El soldado que participó del denominado “Combate de Manchalá” donde 12 conscriptos lucharon durante horas con casi 120 guerrilleros del ERP que los atacaron en mayo de 1975 indicó que se han hecho los esfuerzos necesarios para borrarlos de la historia: “ningún gobierno civil ni militar se acuerda de nosotros, hemos pasado al olvido“.
Muchos hechos a lo largo de la historia son cuidadosamente escondidos del conocimiento público cuando hubo defensas por parte de las fuerzas militares en años de guerrilla armada de nuestro país. El combate de Manchalá, en Salta fue uno de ellos y allí 12 soldados conscriptos lograron detener a un grupo de 117 militantes del ERP que los atacaron para matarlos.
Uno de los sobrevivientes del hecho es José “Pepe” Romero que contó toda la historia a través de la 99.9 sobre aquella jornada que marcó su vida: “nos habían mandado a Tucumán a realizar acciones cívicas por orden de la presidenta Isabel Martínez. El 13 de mayo de 1975 estábamos en el paraje Manchalá y había tres soldados que estaban terminando una obra en una escuela rural. Llegaron tres personas al lugar y dicen que querían jugar un partido de fútbol con nosotros. Cuando nos estábamos preparando, vuelve uno y le pregunta cuantos equipos teníamos al Principal Lastra que estaba ocasionalmente ahí. Él le respondió que teníamos para tres equipos de fútbol completos y nos quedaban suplentes. Dieron media vuelta y se fueron”, recordó.
Ese hecho, ya los preparó para lo que se venía: “en ese momento, Lastra me dice que vaya a correr la voz a todos los soldados para que estén con casco y estén siempre atrás de un árbol o cúmulo de arena porque habían venido a saber cuántos éramos y nos iban a atacar. A la hora que habíamos pautado el partido, pasa una camioneta, para frente de la escuela, se baja una persona vestida de verde con birrete igual que nosotros. Con el fal recortado manifiesta “milico hijo de puta” y hace una ráfaga tratando de cubrir toda la distancia. Ahí cae Rubén Segura herido en el muslo, cae Víctor Villalba con una herida leve en la rodilla y empieza el combate”, recordó.
Fue larga la historia y el tiempo se hizo lento ante el asedio que padecían, pero Romero lo contó con mucha sencillez: “estuvimos dos horas combatiendo de manera tremenda. Éramos en total doce soldados. Ellos tenían apostadas dos personas más a cada lateral de la escuela, era un frente de ataque bastante numeroso. Se combatió hasta las 11 de la noche. Pasada una hora, el jefe de grupo le dice a un soldado “andá y escapate” para llegar a Famaillá que estaba a 20 kilómetros. Sube al unimóvil y le disparaban, lo intentó de nuevo y dio marcha atrás. Cuando hizo 10 metros lo volvieron a barrer y queda colgado en un tubo de cemento. El soldado baja del camión, recibe dos impactos en la ropa y llega a la escuela como pudo diciendo “estamos hasta las bolas”. Había tres camiones, eran 117 personas porque habían copado una finca a unos kilómetros del lugar. Ellos tenían la idea de llegar a Famaillá y tomar el pueblo, ellos eran la logística porque se reunían con otro grupo que venía de Córdoba y los esperaban con el armamento”.
Fue todo una gran casualidad, pero el combate tuvo lugar y la resistencia que ofrecieron fue estoica porque había no sólo inferioridad numérica, sino también en elementos para combatir. Eso no los amedrentó a pesar de lo incipientes 20 años que tenían: “nos encontraron circunstancialmente. Ellos optaron por retirarse porque la resistencia fue total. A la hora de haber empezado el combate, nos gritan que nos rindamos. El jefe nuestro les dicen “avancen hijos de puta, acá nadie se va a entregar”. Nos salvó Dios porque se acercó un camión del ejército donde venía el chofer, un suboficial y un custodio que nos traía la merienda. El adversario pensó que eran refuerzos de efectivos. Se armó entonces otro frente de combate, a 50 metros de la escuela y nos favoreció a nosotros. Además, no teníamos proyectiles, no quedaban 10 u 8 por si había un ataque final”.
Fue una larga tarde-noche hasta que finalmente esos soldados pudieron sostener la posición y obligaron al enemigo a retirarse: “a las 12 de la noche terminó el combate y la gente de Famaillá nos vino a buscar pensando que se nos había roto el vehículo. Cuando se dieron cuenta que habíamos sido emboscados, nos vinieron a buscar y ahí terminó toda la historia”.
Si bien hoy lo cuenta con orgullo, todo lo sucedido después es lo que hace que la bronca circule por las venas porque los han tratado de borrar literalmente de la historia: “cuando terminó el combate, besamos la bandera para despedirnos de la compañía porque la habíamos defendido. Al año nos dieron de baja, hicimos nuestra vida y posterior a ello, en reconocimiento a esa gesta se hizo un monumento de piedra que rezaba “Combate de Manchalá” dentro de las instalaciones del Ejército en Salta. Ese combate hizo que el ERP perdiera mucho material y evitó un ataque mayor en Famaillá como lo habían programado porque iba a ser una masacre. Se salvaron vidas civiles, militares y del contrario”.
Las complicidades políticas llevaron a que ese monumento fuera retirado y hoy sólo quede la voz para mantener vivo ese episodio: “posteriormente, un concejal presentó un proyecto para sacar el monumento porque tenía un cóndor en la punta que era la insignia del soldado de montaña. Se lo tomó de otra manera y dijeron que había que removerlo. El gobierno provincial y luego el nacional, decidieron que se debía sacar. Quedamos en el ostracismo. Ningún gobierno civil ni militar se acuerda de nosotros, hemos pasado al olvido. La Patria tiene muy mala memoria”.