La controvertida propuesta ha generado una oposición masiva en las calles durante la última semana y el rechazo general de la sociedad hongkonesa.
Según, Antony Dapiran, autor del libro ‘Ciudad de las protestas’, las manifestaciones de Hong Kong “personifican” en cierta manera la “identidad” de la población local hasta el punto de convertirse en una de las “atracciones turísticas” del lugar recomendada por la guía Lonely Planet.
“Los hongkoneses son famosos por su pragmatismo y hay una razón pragmática para protestar en Hong Kong: a menudo funciona. En muchos casos, las peticiones de los manifestantes han sido aceptadas”, asegura el autor.
Entre los precedentes en este sentido, la historia recuerda casos tan similares a la presente crisis como las ingentes movilizaciones que se produjeron cuando el Gobierno local intentó aprobar una norma para criminalizar la “sedición” y la “subversión” contra el territorio continental -lo que se conoció como el artículo 23- que obligaron al jefe del Ejecutivo de aquella época, Tung Chee-Hwa, a desechar ese proyecto y finalmente propiciaron su dimisión en 2004.
Lo mismo ocurrió en 2011, cuando los estudiantes salieron a las calles para reprobar la propuesta de introducir en el currículum escolar del año subsiguiente la denominada “educación moral y nacional” que, según algunos dirigentes de Pekín, era necesaria para que los jóvenes aprendieran a “amar la madre patria”. La medida fue desechada bajo la presión de marchas que reunieron a decenas de miles. Entre los organizadores de aquellas citas figuraba un adolescente de sólo 15 años llamado a convertirse más tarde en el símbolo de la Revolución de los Paraguas: Joshua Wong.
“DIVISIÓN SOCIAL”
Este sábado, el espíritu “irreductible” de la ex colonia recurriendo a la expresión usada por la ‘ex número dos’ de la Administración local, Anson Chan, volvió a anotarse una victoria parcial pero no menos significativa cuando la jefa del Ejecutivo autonómico, Carrie Lam, aliada de Pekín, anunció la suspensión del debate y aprobación de la polémica ley de extradición.
En una rueda de prensa rodeada de una enorme expectativa -decenas de personas asistían en sus teléfonos móviles la retransmisión en directo de la intervención de Lam-, la dirigente reconoció que la propuesta ha generado una profunda “división social” y dijo que era necesario “hacer una pausa y pensar”, en vez de continuar con el proyecto, que pretendía ser aprobado en torno al 20 de junio.
Lam aseguró que no hay ninguna “una fecha límite” para este proceso de reflexión sobre el futuro del proyecto de ley, aunque se negó a aceptar su completa retirada, una exigencia que mantienen los opositores.
El aplazamiento del proceso de discusión de la normativa se puede extender durante muchos meses ya que a finales de julio la cámara legislativa entra en receso hasta octubre y son muchos los analistas que no descartan un escenario como el que se registró el citado 2003: que el Gobierno deje pasar un periodo de tiempo prudencial para no conceder un triunfo absoluto a sus adversarios y decida ulteriormente desestimar la propuesta cuando ya sólo sea un simple recuerdo.
Lam reconoció que no piensa retomar este controvertido asunto durante el presente año y si el Gobierno no lo reactiva antes de julio del próximo año, la proposición pasará automáticamente al archivo de la historia.
MARCHA CONVOCADA
Los opositores, sin embargo, mantienen la marcha del domingo y siguen pidiendo la retirada inmediata del proyecto de reforma legal.
“No es aceptable. En Hong Kong estamos hartos de promesas vacías. Es lo único que escuchamos desde 1997 (cuando la plaza volvió a la soberanía china). Por eso tenemos que seguir luchando en la calle”, afirmaba Jessica Yeung, una profesora de la Universidad Baptista de Hong Kong y miembro del pequeño grupo de activistas que permanecen en huelga de hambre frente al parlamento de la ciudad, mientras Lam seguía hablando en el interior de la asamblea.
Jessica y sus compañeros llevan 87 horas sin probar alimentos, un gesto que pretenden extender hasta las 103 horas para igualar el número de asistentes que reclaman los organizadores de la última marcha contra la ley de extradición, a la que según estos se personaron 1.300.000 personas.
Ninguno de los miembros del sector pro democrático presentes en las inmediaciones de la asamblea legislativa consultados por este diario se consideraba suficiente el gesto de concesión de Lam. Tampoco creían en el paralelismo con el proceso de 2003.
“En 2003 la policía no disparó contra los jóvenes. Desde esa fecha Hong Kong ha cambiado mucho. Ahora parece que el Gobierno local es nuestro enemigo. Parecen meros agentes de China”, argumentó Yeung.
“Hay que añadir más aceite”, le secundó una chavala aludiendo al lema de los más combativos, que utilizan un eslogan en el argot popular que viene a significar “hay que darles más caña”.
“Esta vez es diferente. El Gobierno ha disparado demasiadas balas de caucho. El pueblo de Hong Kong no olvida. Lucharemos hasta el final para que retiren la ley”, había declarado por la mañana Jimmy Sham Tsz-kit, organizador de la manifestación de estos dos últimos domingos.
Tras los incidentes del miércoles y la polémica actuación de la policía, la mayoría de los opositores han sumado ahora a sus peticiones la renuncia de Lam, lo que complica la resolución de este brete.
FUTURO POLÍTICO
Tras eludir hasta siete preguntas que le preguntaron por su futuro político, Lam finalmente respondió de forma indirecta a esta cuestión y pidió que se le concediera “otra oportunidad”.
“Nuestro objetivo es restaurar la calma social. Es cierto que la ley dice que debemos responder al Gobierno central de Pekín pero también al pueblo de Hong Kong. Nunca haríamos nada que fuera ilegal. Incluso si es tu jefe quien te pide hacer algo ilegal, te tienes que negar a hacerlo”, señaló la jefa del Gabinete.
“Todavía tengo toneladas de cosas que hacer por Hong Kong”, añadió.
Su requerimiento no fue bien acogido por sus críticos.
James To Kun-sun, del Partido Democrático, dijo que la dimision de Lam es ahora tan necesaria como poner punto y final a la propuesta legal.
“¿Si no pide perdón, cómo va a discutir con calma la sociedad? Si no dimite, el Gobierno no podrá dirigir Hong Kong y la sociedad no permanecerá en calma. Es algo que tiene que considerar el Gobierno central (de Pekín)”, argumentó el político del bloque democrático.
Para Jessica Yeung, en la historia de Hong Kong incluso las protestas que no consiguieron su objetivo -como la citada revuelta de 2014- sirvieron como “acicate y semilla” de movimientos de más repercusión como las movilizaciones actuales.
“Antes del 9 de junio (fecha de la manifestación que reunió a cientos de miles) era muy pesimista. Pensaba que todo estaba perdido, pero los jóvenes nos han enseñado como recuperar el poder. Vamos a seguir luchando y no permitiremos que Hong Kong sea como cualquier otra ciudad de China”, sentenció.