Quieren saber qué tipo de productos eligen los compradores según el sexo, la edad y otras variables. Cómo será la seguridad de esos datos.
Los supermercados no evolucionaron en las últimas décadas. Más allá de algunas modificaciones menores, una góndola del año 1980 es idéntica a una actual. Y la experiencia de compra in situ también lo es. Pero esto empieza a cambiar a medida que el sector adopta diferentes soluciones tecnológicas.
Amazon es el abanderado de estos avances: en Estados Unidos ya hay almacenes físicos de esta empresa que no tienen cajas y donde no se maneja efectivo ni tarjetas: tienen un sistema que reconoce qué compró el cliente y entonces debitan el dinero de su cuenta.
En este terreno, también conocimos un changuito inteligente que podría revolucionar las compras. Y ahora nos enteramos de un supermercado que instaló lectores de iris en las heladeras, con el objetivo de conocer más a fondo a los compradores.
¿Seguridad? ¡No, datos!
La innovación debutó en enero de este año en supermercados de la cadena Walgreens en Chicago, Estados Unidos. Son cámaras que tienen un escáner de iris, y su función no es la seguridad en las tiendas sino crear perfiles de los clientes y sus preferencias.
Los reportes explican que esta cadena de almacenes no recopila datos personales. O sea, no relaciona su nombre, apellido o cuentas bancarias a los hábitos de compra; considerando en este punto que el sistema no cuenta con reconocimiento facial. En cambio, lo que buscan es disponer de una base de datos con relaciones entre los productos de las góndolas y el tipo de cliente que los compra.
Por ejemplo, si una persona agarra un frasco de mermelada de determinada marca, se vincula aquel producto con el género y la edad del cliente, entre otras variables que reconoce. Así, tanto el supermercado como los fabricantes pueden analizar el desempeño de los productos, saber qué público los prefiere, con qué frecuencia, etcétera. Y en base a esta información tomar decisiones.
Este mecanismo no solo es capaz de saber qué alimentos compra el cliente. Gracias al seguimiento ocular, también recoge información de los productos que observan las personas pero que no ponen en el carrito.