Un equipo de investigadores del Instituto Karolinska, en Suecia, logró implantar y hacer funcionar esófagos bioartificiales creados en laboratorio a partir de las células madre de la médula ósea del propio animal. El avance supone un nuevo paso en la aplicación práctica de la ingeniería de tejidos.
En un artículo publicado en la revista Nature Communications, los investigadores explicaron que el nuevo esófago es capaz de seguir siendo funcional y de regenerar las conexiones nerviosas, musculares, de vasos sanguíneos y de células epiteliales para mantenerse activo.
La ingeniería tisular, utilizada para fabricar tejidos y órganos humanos en el laboratorio, ya había demostrado su eficacia a la hora de producir vejigas, una tráquea y vasos sanguíneos, además de narices y vaginas. Sin embargo, a pesar de varios intentos, los esfuerzos para cultivar tejido que reemplace un esófago dañado habían sido infructuosos.
Ahora, el grupo que dirige Paolo Macchiarini logró fabricar estos órganos por bioingeniería. Primero, los científicos eliminaron del esófago todas las células de los animales, mediante un proceso que se denomina “descelularización”. Así se dispuso de un andamiaje en el que se conserva la estructura y las propiedades físicas del órgano. Más tarde “sembraron” la estructura con células de la médula ósea de los animales, que tienen baja inmunogenicidad, lo que minimiza el riesgo de reacción inmune y el rechazo del injerto, a la par que elimina la necesidad de fármacos inmunosupresores.
El grupo comprobó que las células se adhirieron correctamente al andamio y en tres semanas mostraron las propiedades del esófago. Los tejidos cultivados se usaron para reemplazar segmentos del órgano en ratas.
Todos los roedores sobrevivieron, y después de dos semanas los investigadores encontraron indicios de los principales componentes en el injerto regenerado: epitelio, células musculares, vasos sanguíneos y nervios.
El equipo confía en que los órganos de ingeniería tisular podrían mejorar la supervivencia y calidad de vida de los pacientes con trastornos esofágicos, entre ellos cáncer, malformaciones congénitas o traumatismos. Las opciones actuales son el uso del propio intestino o el estómago para reemplazar el esófago, pero en pocas ocasiones se obtiene una función satisfactoria.
Este grupo de expertos ya había realizado el primer trasplante de la historia de un órgano artificial: una tráquea creada por un equipo científico de Londres. Se trataba de un tubo que luego fue recubierto con células madre del propio paciente y que podía ser fabricado en cuestión de días.