La popularidad de vehículos eléctricos y ciclomotores ha hecho que aumenten los accidentes. Los expertos buscan soluciones para los cada vez más frecuentes atascos en esas vías.
La ciudad de Utrecht tiene en su centro el cruce más transitado por las bicis del país: unas 28.000 lo atraviesan a diario, según la Unión Ciclista local. El uso de la bicicleta ha aumentado en Holanda en la última década, y cada ciudadano pedalea unos 880 kilómetros anuales (15.000 millones de kilómetros en total), según la Oficina Central de Estadística. Es sano y mejor para el entorno que las emisiones de CO2 de los coches, pero el éxito ha llenado los carriles de ciclistas que no siempre conviven en armonía. Las bicis tradicionales y las que llevan remolque, o bien una carretilla delantera para niños, ruedan junto a modelos eléctricos y de carreras, además de ciclomotores y carritos eléctricos para mayores o con alguna discapacidad. No todos a la misma velocidad, pero sí al mismo tiempo y con distintos comportamientos. Una congestión que empieza a ser objeto de debate a escala oficial.
El agolpamiento de bicis y el mal estado de algunos carriles, complican los desplazamientos del 90% de los ciclistas mayores de 65 años, según una encuesta efectuada en 2017 por la revista Fietsen 123 (Ir en bici, o bicis, en neerlandés), especializada en rutas por Holanda y Bélgica. Hay aún otro factor que está siendo evaluado por el ministerio de Transportes. Se trata del aumento de los accidentes registrados con los modelos eléctricos, cada vez más de moda. La velocidad máxima permitida en un carril bici —para cualquiera— es de 30 kilómetros por hora y, tanto la policía como la Organización para el Tráfico y el Turismo, han advertido de que “las eléctricas van mucho más deprisa de lo que parece”. En los cinco primeros meses de 2018, hubo 341 accidentes con estas, un 26% más que en el mismo periodo de 2017.
Los conductores de coche están habituados a compartir el espacio con la bici tradicional y ahora tienen que anticiparse más que nunca al paso de las eléctricas, pues, según la policía, “casi el 80% de estos accidentes se producen en zonas urbanas”. En 2017, una cuarta parte de los 206 ciclistas fallecidos iba en las segundas. En el propio carril, por otra parte, las distintas velocidades de todos los usuarios causan cierto estrés. No es lo mismo un progenitor llevando a sus hijos al colegio con una bici con carrito delantero, que un adulto con prisa camino del trabajo o un escolar con amigos. Para aligerar la situación, los asesores gubernamentales barajan la ampliación de los carriles, o bien imponer el casco para el conductor de ciclomotores —no es obligatorio para nadie— y que solo puedan circular por la calzada.
Desde el punto de vista legal, un carril bici puede tener cualquier anchura. Si discurre separado de la calzada, la Unión Ciclista aconseja que no sea inferior a dos metros. Cuando está integrado en la misma, indica que con 1,70 metros de ancho dos ciclistas pueden rodar juntos. De todos modos, “estarán algo justos y mejor sería de dos metros; no olvidemos que a veces es necesario acompañar a un menor”, afirman sus portavoces.
En 2017, un sondeo efectuado por el Consejo Ciclista CROW, que asesora a las autoridades en materia de infraestructuras (contestaron 2.000 personas) señaló que “una cuarta parte piensa que los carriles bici están demasiado llenos”. “Para uno de cada 10 dicha situación supone un problema, pero no todo tiene que ver con el aumento de vehículos de dos ruedas en la misma ruta. La actitud del usuario, por ejemplo, si va en doble fila, muy deprisa o demasiado lento, y si se gritan entre ellos, contribuye al malestar general”. La mitad de los encuestados buscaba en lo posible una ruta alternativa a la habitual en hora punta, y también otra franja horaria.