Así lo expresó esta mañana en la 99.9 Susana López Merino, quien compartió varios ámbitos con el juez Pedro Hooft y su familia. El magistrado se encuentra suspendido, esperando por el inicio de un juicio político por supuestos delitos de lesa humanidad. “Fue un juez que se jugó y actuó en un momento que era necesario actuar”, agregó.
Después de que se diera a conocer la noticia de la suspensión del juez Pedro Hooft y el inminente inicio de un juicio en su contra político por supuestos delitos de lesa humanidad, las repercusiones se hicieron oír en todos lados, con diferentes comunicados y cartas.
Entre ellas, se destacó la opinión de Susana López Merino, destacada marplatense en el ámbito cultural que compartió en tiempos de dictadura militar muchos ámbitos con la familia del juez.
Esta mañana en la 99.9, Merino expresó: “tuve el impulso y el deseo de mandarle una carta a la familia, que no veo de manera habitual; hace mucho que no los veo, desde la Universidad Católica donde Hooft y su mujer cursaban la carrera de Filosofía hasta la cercanía de vecindad. Compartíamos la llevada de los chicos al colegio y demás. Todo en esas épocas tan terribles”.
En medio de ese contexto, quiso destacar algunos puntos que se deben tener en cuenta a la hora de opinar sobre la labor de Pedro Hooft. “Uno estaba enterado de lo que sucedía entonces desde el lugar de ciudadanos. En aquellos tiempos tenía en claro que la acción de Hooft era muy valiente, había comentarios de gente que era salvada por él de la muerte en esos años difíciles. Después no estuve más cerca de ellos, pero sé de muchas personas que ha ayudado desde su profesión”, destacó López Merino.
En medio del cuestionamiento lógico que surge ante la posibilidad de ser sometido a un jury, Susana prefirió destacar lo que conoce del juez: “sé que es una persona de un gran sentido humanitario y de una gran sensibilidad con el otro, por circunstancias que yo misma conozco. En su carrera de Juez ha estado un poco solo, la función es muy fuerte, es difícil juzgar como hombre a otros hombres. En el marco de esa vocación, estuvo muy cerrado a su familia tratando de ser ecuánime”.
Con la dictadura militar como marco, los valores humanos se volvían un bien preciado. Y eso mismo es lo que quiso destacar López Merino en la carta que escribió a la familia: “en esos años los admiraba tanto a él como a su mujer por las metas en la vida que tenían, que eran muy loables y tenían que ver con el estudio, la solidaridad, la humildad y la ética”.
Hubo un hecho en particular que fue especialmente destacado: “en pleno proceso, a Hooft le ametrallaron la casa. Pasamos por la casa y vimos la persiana de los chicos acribillada, se salvaron porque no estaban o porque estaban acostados. Era una época de gran violencia. Fue un juez que se jugó y actuó en un momento en que era necesario actuar, según lo veo”.
La carta de López Merino fue una descarga, un cable a tierra, pero también una manera de recordar cosas importantes para el contexto de los años ’70: “nos echaron a todos de la universidad sin tener un compromiso político, pasamos una época tremendamente difícil y admiré los valores que tuvieron siempre”.