Con una tasa de contagio cercana al 15% de su población, Egipto es el país del mundo más afectado por esta dolencia. Pacientes, ONG y personal médico se quejan del elevado coste del tratamiento.
Ahmed Hamdi, un cairota de 63 años, espera ansioso recibir una llamada que le confirme que es uno de los escogidos para recibir un nuevo tratamiento contra la Hepatitis C, una grave enfermedad que ataca al hígado y provoca cirrosis. “He oído que es una como una cura mágica, que me puede sanar en solo tres meses después de llevar muchos años sufriendo del virus [de la Hepatitis] C”, comenta ilusionado. En su misma situación se encuentran unos 12 millones de egipcios. Con una tasa de contagio cercana al 15% de su población, Egipto es el país del mundo más afectado por una dolencia que en el valle del Nilo adquiere tintes de epidemia. Cada año se registran unos 165.000 nuevos contagios y mueren unos 40.000 enfermos.
Según el doctor P.R.L., que trabaja en una clínica de la provincia sureña de Assiut, las razones que explican la altísima tasa de contagio que padece Egipto están relacionadas con el uso de material no desechable en los hospitales durante las décadas pasadas. “Se cree que mucha gente se puede haber infectado en las campañas masivas de vacunación de hace algunos años, pues no se solía cambiar la aguja. También se señala la falta de higiene en peluquerías y dentistas. Pero es extraño que en otros países de África con un nivel de desarrollo inferior, la tasa de infección sea bastante menor”, explica P.R.L. , que prefiere guardar su anonimato al no estar autorizado para hablar con la prensa. Asimismo, algunos estudios apuntan como causa el tratamiento de la antiesquistosomiasis, una enfermedad parasitaria presente en las aguas del Nilo, sin usar material esterilizado.
El gobierno egipcio ambiciona erradicar la enfermedad en 15 años. Para ello, cuenta con un nuevo fármaco que ha revolucionado el tratamiento de la Hepatitis C: el sofosbuvir. Algunos incluso han comparado su impacto con el descubrimiento de la penicilina. Este fármaco, administrado durante entre 12 o 24 semanas —dependiendo de la gravedad del estado del paciente— con otros dos antivirales utilizados hasta ahora, ha registrado una tasa de curación superior al 95% en diversos estudios realizados. El tratamiento anterior no conseguía superar el 60%, y encima el proceso era más largo y podía acarrear serios efectos secundarios.
El problema al que se enfrenta el gobierno egipcio es el elevadísimo coste del tratamiento. Gilead, la compañía farmacéutica estadounidense que posee la patente del sofosbuvir —cuyo nombre comercial es Sovaldi— ha fijado un precio de mercado en EE UU de unos 84.000 dólares (71.000 euros) para un tratamiento estándar de 12 semanas que consiste simplemente en la ingestión diaria de una pastilla. Sin embargo, la compañía ha establecido una tarifa diversa en función del desarrollo de cada país. Por ejemplo, en España, que cuenta con cerca de 500.000 personas infectadas, el coste de tres cajas de 30 pastillas es de 25.500 euros.
El ejecutivo egipcio anunció el pasado mes de marzo la conclusión de un acuerdo con Gilead por el que recibiría el producto con un descuento del 99%, parecido al aplicado en otras docenas de países con una baja renta por cápita. Es decir, que el tratamiento de 12 semanas costaría 765 euros. Sin embargo, posteriormente se supo que el envío de dosis a este precio sería bastante limitado. En la primera fase, entre el pasado mes de septiembre y el mes de febrero, debían llegar a Egipto 225.000 botes de 30 pastillas, los suficientes para tratar a 60.000 pacientes. Pero ha habido retrasos.
El mes de octubre se empezó a suministrar sofosbuvir en ocho hospitales públicos del país especializados en enfermedades hepáticas, una cifra que luego se amplió a 21. “Hay que dejar pasar unos seis meses después de terminar el tratamiento para poder certificar que la enfermedad está curada. Por lo tanto, todavía no podemos ofrecer datos del total de enfermos curados”, ha declarado Yahia al-Shazly, portavoz del ministerio de Sanidad, al diario oficialista Al Ahram.
El acuerdo entre Gilead y El Cairo ha suscitado una fuerte polémica, y el prestigioso Colegio de Farmacéuticos incluso lo ha denunciado ante los tribunales. “Para empezar, la transparencia ha sido nula. El gobierno no ha hecho público los detalles del acuerdo con Gilead”, explica Wael Hilal, uno de los dirigentes del Colegio, sentado en su despacho del céntrico barrio cairota de Garden City. “Además, el acuerdo internacional de patentes, el TRIP, permite a los países que padecen una epidemia producir genéricos sin llegar a ningún tipo de acuerdo con la compañía farmacéutica. Es obvio que Egipto se encuentra en esta situación. ¿Por qué el gobierno no recurrió a esta cláusula del TRIP en marzo?”, se pregunta indignado.
Además, Hilal recuerda que la India consiguió un acuerdo mucho mejor, pues Gilead concedió a siete empresas farmacéuticas indias el permiso de producir Sovaldi con un descuento también del 99%. Es decir, que la cantidad de ciudadanos indios que podrán adquirir el fármaco a un coste muy rebajado será mucho mayor que en Egipto. Según ha establecido el gobierno egipcio, el coste aproximado de una caja de Sovaldi en las farmacias sin el descuento gubernamental será de unos 1.600 euros.
Según este joven farmacéutico, la mala gestión del ejecutivo se explica por un conflicto de intereses: las mismas personas las responsables de supervisar los estudios de efectividad del medicamento, son las mismas que negociaron con Gilead, y las mismas al frente de las empresas que comercializarán su venta. “Este sistema es inaceptable. En los gobiernos occidentales, los responsables de cada paso de los pasos de la cadena son personas diferentes. Todo esto huele a corrupción”, espeta Hilal.
A pesar de la limitada libertad de expresión en un régimen autoritario como el egipcio, la presión del Colegio de Farmacéuticos y del Centro Egipcio para el Derecho a la Medicina, entre otras ONG, ha sido capaz de forzar al gobierno a rectificar. Finalmente, el Estado ha concedido el derecho a 19 compañías a manufacturar una versión genérica de Sovaldi. Está previsto que, en un mes, las dos farmacéuticas pioneras pongan a la venta el fármaco superventas a 270 euros. Si bien se espera que, una vez que las otras compañías tengan a punto su producto, el precio baje hasta los 160 euros por caja.
Además del precio, también ha suscitado controversias el sistema puesto en marcha por las autoridades para escoger los primeros pacientes en recibir el medicamento a precio descontado a través de los hospitales públicos seleccionados. Desde el mes de septiembre, pueden inscribirse en la página web del ministerio de Sanidad. Y, hasta el momento, ya lo han hecho más de un millón de personas. Según el ministerio de Salud, “el grado de avance de la enfermedad será la única base para la selección de los que reciben el tratamiento”, sin que el orden de inscripción sea relevante.
Los pacientes se quejan de la lentitud y el exceso de burocracia del proceso. “Mi madre no quería que la apuntara. Decía que ya está vieja y no vale la pena salvarla. Pero he insistido y ya está inscrita. Pero, por lo que he oído, el tiempo de espera es largo. Espero que lleguemos a tiempo”, comenta Ezzat Mahmud, un campesino de 31 años del pueblo de Dewinas, en la provincia de Assiut. “Hay que hacer mucho papeleo. Incluso los afortunados que sean elegidos, deberán esperar meses, a pesar de que su situación es grave”, asevera P.R.L. Por ejemplo, en toda la provincia del Mar Rojo, hasta la fecha solo han iniciado el tratamiento cerca de 30 personas.
“El sistema es injusto y perjudica a las capas más populares. No olvidemos que casi un tercio de la población es analfabeta, y el porcentaje de personas sin acceso a Internet es aún superior”, denuncia Norhan Sherif, una investigadora especializada en salud de la ONG Centro para los Derechos Económicos y Sociales. Además, Sherif censura el hecho de que los pacientes deben sufragarse varias pruebas médicas de su propio bolsillo para que su expediente sea analizado. “Los exámenes cuestan entre 800 y 1500 libras (entre 88 y 166 euros), una cifra muy elevada para las familias humildes. Y la probabilidad de estar entre los afortunados es pequeña”, agrega. El salario mínimo mensual en el sector privado ronda los 80 euros y, en el público, 130.
Salah Sayid, de 35 años, es un campesino pobre del pueblo de Baakur que ha conseguido poder hacerse las pruebas médicas en centro médico por 45 euros. “También he de conseguir varios certificados del Estado para demostrar que tengo pocos ingresos, y así no pagar de mi bolsillo el Sovaldi. Espero que me seleccionen. Probé los otros medicamentos, pero sufro unos efectos secundarios severos. Así que no tengo otra solución”, dice apesadumbrado.
“Es una vergüenza que habiendo una cura barata para una enfermedad tan grave, la mayoría de la población no se pueda ver beneficiada. Y todo por la avaricia de una multinacional. ¡El coste de fabricación del sofosbuvir es de solo 2 dólares!”, espeta Sherif. Por su parte, Gilead argumenta que el coste de su fármaco superventas refleja el ahorro que representa para gobiernos y pacientes respecto a los tratamientos anteriores, más largos y menos eficaces. Este es un nuevo episodio de la vieja batalla entre el derecho a la propiedad intelectual que defienden las farmacéuticas frente al derecho a la vida para millones de personas reclamado por la sociedad civil mundial.
Sin embargo, la suerte de la batalla todavía no está decidida. La semana pasada la Oficina de Patentes de la India rechazó la petición de Gilead para patentar en este país el sofosbuvir al considerar que el compuesto no es suficientemente innovador. De acuerdo con este organismo, el fármaco se parece demasiado a otros ya existentes. La decisión, que podría eliminar los límites impuestos a las compañías indias para la producción y exportación de sofosvubir, se suma a la aprobación de un nuevo fármaco contra la Hepatitis C por parte del gobierno estadounidense, Viekira Pak. Es probable que su comercialización incremente la competencia en el mercado y rebaje el coste de la cura de la Hepatitis C.
Mientras tanto, en las farmacias egipcias ya han empezado a aparecer imitaciones de Sovaldi que se venden por 700 euros la caja. “Es algo completamente ilegal. No tenemos ni idea de cuál es su composición, ni de dónde ha salido. Lo que está claro es que no lo han fabricado las siete farmacéuticas indias que llegaron a un acuerdo con Gilead, porque aún no han empezado a comercializar sus productos”, apunta Wael Hilal.