Tengo 60 años: he vivido varios ciclos de innovación y he tratado de sacarlos del laboratorio para mejorar nuestras vidas. Debemos acortar la espera entre la solución científica a un problema y su universalización. Soy de Boston: el mal tiempo nos ayuda a investigar. Estas elecciones me han avergonzado.
He pasado mi vida intentando convertir la investigación en soluciones médicas entre los laboratorios y los hospitales de Boston…
…Que se encuentran entre los mejores del mundo.
…Y, sin embargo, los pacientes aún siguen sufriendo problemas que hace tiempo que la ciencia ha solucionado, pero que nadie se ha molestado en poner en el mercado.
¿Los investigadores carecen de incentivos para comercializar sus resultados?
Viven en su mundo, que no siempre es el de los enfermos. Por eso fundamos el Centro de Integración de la Medicina y la Tecnología
(Cimit), porque queríamos que nadie padeciera de forma absurda males que ya tienen solución tecnológica pero que todavía no han llegado a los pacientes. Y hay muchos.
Por ejemplo.
Uno sería el de millones de epilépticos que viven angustiados por adivinar cuándo y dónde sufrirán el próximo ataque, y es una angustia innecesaria, porque en los laboratorios ya se han descubierto y perfeccionado tecnologías no sólo para anticipar un ataque, sino para impedir, una vez detectado, que se produzca.
¿Y por qué no se distribuyen ya entre los enfermos?
En eso estamos. Se trata de una especie de cascos con electrodos que detectan cuándo el enfermo va a sufrir el ataque y que se puede combinar con un estimulador del sistema nervioso que puede evitarlo.
¡Es maravilloso! ¿Cómo lo venderán?
Buscamos modos de hacerlo compatible con la vida cotidiana: tal vez en forma de gorras especiales… En fin, son problemas que no se plantea el investigador, pero que alguien debe resolver para ayudar a la gente.
Además están las licencias, regulaciones, patentes: el complejo marco regulatorio.
Por eso nosotros empujamos en todos los eslabones de la cadena de innovación para que lo que descubren los científicos llegue cuanto antes a los enfermos.
¿Y no ganan un dinerito, también?
Yo ya lo ganaba cuando cobraba buenos bonos comercializando innovaciones clínicas. Pero lo que hago ahora para el Cimit –sin bonos– es mucho más gratificante.
¿Por qué?
Anteayer llegué a casa y le conté a mi familia que había conseguido que miles de niños enfermos sufran menos.
Eso sí que es un logro: ¡Enhorabuena!
Lo que hacemos es buscar un buen problema en la calle, entre los enfermos y en los hospitales y buscar una solución que a menudo ya está en los laboratorios. Al dolor, por ejemplo.
No veo por qué debe sufrir un niño.
Es lo absurdo, que la investigación ya ha encontrado soluciones mejores para el dolor que la morfina, pero sigue siendo habitual –en sus múltiples variantes– en los hospitales.
¿Por qué ya no sirve la morfina?
Uno de sus muchos inconvenientes es que a veces le cuesta hacer efecto a la primera y, por eso, no es extraño que a veces se administren sobredosis. Además, es muy adictiva.
Un enorme riesgo para los anestesistas.
Y hoy ya tenemos alternativas mucho mejores, pero nos cuesta que se generalicen.Le diré otro problema con solución, pero aún sólo en el laboratorio: la incontinencia urinaria.
Es delicado…Y desagradable.
Hágame un favor: publíquelo. Yo empecé a buscarle remedios en el laboratorio para niños y mujeres tras el embarazo y me di cuenta de que había miles de hombres que la sufrían humillados en silencio. ¡Y hay soluciones tecnológicas sencillas! Y las vamos a generalizar.
Los medios publicamos el descubrimiento, pero no si llega a la gente ni cuándo.
Se dan premios a la investigación y es estupendo, pero habría que dar también a quienes la convierten en soluciones universales para mejorar la vida de millones de personas.
¿Cuál es su problema favorito?
Ahora mismo, la mayor causa de muerte en EE.UU. entre los 1 y 49 años son las heridas mal curadas. Nuestra traumatología es deficiente.
Eso es que la atención primaria falla.
Eso es que no hemos invertido en formar a personal de ambulancias o en dispensarios. Así que tu vida o tu muerte dependen de dónde sufres un accidente. Si estás cerca de un buen hospital, sobrevives, como las víctimas del atentado del maratón de Boston. Si el atentado hubiera sido en un pueblo del Medio Oeste, habrían muerto más del doble y muchos más estarían paralíticos.
Me temo que aquí nos pasa lo mismo.
La atención médica está centrada sólo en los hospitales, pero, ahora, para mejorarla deberíamos formar especialistas en el territorio.
¿Usted ya tiene alguna propuesta?
Los mejores expertos de primeros auxilios ahora están en el ejército: son los que vuelven de Irak o Afganistán. Hemos iniciado un programa para integrarlos cuando regresan en las redes de primeros auxilios.
Es una buena línea de trabajo.
También colaboramos con el doctor Parrish, descubridor de las aplicaciones del láser a la medicina, y con otro gran invento del MIT, el OTC, la tomografía de coherencia óptica, que ha costado 20 años universalizar, pero que hoy salva vidas en el mundo evitando penosas biopsias a millones de pacientes.