Quien fuera una de las víctimas de abuso del sacerdote Fernando Karadima señala que el Pontífice tiene que actuar con gestos concretos.
Las palabras sobre la “vergüenza” y el “perdón” que el Papa entregó en La Moneda no llegaron a José Andrés Murillo, director de la Fundación para la Confianza y una de las víctimas de abuso del sacerdote Fernando Karadima. El discurso, para Murillo, debe ir acompañado de gestos concretos.
¿Les parecieron suficientes las palabras de perdón del Papa?
Como director de la Fundación para la Confianza, donde llevamos mucho tiempo trabajando con personas que son víctimas, nos parece que el Papa tiene hoy todo el poder del mundo para suspender o remover a todos los sacerdotes sobre los cuales haya al menos una sospecha de que hayan abusado sexualmente de un niño o niña. También, cuenta con todo el poder para remover a todos los obispos y superiores de congregaciones que no han hecho lo suficiente para prevenir el abuso, incluso lo han encubierto. El Papa tiene todo ese poder, y si las palabras de perdón, de dolor y de vergüenza no van acompañadas por acciones concretas, no valen nada.
¿Este mensaje no repara en nada el mal causado?
Las palabras no tienen que ser reparatorias, lo que se espera son acciones. Estas palabras del Papa no son primera vez que las dice. No es primera vez que pide perdón, que tiene lágrimas y vergüenza: aquí, repito, las palabras si no van acompañadas de acciones, no valen nada y eso esta súper claro. No se trata de que sean suficientes o no, las palabras no sirven si no son acompañadas de acciones concretas.
Y en base a eso, ¿qué le parece que en la misa del Parque O’Higgins haya estado el obispo Fernando Barros?
No es solo una contradicción, sino una agresión sobre todo a la gente de Osorno, que pide contar con un obispo legitimado de manera ética para poder liderarlos. Es una comunidad que busca un obispo que los acompañe y no uno que los trate mal, que además no los representa para nada. Además, el obispo Barros ha sido cuestionado por ser una de las manos derechas de Karadima, donde pasa de ser víctima a cómplice de los abusos sexuales y eso es lo que debiera el Papa tomar en cuenta para removerlo, y el no hacerlo, y decir que está muy herido por el abuso sexual infantil y dar señales agresivas a personas que piden mayor transparencia, no es solamente contradictorio, sino agresivo.
¿El hecho de que haya pedido perdón en La Moneda, y no en el Parque O’Higgins, por lo menos le parece potente?
Me parece que es una señal de relaciones públicas, de marketing más que de políticas reales de transformación. Esperamos que no haya ningún nombramiento de algún superior, congregación, diócesis y que esa persona no solamente tenga una hoja de vida intachable, sino que haya demostrado públicamente un trabajo transparente en la protección de los niños.
En la última semana se habló mucho sobre los casos de abusos que se vinculan a sacerdotes. Se estableció que era una cifra cercana a las 80 personas, pero la Iglesia nunca se hizo cargo de esas cifras…
Me parece que es grave que una organización tan grande como la Iglesia Católica, donde su trabajo está directamente relacionado con niñas, niñas y jóvenes, con gente vulnerable, no tenga una política de tolerancia cero. Por ejemplo, hoy, tal como el Presidente (de EE.UU.) Trump tiene el botón rojo de las bombas, el Papa tiene el botón rojo para sacar a los cardenales y obispos que no han sido transparentes, en este momento.