Hoy un 40% de la población mundial tiene más riesgo de exposición a incendios forestales que hace 20 años

El estudio de ‘Science’ demuestra que en Europa hay menos personas expuestas a las llamas pero la concentración de personas en las zonas afectadas es un 42% superior.

A comienzos de este siglo, por primera vez en la historia, la población urbana superó a la rural. Miles de ciudadanos hicieron las maletas y se trasladaron a las ciudades. Con este cambio emerge una paradoja: el número de personas expuestas a incendios forestales ha aumentado un 40% en los últimos 20 años.

Y no es la única vuelta de tuerca: aunque el área total quemada se haya reducido un 26% en el mismo periodo, las llamas afectan más que nunca. Un estudio de la revista Scienceconcluye que, entre 2002 y 2021, la exposición global a incendios forestales ha aumentado en casi 7,7 millones de personas.

«La principal novedad de esta investigación es mostrar que la exposición de las personas a los incendios está aumentando en todo el mundo, y que este incremento se debe sobre todo al crecimiento de la población y a su traslado hacia zonas donde los incendios son más probables», explica Víctor Fernández-García, profesor del Departamento de Ingeniería y Ciencias Agrarias de la Universidad de León, como recoge Science Media Center (SMC).

En Europa, aunque el número total de ciudadanos expuestos disminuyó un 17%, la concentración de personas en las zonas afectadas aumentó un 42%. Esto significa que, aunque no necesariamente haya más incendios en general, los que ocurren afectan a más personas por cada kilómetro de bosque o terreno quemado. En otras palabras, los polvorines empiezan en el monte, y como allí la despoblación campa a sus anchas, no quedan cortafuegos naturales.

Ese que ganaderos y agricultores ayudan a mantener. Las llamas devoran vorazmente el terreno y se acercan a las poblaciones. ¿Y cómo viven esos ciudadanos? Apretados. Por eso, el riesgo es más intenso, aunque el número total de incendios -no las áreas quemadas- no haya crecido al mismo ritmo.

En España la exposición humana acumulada al fuego se situó entre 150.000 y 400.000 personas. En ese mismo periodo, el área total quemada osciló entre cinco y 20 kilómetros cuadrados y en términos relativos, la exposición per cápita representó entre el 0,008 % y el 0,05 % de la población.

ÁFRICA, ‘HOTSPOT’ GLOBAL
A pesar de que los incendios en Norteamérica, Europa u Oceanía suelen llenar los titulares, el verdadero epicentro del riesgo está en África: allí se concentra el 85 % de todas las personas expuestas a incendios forestales en el mundo, principalmente por las dinámicas poblacionales.

La elevada exposición se debe a la combinación de la alta frecuencia de incendios en las sabanas tropicales, el uso del fuego en actividades agrícolas y de manejo de tierras, y la concentración de población en zonas propensas al fuego. Por ello, cinco países africanos concentran más de la mitad de la exposición global. No es la intensidad lo que más importa, sino la interacción frecuente entre población y fuego.

«África emerge, una vez más, como ‘hotspot’ global; sin embargo, otras regiones densamente pobladas, como la cuenca mediterránea o la costa oeste de Norteamérica, también han experimentado algunos de los episodios más dañinos de las últimas décadas», explica José Valentín Roces, investigador del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (IMIB) del CSIC y la Universidad de Oviedo.

El dónde prende la llama es más importante que el cuánto quema. La investigación demuestra que el área total quemada se redujo un 26% en áreas donde antes se quemaban grandes extensiones cada año. Sin embargo, eso no significa que la población esté menos expuesta.

Por ejemplo, la fragmentación del terreno inducida por la creciente presencia humana y la expansión de la agricultura comercial en África redujo el área quemada regional, pero colocó a más personas en zonas con incendios forestales.

Aunque haya despoblación rural en muchos lugares, en África la interfaz urbano-forestal se ha reducido. La Wildland-Urban Interface (WUI) son los lugares donde las casas están justo al lado de áreas que pueden incendiarse fácilmente.

A este combo, hay que sumarle las igniciones humanas. La mayoría de los incendios ya no empiezan después de que una tormenta descargue rayos, sino por la acción humana: colillas vagamente apagadas, cables sueltos, pirómanos o quemas agrícolas descontroladas. Además, el cambio climático ha elevado un 54% el número de días anuales bajo condiciones extremas de fuego, provocando que un incendio pequeño se propague como la pólvora.

De esos incendios intensos, como los que están ocurriendo en la península, los más significativos se localizan en Norteamérica, Oceanía y Europa. Y son mitigables, según el artículo, si existen estrategias.

«En el actual contexto de cambio global y climático, disponer de estimaciones precisas y espacialmente explícitas sobre riesgos, como la creciente exposición humana a incendios extremos, es fundamental para avanzar hacia políticas de planificación y gestión capaces de mitigar de forma efectiva sus impactos sobre la sociedad», indica Roces.

Las limitaciones del estudio
No todas las voces expertas están de acuerdo con el estudio. Para Cristina Montiel Molina, catedrática de Análisis Geográfico Regional y directora del Grupo de Investigación ‘Geografía, Política y Socioeconomía Forestal’ en la Universidad Complutense de Madrid, la investigación tiene «deficiencias graves».

«El artículo identifica la exposición únicamente con las interfaces urbano-forestales (WUI), lo cual es reduccionista, trata este concepto de forma genérica sin definirlo ni considerar su diversidad, y le otorga el mismo significado en todos los continentes pese a sus dinámicas distintas. Además, adolece de rigor metodológico en el manejo de las escalas espacio-temporales, no precisa sus fuentes, ofrece resultados inconsistentes y concluye sin fundamento científico ni aportaciones serias», concluye.