Noruega fue junto con Israel el primer país del mundo en abrir sus fuerzas especiales a las mujeres. Para el ejército se trata de una cuestión de diversidad, no de paridad; destaca la capacidad de anticipación respecto de sus compañeros.
Tradicionalmente, el mundo de las fuerzas militares de élite sólo lo han conformado hombres. Son muchos los ejércitos que restringen, o que lo han hecho hasta hace poco, el acceso de las mujeres a sus comandos especiales. No sin reticencias, Reino Unido aspira a retirar las últimas barreras este año y cuando Estados Unidos anunció el pasado diciembre que había llegado la hora de que sus mujeres pudieran acceder a los comandos especiales, se encendió un debate que perdura, con el rechazo manifesto de los propios rangers.
En 1985, Noruega fue junto con Israel el primer país del mundo en abrir sus fuerzas especiales a las mujeres. Sin embargo, ninguna logró formar parte de ellas al no superar las exigentes pruebas. Por eso, en 2014, creó el único entrenamiento del mundo para formar mujeres soldado de élite. Un proyecto piloto, inicialmente de un año de duración que posteriormente se extendió a tres más, al que llamó Jegertroppen. Literalmente significa la tropa de cazadoras, evocando a las míticas amazonas; sin embargo, jeger en jerga militar se traduce como ranger, igual que el 75 regimiento estadounidense.
Pero “debe quedar claro que nunca ha existido la ambición de crear un pelotón exclusivamente femenino, éste es sólo una experiencia dentro de su formación”, advierte el comandante Vegard Finberg, portavoz del jefe de Defensa noruego. Así, una vez finalizada “son soldados individuales preparadas para formar parte de operaciones especiales”, añade.
Noruega es tras Islandia el segundo país del mundo con menor brecha entre géneros, según el Índice Global que elabora anualmente el Foro Económico Mundial, sin embargo la razón detrás de Jegertroppen no es la paridad, sino la necesidad. Del “hecho de que el Comando Especial de las Fuerzas Armadas noruegas necesitaba mujeres”, explica Finberg. “Necesita todo lo que una mujer puede aportar, como por ejemplo entrar en contacto con la población femenina” del país donde se opera, precisa.
Afganistán evidenció las limitaciones operacionales al no tener mujeres soldados altamente entrenadas en primera línea de combate. La incapacidad de interactuar con la población femenina es relevante en tanto que un aspecto esencial en las operaciones de contrainsurgencia es la formación de lazos con la población local. Así, la exclusión de la mitad de la población limita la recolección de inteligencia, la formación de relaciones y la evaluación de las condiciones en el terreno. Se hace evidente, pues, que del mismo modo que sin mujeres no hay paz, como recalcó la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, sin mujeres tampoco hay guerra (victoriosa).
Como una disciplina deportiva
Las soldados de Jegertroppen aprenden las mismas habilidades que sus compañeros hombres: combate urbano, operaciones antiterroristas, técnicas de supervivencia y a operar tras las líneas enemigas. Lo que se ha ajustado, sin que ningún soldado haya manifestado públicamente su queja, es algún aspecto del entrenamiento como si de una disciplina deportiva se tratara, porque “hay que tener en cuenta que (los aspirantes a soldados de élite) son los mejores atletas, tanto los chicos como las chicas, y hay que verlo en su contexto: la chicas de Jegertroppen están más en forma que cualquier soldado regular del Ejército”, interviene el oficial del Estado Mayor Per Thomas Bøe.
“El motivo que vimos por el que las mujeres no lograban (acceder a la fuerza de élite) era que los hombres pueden caminar distancias más largas con mochilas más pesadas. Es la única diferencia”, explica el comandante. Salvo eso, no hay diferencias entre géneros ni por tanto de entrenamiento y ello “explica que Jegertroppen comenzara en 2014 con 317 aspirantes y finalmente sólo lo lograran 10, que es una cifra bastante similar a la de los candidatos masculinos. De entre 400 y 500, según el año, sólo entre 10 y 15 llegarán a ser soldados de élite”, añade.
Cuando les preguntamos en qué destacan estas chicas, ambos militares lo tienen claro: “En su capacidad de observación y disparo de armas pequeñas”, afirma Vegard. “A la hora de prepararse para grandes acontecimientos o entrenamientos, se ha observado que las chicas se toman más tiempo para estudiarlos, para buscar soluciones y anticiparse al resultado”, explica Bøe. “Las chicas se planifican mejor, están mejor preparadas”, secunda el comandante.
Servicio obligatorio universal
La creación de Jegetroppen coincidió con la aprobación del Parlamento noruego de extender el servicio militar obligatorio a las mujeres, que entra en vigor este verano con un 30% aproximadamente de chicas. De nuevo, es el primer país de la OTAN en hacerlo en tiempos de paz. “No adoptamos el reclutamiento de mujeres porque necesitemos más soldados, sino porque necesitamos a los mejores independientemente de quiénes sean”, proclamó la entonces ministra de Defensa, Anne-Grete Stroem-Erichsen.
Pero éste y la “tropa de cazadoras” no están relacionados, apunta Vegard. “Jegertroppen surge de la necesidad de los comandos especiales, ya tenemos mujeres en las Fuerzas Armadas, un 17%, salvo en las fuerzas de élite. Tenemos policías militares, generales, comandantes de tanques, la primera oficial de submarino”, añade en referencia a Solveig Krey que desde 1995, hasta que la Armada alemana nombró a la suya en 2014, fue la única del mundo.
En el Ejército noruego no hablan de paridad sino de diversidad. “Ésta es obvia porque debemos ser un espejo de la sociedad, dado que somos 50% y 50%. Pero para resolver las misiones complejas a las que nos hemos enfrentado en los últimos 20 años en el mundo necesitamos a las dos partes de la sociedad. Es evidente. Es una cuestión de competencia, de usar toda la disponible. Las fuerzas son más fuertes si puedes solucionar los problemas de diferentes maneras. No es tan difícil. Es difícil llegar pero la idea en sí es bastante fácil, simple”, explica Bøe que lidera el proyecto de reclutamiento universal.
Coincide la joven Siv Tone Kristiansen, que con 19 años forma parte de la Guardia Real. “Chicos y chicas vemos las cosas desde diferentes perspectivas, es bueno que nos tengan a todos. Al ver las cosas diferentes, trabajando conjuntamente, se puede alcanzar la mejor solución”, nos cuenta en la base militar de Huseby, en Oslo. Para ella que el servicio militar sea obligatorio es una cuestión de igualdad. “Creo que es bueno, si en Noruega existe la igualdad de derechos también debe haber igualdad en esto porque juntos podemos ser más fuertes”, explica.
“En mi grupo somos tres chicas frente a 40 chicos, no me importaría que hubiera más chicas”, explica Andrea Edlund, de 20 años. Admite que por ser la más menuda ha pasado por dificultades. “La mochila me pesa un poco, pero escogí esto por mí misma. Sabía que iba a ser difícil pero puedo sobrellevarlo”, prosigue. Por eso sabe que Jegertroppen no es para ella “aunque siento un profundo respeto por ellas”, añade.
Diferentes ejércitos del mundo, que ni Vegard ni Bøe pueden citar, se han interesado por este proyecto piloto que concluye en 2018, cuando será evaluado, aunque todas las chicas que lo superen están “en el sistema y pueden ser reclutadas para operaciones especiales”. Sí confirman que las propias Fuerzas Armadas de Estados Unidos solicitaron información a su mentor, el coronel Eirik Kristoffersen, responsable del comando especial del Ejército noruego hasta 2014.
Noruega es considerada pionera en la experimentación de nuevas prácticas militares. Entre ellas ha suscitado curiosidad, aunque también recelo (despachos de la Alianza incluidos), la implantación de barracones mixtos. “Lleva en práctica ya varios años”, explica Bøe, “la mayor parte de las Fuerzas Armadas tiene dormitorios mixtos. Y de lejos (su implantación) ha sido un éxito. Tenemos muchas investigaciones al respecto pero lo básico es que en esta situación los chicos no son tan pueriles, y lo mismo ocurre con las chicas. Se mimetizan mentalmente y acaban tratándose más como hermanos que como potenciales parejas”.
Tanto Edlund como Kristiansen se sienten cómodas en ellos. Si para la primera “no supone ningún problema” por considerarlo como natural, la segunda insiste en que ” te conoces mejor cuando convives. Cuando estás fuera, compartimos tienda, por qué deberíamos hacerlo allí y no aquí. Es mejor que estemos juntos todo el tiempo para aprender a comunicarnos y trabajar mejor juntos”.
Ese fue, de hecho, el principio detrás de la idea: “En el día a día operan juntos en el terreno: mismo vehículo, misma tienda, misma patrulla… Pensamos ¿por qué separarlos cuando vuelven a la base? Y ha funcionado, según la última encuesta el 98% estaba de acuerdo”, explica Bøe sobre estos barracones que, en cualquier caso, no son obligatorios ni incluyen cuartos de baño.
Pero como dice el comandante Vegard: “Al final, el mayor escepticismo viene de los oficiales con más edad, no estamos acostumbrados”. Lo corrobora Bøe, quien insiste en que antes de su implantación había más “incidentes” mientras que defiende el acercamiento actual por ser más “sano”, ya que para los nuevos reclutas se trata de algo natural.
Por eso, el Comando Especial noruego también espera que en unos años, gracias a Jegertroppen, sea normal que las mujeres aspiren a unirse a las fuerzas especiales, y que “estén tan bien preparadas que puedan llegar a lo más alto”, concluye Vegard. Entonces, el mundo de las fuerzas militares de élite ya no será sólo de hombres.