El Gobierno del país presentó hace dos semanas un proyecto de ley que prevé la movilización de los militares para apoyar a la Policía.
El Gobierno del conservador Viktor Orban pisa el acelerador para conseguir cerrar definitivamente la frontera de Hungría con Serbia el 15 de septiembre, que es el plazo que se ha dado. El Ejército se prepara ya para ser desplegado en la valla alambrada de 175 kilómetros que estos días se acaba de construir en la demarcación entre ambos países, según ha anunciado el general Tibor Benko, informa Reuters citando a la agencia oficial MTI. En todo caso, que salga adelante esta medida no va a ser posible antes del día 20, según el propio Orban.
El Ejército «es necesario pero no tendrán la orden de disparar. Tendrán la misma misión que los policías», aseguró a ABC el lunes Bence Tuzson, parlamentario de Fidesz, la formación conservadora que lidera Viktor Orban. El día 15 «tendremos listas zonas de tránsito y una frontera más fuerte. Queremos mandar un mensaje a esta gente para que no lleguen por el campo y lo hagan por los pasos fronterizos».
Según recoge EFE, el nuevo ministro de Defensa, István Simicskó, que asumió este miércoles su cargo tras la reciente dimisión de su antecesor, ha asegurado que pronto se reforzará la vigilancia de la frontera con hasta 4.000 militares. «Enviaremos 3.000 o 4.000 soldados a la frontera, incluyendo reservistas», adelantó Simicsko ante la comisión de Defensa del Parlamento húngaro.
Conscientes de que ese día es el próximo martes, cientos de emigrantes y refugiados apuran estos días antes de que se complique acceder al espacio Schengen. De hecho, Hungría batió este miércoles su récord con 3.321. Casi desde antes de que saliera el sol hasta que anocheció, como comprobó este corresponsal, el goteo de personas no se detuvo. Se les ve caminar a lo largo de la vía del tren que les conduce a los alrededores del pueblo de Roszke (Hungría) desde Serbia, el principal punto por el que están llegando.
Refugiado palestino de Yarmuk
Acompañado de su mujer y sus tres hijas, Yaser, un palestino de 37 años residente en Siria, se lamenta de haber tenido que escapar del convulso campo de refugiados de Yarmuk, a las afueras de Damasco. «Tenía miedo. No sabía cada día si mis hijas iban a regresar del colegio», cuenta a la puerta de la tienda de campaña donde han pasado la noche, a pocos metros de la vía del tren ya en territorio húngaro. Las niñas, de 3, 5 y 9 años corretean alrededor.
«Si el presidente Assad sigue, no habrá paz en Siria», augura este hombre que se ganaba la vida grabando bodas con su cámara hasta que «la guerra obligó a que muchas de esas celebraciones se hicieran a puerta cerrada». «Pero el problema no es solo Assad, sino todo el Gobierno. Nos dicen que contra ellos no podremos vivir».
En lo que va de septiembre son ya más de 22.000 los emigrantes y refugiados que han llegado a Hungría desde Serbia. La mayoría tiene como objetivo llegar a Alemania, donde aseguran que serán bien tratados y tendrán una vida mejor. La mayoría vienen de Siria, Afganistán e Irak.