El Director del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona habló en la 99.9 sobre las conclusiones que sacó al leer las memorias del Comandante de Auschwitz, Rudolf Höss: “era un hombre cuerdo, que sabía lo que hacía. No hubo banalización del mal”, describió.
La actitud de los altos mandos del nazismo es un tema que interesó al Director del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ignacio Morgado Bernal buscando comprender si tenían noción de lo que estaban llevando adelante.
En ese sentido, tomó la autobiografía del comandante de Auschwitz Rudolf Höss para darse cuenta que en ese caso, había un reconocimiento absoluto de todo lo que aconteció y descartó la banalización del mal como eje de la discusión. Desde Barcelona, en la 99.9, explicó que “todo depende de lo que entendemos como banalización, la que no acepto después de haber leído sus memorias, es que hay un cierto desconocimiento del mal que estaba haciendo. Hay un vacío en la interpretación porque al leerla llegué a la conclusión de que sabía perfectamente todo lo que hacía y que sus víctimas estaban sufriendo profundamente. Era un hombre cuerdo, que sabía lo que hacía”.
El momento en el cuál Höss decidió volcar a un papel sus memorias, también es un dato importante porque le sirvió al propio comandante para encontrarle un sentido: “escribió esas memorias cuando estaba en la cárcel de Krakovia esperando que se cumpliera su sentencia de muerte. Trató de defenderse en el juicio de Nüremberg pero no pudo y creo que no tenía demasiados motivos para no decir la verdad. En sus memorias indica que trató de darse razones para entender porque hizo lo que hizo y no lo consiguió porque era una crueldad”, sintetizó Morgado Bernal.
La ideología a veces inicia algo que después no se puede detener y termina escapándose de las manos de aquellos que creen dominarla: “los líderes políticos y militares suelen ser prisioneros de su propia audiencia. Establecen principios, condenan personajes o razas y en el curso de los acontecimientos cambian su pensamiento. Sin embargo, la audiencia a la que inyectaron el virus del odio no son capaces de cambiar. Si los líderes nazis tuvieron alguna duda sobre lo que hacían, fueron incapaces de cambiar porque tenían una presión brutal encima de sus propios jefes”, comparó.
Las repercusiones de su artículo fueron variadas, pero destacó que pocos en el propio Diario El País dedicaron el tiempo a analizar lo expuesto, sino que se centraron en emitir opiniones: “el artículo ha sido publicado en la sección de Ciencia donde no suelen haber muchos comentarios, pero en este caso ha habido más de 400 comentarios sobre el nazismo, la vanalidad del mal y sobre lo que implicaba la Europa de ese tiempo. De esos 400 comentarios, un 10% estaban referidos a los contenidos de mi artículo, el resto fue entrar en una dinámica entre los propios comentaristas sobre el nazismo, la revolución rusa y los nacionalismos actuales”, finalizó.