mi primera casa al dejar de tomar, porque antes tenía tres autos de famosa marca alemana para que todos me vieran, yo criticaba a los conchetos y yo era lo mismo pero con campera de cuero. Yo tenía tres Mercedes, ‘¿Hoy viniste con el azul? No, hoy vine con el de Spinetta, con la campera de cuero, haciéndome el guacho’. Y la mejor sensación que tuve fue cuando barrí la vereda de mi casa, que salí con la escoba, miré la casa y dije ‘uy, tengo una casa y estoy barriendo la vereda, señora, no me tire papeles en la vereda’. (Risas) Esa es la vida.