Este lunes a la tarde las cartas estarán echadas para InSight. Luego de un viaje a Marte de medio año, la sonda de la NASA tendrá sus famosos “seis minutos y medio de terror” en los que deberá desplegar un paracaídas y los propulsores de descenso para evitar estrellarse. Si todo sale según lo previsto, desacelerará a solo 2.24 metros por segundo y posará sus patas amortiguadoras en el planeta rojo.
Otra posibilidad no entra en la cabeza de Tom Hoffman, director del proyecto. “El equipo estuvo trabajando duro por varios años y está listo para este momento. Finalmente podremos poner toda nuestra preparación en acción”, resumió en diálogo con ámbito.com.
La puerta de entrada para la sonda será un rectángulo de 10 x 24 kilómetros. Un objetivo que, en comparación con los 479 millones de kms que demandó la travesía, es para los científicos, en metáfora futbolera, “como hacer un gol desde 130.000 kms”. Durante los primeros 25 segundos de aproximación, InSight desechará su escudo térmico y un minuto antes de tocar el desierto marciano usará su radar para detectar la velocidad y la distancia al suelo.
Pese al optimismo, las incertidumbres existen y están fundadas: solo el 40 por ciento de las misiones enviadas por distintas agencias espaciales al díscolo Marte han tenido éxito. Por eso será importante la precisión para ingresar, pero también factores aerodinámicos, como el arrastre que experimentará la nave, y las variables atmosféricas, como la velocidad del viento y la densidad atmosférica.
Aunque, por las características de InSight la agencia espacial estadounidense tiene un gran punto a favor: pudo elegir una superficie amigable, a la que calificaron como “el mayor estacionamiento en Marte”, las llanuras de Elysium Planitia. Además la nave, que con la carga completa de combustible pesa más de 360 kilos y costó unos u$s 1.000 millones, fue preparada por los ingenieros para aterrizar en una tormenta de polvo si fuera necesario. “Una vez que llegue, el equipo en la Tierra comenzará el proceso para seleccionar las mejores ubicaciones para colocar los instrumentos científicos”, describió el especialista.
La misión buscará estudiar por primera vez el interior del planeta rojo con dos instrumentos principales. El sismógrafo, que monitoreará y analizará las vibraciones del suelo desencadenadas por sismos e impactos de meteoritos. Y una sonda de flujo térmico que penetrará 15 veces más en el terreno que cualquier otro hardware anterior, para determinar con precisión la cantidad de calor que se escapa de sus entrañas.
Para la NASA será un chequeo para medir los “signos vitales” de Marte a través de su pulso (sismología) y su temperatura (flujo de calor). “Los ingenieros se tomarán su tiempo para decidir los siguientes pasos. Y una vez que se hayan colocado los instrumentos, InSight pasará el próximo año marciano (26 meses terrestres) para monitorear esos signos”, señaló Hoffman.
Además, cámaras especiales producirán imágenes en color de alta calidad y, por si esto fuera poco, dos mini naves espaciales bautizadas Mars Cube One, han estado volando detrás de InSight e intentarán transmitir datos y abrir una nueva vía de comunicación con la Tierra.
La importancia de conocer el interior de Marte
Los expertos sabrán en cuestión de minutos si el aterrizaje fue exitoso o no, pero tendrán que esperar más de cinco horas para confirmar el despliegue del equipo. Si todo va bien, podrá transmitir datos casi inmediatamente, que serán escuchados por dos radiotelescopios ubicados en EEUU y Alemania.
¿Por qué investigar el interior de Marte? Hace décadas ya varios informes establecían que debía ser una de las prioridades científicas, y aunque en los años subsiguientes se propusieron varias misiones, ninguna voló con éxito. Por eso la expectativa internacional para este lunes: además de la participación vital de las agencias espaciales francesas y alemanas, que proporcionaron los instrumentos principales, también colaboraron Reino Unido, Austria, Bélgica, Canadá, Italia, España, Suiza y Polonia.
Es que al estudiar el interior profundo de Marte podremos aprender cómo se formaron otros planetas rocosos, como la Tierra y la luna. En definitiva es un pariente cercano, creado a partir de los mismos elementos primordiales, hace más de 4.500 millones de años.
Lo que aprendamos de ese mundo desértico, frío y rocoso podría arrojar luz sobre nuestra propia existencia. Y, sobre todo, será decisivo para cumplir uno de los grandes sueños en marcha en la historia de la conquista del espacio: enviar en los próximos años un explorador humano a la superficie marciana.