Un grupo de investigadores estadounidenses ha descubierto una sorprendente capacidad para matar células cancerosas en 49 fármacos ya existentes para otras patologías como la diabetes o la inflamación.
Ni en uno ni en dos ni en tres… Un grupo de investigadores ha descubierto una sorprendente capacidad para matar células cancerosas en 49 fármacos ya existentes para otras patologías como la diabetes o la inflamación. Incluso en un medicamento para tratar la artritis en los perros. Así lo señala un artículo que acaba de publicar la revista Nature Cancer.
Se trata del estudio más amplio realizado hasta la fecha con la intención expresa de encontrar nuevos usos a las pastillas de siempre. Memorable fue, por ejemplo, cuando se constataron los beneficios de la aspirina en el corazón o cuando al probar el sildenafilo para la angina de pecho, por casualidad, se identificaron las bondades que hoy dan nombre a la Viagra.
En esta ocasión, nomenclaturas como disulfiram (para el tratamiento del alcoholismo crónico) y lovastatina (para reducir el colesterol) se postulan como posibles opciones contra los tumores en un futuro no muy lejano. Antes, subrayan los propios autores del trabajo, del Instituto Broad del MIT Massachusetts, Estados Unidos), “habrá que realizar más análisis sobre estos 49 medicamentos no oncológicos y después llevarlos a ensayos clínicos para probarlos en pacientes con cáncer”.
Los investigadores probaron un total de 4.518 compuestos del Centro de Reutilización de Medicamentos de Broad en 578 líneas celulares de cáncer humano. Utilizando un método de código de barras molecular conocido como PRISM, que se desarrolló en el laboratorio Golub, se pudieron etiquetar cada una de las líneas celulares con un código de barras de ADN y medir la tasa de supervivencia de las células cancerosas.
El resultado: ni más ni menos que 49 medicamentos indicados y comercializados para otras patologías como la diabetes mostraron una sorprendente capacidad para matar a las células cancerosas. Es decir, no sólo funcionan para reducir el colesterol, la inflamación o la artritis. También parecen tener potencial antitumoral. “Pensábamos que seríamos afortunados si encontrábamos un solo compuesto con estas propiedades”, reconoce Todd Golub, director científico del trabajo y del programa de cáncer en Broad.
Así como la mayoría de los medicamentos contra el cáncer bloquean las proteínas, argumenta Corsello, “estamos descubriendo que los compuestos pueden actuar a través de otros mecanismos como la activación de una proteína o estabilizando la interacción entre proteínas”. No obstante, la mayoría de estos medicamentos no oncológicos mostraron actividad contra el tumor al relacionarse con un objetivo molecular previamente no reconocido. Por ejemplo, el medicamento antiinflamatorio tepoxalina, desarrollado originalmente para su uso en personas pero aprobado para el tratamiento de la osteoartritis en perros, eliminó las células cancerosas al golpear un objetivo desconocido en las células que sobreexpresan la proteína MDR1, que comúnmente impulsa la resistencia a los medicamentos de quimioterapia.
En los últimos años se ha intensificado la búsqueda de nuevas indicaciones para fármacos ya comercializados. Por un lado, se acortan los tiempos, ya que no hay que desarrollar la medicina empezando desde cero. Cabe recordar que desde el descubrimiento de una molécula hasta su llegada al mercado pueden pasar 10 años. Por otro lado, supondría un abaratamiento de los costes. Según los últimos datos, la investigación y el desarrollo de un fármaco supone una inversión de más de dos mil millones de euros.
Además, ahora existe tecnología punta que ayuda a procesar y analizar millones y millones de datos que a su vez conectan entre sí hasta dar con la diana, en este caso, hallando una nueva indicación para una medicina antigua. Con este objetivo, “creamos el Centro de Reutilización de Medicamentos de Broad, que tiene ahora un almacén de más de 6.000 compuestos aprobados por la Agencia Americana del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) o que han demostrado ser seguros en ensayos clínicos”, señala Steven Corsello, el primer firmante del estudio y oncólogo del Instituto Broad en Cambridge, Massachusetts.
Los resultados de este estudio “abren nuevas puertas para analizar muchísimos fármacos en otros modelos. No es lo mismo una línea celular que una persona. Habrá que estudiar las dosis necesarias, la toxicidad, la seguridad…”, apunta Enriqueta Felip, vicepresidenta de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y jefe de Sección del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Vall d’Hebron de Barcelona. Sin duda, “este grupo de científicos es muy potente, su trabajo es muy extenso y lo comparten abiertamente. Al trabajar con fármcos que ya existen, tenemos mucho ganado”.
Además de estos hallazgos, Corsello y su equipo también revelaron nuevos mecanismos y objetivos farmacológicos, lo que podría acelerar el desarrollo de nuevos medicamentos contra el cáncer o reutilizar los medicamentos existentes para tratar esta enfermedad.
De momento, los investigadores estudiarán los compuestos en más líneas celulares de cáncer y su intención también incluye ampliar el número de compuestos.