Científicos españoles y chinos abren la puerta a la extensión de la edad fértil al descubrir los mecanismos que hacen que los ovarios envejezcan antes que el resto del cuerpo.
Si una pareja de veinteañeros saludables, chica y chico, tienen relaciones sexuales cada dos o tres días sin utilizar métodos anticonceptivos, su probabilidad de embarazo rondará el 25% mensual. Al cumplir los 30 años, ese porcentaje empieza a descender muy poco a poco. Aunque el hombre es responsable de alrededor de un tercio de los casos de esterilidad en una pareja, la edad avanzada de las mujeres es actualmente la causa principal, según la Sociedad Española de Fertilidad. A partir de los 35 años, y especialmente desde los 38, la probabilidad de una mujer de quedarse embarazada cae en picado.
La clave de este proceso está en los ovarios, esos dos órganos con forma de almendra que muestran síntomas de envejecimiento prematuro con apenas 30 años. Sin embargo, y pese al interés de millones de mujeres infértiles por tener hijos, la dificultad para estudiar ovarios sanos ha hecho que estos mecanismos sigan siendo un enigma. Hoy, el equipo del científico español Juan Carlos Izpisúa revela los entresijos de este fenómeno y abre “la posibilidad de intervenir y extender el periodo de fertilidad en la mujer más allá de ese límite natural”, según el propio investigador, nacido en Hellín (Albacete) en 1960.
Los científicos han acudido al Instituto Xieerxin de Recursos Biológicos, un centro chino cerca de Pekín que alberga más de 4.000 monos dedicados a la ciencia. El equipo de Izpisúa extirpó los ovarios a cuatro macacas de unos cinco años y a otras cuatro hembras de unos 20 años, unas edades que equivaldrían a 16 y 60 años en las mujeres. El resultado es “el primer análisis a fondo del envejecimiento de los ovarios en el ámbito de una sola célula en primates no humanos”, según Izpisúa, del Instituto Salk, en La Jolla (EE UU).
Los macacos y los humanos se apartaron de un tronco común hace unos 25 millones de años, frente a los 96 millones de años de evolución que separan a las personas de los ratones. “Estoy convencido de la necesidad de estudiar el envejecimiento en primates, si realmente queremos que ese conocimiento pueda trasladarse a la clínica”, defiende Izpisúa, cuyo laboratorio ha logrado en los últimos meses resultados asombrosos, como la creación de quimeras de humano y mono, el cultivo de embriones de mono fuera del útero y la generación de embriones artificiales a partir de una única célula de la oreja de un ratón.
Su equipo ha estudiado 2.600 células de los ovarios de las macacas con un nivel de detalle sin precedentes. Los resultados confirman que el estrés oxidativo —las reacciones químicas dañinas que tienen lugar cuando las células consumen oxígeno para generar energía— desempeña un papel clave en el envejecimiento de los ovarios.
El ADN de cada célula es un manual de instrucciones para construir las proteínas que llevan a cabo casi todas las tareas de la vida. Una molécula intermediaria, el ARN, permite leer el ADN y fabricar estas proteínas. El grupo de Izpisúa ha estudiado todas las moléculas de ARN de cada célula, observando cómo cambia la actividad de los genes en cada etapa de la vida. Los investigadores han observado que dos genes, IDH1 y NDUFB10, poseen propiedades antioxidantes y blindan a algunos tipos celulares del ovario frente al estrés oxidativo. El paso de los años debilita este escudo natural.
Los resultados se han confirmado con células donadas por mujeres que han recurrido a técnicas de reproducción asistida. Los autores creen que estos descubrimientos también podrían facilitar el diagnóstico y el tratamiento de la infertilidad asociada al envejecimiento ovárico, e incluso ayudar a combatir enfermedades vinculadas a este proceso, como el cáncer de ovario.
“Nuestros estudios sientan las bases para evaluar la calidad de los ovocitos [los precursores de los óvulos] y calcular la edad reproductiva de las mujeres”, apunta además Concepción Rodríguez, coautora del trabajo y también investigadora del Instituto Salk. “Conocer la importancia del daño oxidativo puede conducir a intervenciones antioxidantes para proteger el ovario frente al envejecimiento y también al desarrollo de herramientas para rejuvenecer los ovocitos y extender el periodo de fertilidad de las mujeres”, añade la científica. Izpisúa y Rodríguez, además de compañeros de laboratorio, son pareja.
El nuevo estudio es la portada de la prestigiosa revista especializada Cell, con una ilustración de dos monos en un árbol que refleja “una historia clásica china sobre la búsqueda de la fuente de la juventud”, según explica Izpisúa. Los dos científicos españoles firman el trabajo junto a otra veintena de colegas, procedentes principalmente de la Academia de Ciencias China.
“De este trabajo van a salir cientos o miles de proyectos”, aplaude el ginecólogo Juan Antonio García Velasco, ajeno a esta nueva investigación. “El problema de posponer la maternidad no solo es de Europa y EE UU, empieza a ser mundial. Nuestras abuelas nos tenían con 20; nuestras madres, con 30; y ahora las mujeres son madres a los 40. Este estudio abre la posibilidad de detener el envejecimiento de los ovarios o incluso de revertirlo”, opina García Velasco, director de la clínica de reproducción asistida IVI Madrid.
“Los varones producen espermatozoides toda la vida, pero las mujeres nacen con un número determinado de ovocitos. A partir de los 35-38 años, quedan los más defectuosos y aumentan los abortos o los hijos con síndrome de Down”, recuerda el ginecólogo. “Sería el sueño de cualquier clínico: dar suplementos antioxidantes a mujeres jóvenes que no quieren tener hijos de momento, para detener el envejecimiento de sus ovarios. Esta es una investigación con grandes implicaciones sociales, aunque, de momento, es soñar despiertos”, reconoce.