Se vende en Austria, hay 3.000 ejemplares y un colombiano está detrás para vencer discriminación.
“Esta revista se ha impreso con la sangre de personas VIH+. Ahora el asunto está en sus manos”, advierte en letras color granate la última portada de ‘Vangardist’, una publicación austriaca dirigida a homosexuales, y cuyo fundador y editor es Carlos Andrés Gómez, un colombiano emprendedor que se aventuró hace cinco años en el mundo editorial europeo.
Unos 18.000 ejemplares de la edición de mayo están a la venta en Austria y Alemania, y de estos, tres mil tienen inscrita la advertencia y están cubiertos por una bolsa plástica sellada, que el lector decide si abrir o no, “si romper el sello y ayudar a romper el estigma o no”, aclara Carlos Andrés.
La lógica es tan poderosa como polémica: “Queremos resaltar el tema de la exclusión social a la que muchas personas con VIH positivo se enfrentan, simplemente porque con la enfermedad siguen activos todo tipo de miedos irracionales de infección, aunque es prácticamente imposible a través del contacto social ordinario”, planteó la publicación.
El plan: hallar a tres personas infectadas con el virus, con historias distintas unas de otras, conscientes de la esencial del proyecto y con disposición para donar sangre.
Su sangre se trataría en un laboratorio especializado en el que se descartaría cualquier posible riesgo de infección. Esta se mezclaría con tinta y, con ambas, se imprimirían ediciones especiales de la revista para cumplir una misión: romper los tabú y la discriminación asociados con la enfermedad.
En un principio, la idea sonó descabellada e incluso riesgosa, pero en ‘Vangardist’ entendieron por qué lo que sonaba tan irracional cobraba sentido: “Cuando tocas esta revista te das cuenta de que no puede hacerte daño, al igual que tocar a cualquier persona con VIH tampoco lo hace. Esperamos que esta experiencia pueda, en el futuro, cambiar tu comportamiento, porque todavía hay muchos que no beben de la misma taza de café de una persona VIH-positiva, y ni siquiera estrechan su mano”, sugirió ‘Vangardist’ a los lectores.
Los retos de imprimir ‘Vangardist’
Como era la primera vez que una revista se imprimía con sangre, con sangre de pacientes infectados por VIH, Carlos Andrés Gómez y Julian Wiehl, también fundador de la revista y actual director, no tenían una ruta o manual que les indicara qué hacer y a quién acudir.
Primero, había que encontrar un laboratorio dispuesto y capacitado para tratar la sangre de los donantes, de tal forma que se descartara cualquier posible riesgo de infección. Era evidente que, si bien el virus muere rápidamente al contacto con el ambiente, cualquier lector desprevenido, tal vez influenciado por los mitos que rondan sobre el VIH en el imaginario social, se iba a negar a tocar la revista sin un aval científico.
Sin embargo, la respuesta de muchos laboratorios fue negativa. Solo a través de “viejos amigos de la infancia”, finalmente lograron establecer contacto con la Universidad Médica de Innsbruck, en Austria, la misma que tiene a cargo el análisis genético que permitiría identificar en restos calcinados la identidad de los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos en Ayotzinapa.
Dorothee Holm-von Laer, del departamento de Virología, y Bettina Großlercher, de la sección de Higiene, estuvieron en el proceso de esterilización de la sangre, llamado “esterilización en autoclave”, que consiste en llevar el líquido a temperaturas superiores a los 100 °C por medio de vapor de agua, acción que produce la coagulación de las proteínas de los microorganismos hasta su destrucción, y que para efectos del proyecto de ‘Vangardist’, permitiría la desaparición total del virus en la sangre donada por tres pacientes.
Luego de practicar otras pruebas para descartar cualquier tipo de virus distinto, el siguiente obstáculo fue hallar una imprenta dispuesta a que la sangre de personas infectadas con VIH entrara en contacto con sus máquinas. La respuesta fue predecible. Las grandes compañías rechazaron el proyecto de ‘Vangardist’, y fue solo en un último intento de búsqueda que Carlos y Julian encontraron respuesta.
Se trataba de Forum Donau Druck, un pequeño taller de impresión con el que ya habían trabajado. Aunque el propietario manifestó cierta resistencia en un comienzo, terminó por ofrecerse él mismo para hacer el trabajo en un largo turno de noche.
La idea era que la sangre de tres donantes seropositivos se mezclara conjuntamente y se instalara en las máquinas para inyectarlo en la tinta, instantes previos al momento de imprimir, con el fin de mejorar la visualización del color ‘sangre’.
Cuando lo “técnico” estuvo listo, el siguiente reto fue encontrar a los tres pacientes, decididos a contar su historia en una revista y convencidos de que había que retomar el debate público sobre cómo vencer la discriminación alrededor de la enfermedad y cómo buscar salidas científicas para erradicar el virus.
Tres pacientes dijeron “sí”
Por decisión editorial de ‘Vangardist’, los candidatos debían ser tres personajes con formas distintas de concebir su enfermedad. Uno de ellos tenía que haber tratado abiertamente su condición; otro, tomaría alientos con la idea de la revista para mostrar al mundo sus luchas, y para un tercero, la apertura continuaría siendo un desafío.
La búsqueda entre conocidos culminó el 9 de abril del 2015. Tres donantes dijeron sí a la propuesta de la revista.
Wyndham Mead, de 26 años, homosexual y nacido en California, Estados Unidos, fue el primero. Según contó a la publicación, fue diagnosticado en octubre del 2012 y un año más tarde perdió el miedo y compartió su historia “para iniciar diálogos, cambiar opiniones, aumentar el conocimiento y generar una transformación positiva en la gente”.
Va al trabajo, tiene grandes sueños y ser VIH positivo produjo un efecto inesperado en su vida: “Pienso en cuánto más felices seríamos todos si despertáramos cada día, y dijéramos: Gracias, vida, eres increíble”.
Con el tiempo se ha vuelto insensible a la existencia del “estigma del VIH”, y dice, ha superado en gran parte el auto-odio y la vergüenza y ha entendido que la falta de comprensión del virus es la que conduce al miedo de muchos.
“¿Y por qué iba yo a estar de acuerdo en que mi sangre fuera utilizada para imprimir esta revista?”, se pregunta en ‘Vangardist’. Porque llevar el VIH en las manos, en una revista, es “un acto valiente” que creará olas de conversación acerca del virus, “y esa es la única forma de ver algo positivo en ser seropositivo”, responde.
Wiltrut Stefanek, una mujer austriaca, es la otra paciente que decidió donar su sangre seropositiva para la campaña de ‘Vangardist’.
Según contó a la publicación, llevó una doble vida en un matrimonio enmarcado por la violencia, pero hace 20 años, cuando se enteró de que su esposo estaba infectado y de que le había transmitido el virus, algo despertó en ella: “Entendí lo maravillosa, pero también lo terriblemente corta que puede ser la vida”.
Para ella, en la actualidad, su enfermedad sigue siendo un tabú y, con frecuencia, “la gente susurra acerca de nosotros detrás de las puertas cerradas, mientras los problemas reales no son discutidos”, opina en la revista.
De hecho, cuenta, sostiene una relación con un hombre no infectado desde hace varios años, y aunque las cosas han sido difíciles porque han tenido que enfrentar una gran cantidad de prejuicios, siguen unidos.
Sobre su participación en la revista, considera que por fin existe algo para deshacerse de los mitos de los años 80 y llamar la atención sobre los cambios positivos que se requieren en su lugar. “Tenemos que poner el VIH en la agenda, crear conciencia para este problema y alentar fuertemente la comunicación a nivel sociopolítico”, concluyó en ‘Vangardist’.
Mientras tanto, el tercer donante, un hombre heterosexual, prefirió mantenerse en el anonimato porque la infección es reciente y aún está luchando con el impacto que deja el VIH en su vida.
Sin embargo, según le dijo a EL TIEMPO, cinco días después de la publicación de la revista, fue “fascinante” ver las diversas reacciones de los lectores. “Los muy interesados y orgullosos, así como los gritos ignorantes de disgusto”, dice, pero añade que la razón puede ser la lógica de internet: “todo el mundo puede expresar su opinión sin filtro”.
“Creo que lo más importante es que ha habido respuesta. Ya sea positivo o negativo; simplemente confrontar a la gente con el tema del VIH de nuevo y comenzar una conversación es un buen primer paso. Si la gente comienza a hablar de ello, suelen empezar a pensarlo demasiado”, concluye.
¿Una propuesta “grotesca”?
Otto Sussmann, infectólogo colombiano especialista en VIH, tiene una opinión menos favorable de la iniciativa de ‘Vangardist’.
Si bien la campaña no tiene ningún riesgo sanitario y tiene sentido porque es vigente, también es “grotesca”. “No tiene presentación hacer algo así. Hay otras formas de llamar a un problema. La contaminación por VIH solo ocurre con sangre fresca y se muere muy rápidamente cuando está por fuera de una célula viva. No comprendo qué quieren decir con la impresión de la revista”, asevera.
Sobre los argumentos que sustenta el último número de la publicación, dice que no es que se esté hablando menos del VIH, “lo que sucede es que la gente le ha perdido el miedo, porque hay una falsa sensación de seguridad, de que existen nuevos medicamentos que pueden producir la cura, aun cuando su única propiedad es que pueden llegar a ser muy efectivas en ciertas condiciones y en ciertas personas”.
Para él, en cambio, los gobiernos y la sociedad deberían seguir trabajando en prevención, en evitar que la gente joven se infecte tan temprano, como puede verlo día a día en su consultorio.
“Las autoridades se tienen que meter la mano al dril para hacer una adecuada distribución de condones y para continuar las campañas, también en las pequeñas ciudades; para decirle a la gente que la infección está aquí, que sigue creciendo y que si la gente no se protege, se va a seguir infectando, porque simplemente no existen curas mágicas”, sugiere.
Por último, sobre la estrategia de ‘Vangardist’, que resulta efectiva para los pacientes que participaron en ella, Sussmann opina: “No sé qué hay de ancho y de largo, pero puede ser lo que en el medio llamamos la tercera epidemia, los oportunistas del VIH, los que quieren vivir a través del virus y sacan provecho económico”.
Sin embargo, la convicción de la revista parece ser clara: “Queremos que la gente sostenga la revista y haga internamente una comparación. No hay nada malo en tocarla, en acercarse, en conocerla, como tampoco lo hay en alguien que es VIH positivo”, aclara Carlos Andrés Gómez.