Se trata de la puesta en marcha de un ambicioso programa que busca evaluar la potencialidad maremotriz del mar austral argentino. Ya fueron colocadas las primeras dos en el sur de nuestro país.
El 2 y 3 de este mes, en una ventana de buen tiempo entre tormentas que azotaban a las embarcaciones con olas de cinco metros y vientos de 130 kilómetros por hora, científicos argentinos que viajaban a bordo del buque Lenga, de la naviera Antares, fondearon las dos primeras boyas de un ambicioso programa para evaluar la potencialidad maremotriz del mar austral argentino.
Habían zarpado de Punta Loyola, en Santa Cruz, con la preciada carga que condensa muchos meses de trabajo de más de 50 investigadores y tecnólogos de diferentes centros del Conicet, como el Centro Nacional Patagónico (Cenpat) y el Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), de la Universidad Tecnológica Nacional Regional Santa Cruz e Y-TEC, el centro tecnológico de la empresa YPF, entre otros. También participan la Prefectura y la Armada.
La primera boya, Axys, de fabricación canadiense, se colocó en el interior del estuario de Río Gallegos, una zona que, según se estima, brindaría condiciones casi sin igual en el mundo para producir electricidad renovable y no contaminante por la velocidad de las corrientes marinas. La segunda, Wavescan, de origen noruego y diseñada para aguas profundas, se colocó en Cabo Vírgenes. Ambas contienen instrumentos y sensores que permitirán medir corrientes, olas, mareas y parámetros meteorológicos. Estos datos, tanto como su ubicación, serán registrados vía satélite por el Inmarsat-C y el Iridium.
“Hay tres tipos de energía maremotriz: la producida por las olas, las mareas y las corrientes -explicó Gustavo Bianchi, director de Y-TEC, que lidera el proyecto-. Aquí nos centramos en las dos últimas. Para la Argentina es un hito, porque dejamos de hablar sobre esta forma de producir electricidad para empezar a trabajar en el tema.”
Por su parte, Miguel Galuccio, director ejecutivo de YPF, aclaró que si bien un proyecto de este tipo podría parecer extraño para una compañía petrolífera, que usualmente toma riesgos sólo en la exploración de nuevos yacimientos, este paso es muy importante. “En la búsqueda del autobastecimiento tenemos que perseguir un horizonte mucho más amplio; en este caso, aprovechar la energía del mar”.
La participación del Conicet en este proyecto, que ya insumió dos millones y medio de dólares, es vital: dado que las mejores regiones se encuentran en zonas con ecosistemas sensibles, es necesario tener en cuenta estudios realizados durante décadas por biólogos marinos y oceanógrafos que aportarán sus conocimientos para ayudar a delimitar los escenarios más aptos.
En el segundo semestre del año próximo está previsto instalar una turbina hidrocinética diseñada por Invap para evaluar la eficiencia (el factor de carga) de la producción de energía eléctrica a partir de la fuerza del mar. Según comentó Bianchi, las primeras estimaciones en la zona, donde las corrientes alcanzan una velocidad de cinco nudos, la sitúan en torno del 80%; es decir, que la turbina estaría funcionando ocho de cada diez días. “Estamos explorando no sólo la producción, sino también el almacenamiento de energía -agregó-. Es un proyecto de largo plazo, más de una década, pero esperamos poder proveer un 15% de la energía necesaria para el país con fuentes alternativas. Diez mil megawatts podrían venir del mar.”
Para el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, “en instantes, si se considera desde el punto de vista evolutivo, la humanidad tendrá que duplicar su producción de energía. La única alternativa es aplicar tecnología y este tipo de iniciativas convoca a la mística. Como el proyecto Pampa Azul, invita a un cambio de mirada, a dirigir nuestros ojos hacia el mar. Podríamos llamarlo “energía azul”. Y siguiendo este enfoque, el año que viene estaremos anunciando otro programa, “proteína azul”, sobre acuacultura”.