Uno de los padres de la Constitución ucraniana y ex miembro del Tribunal Supremo lidera una agrupación militar con docenas de magistrados que defienden la capital de su país de las oleadas de AUV rusos.

Durante el día, Olexander Dzyuba, de 50 años de edad, se calza la toga azul y se ve obligado a lidiar con traficantes de drogas, abusadores sexuales o ladrones. Lleva 25 años desempeñándose como juez de primera instancia en un tribunal de Kiev, la capital ucraniana.
«Se me acumulan los casos», sonríe al señalar la pila de papeles que se acumulan en el suelo de su oficina.
Dzyuba exhibe un diploma en Cibercriminalidad emitido por el FBI de EEUU y también se muestra orgulloso de ser el entrenador del equipo de fútbol de los jueces de su distrito.
Lo de incorporarse a la agrupación Mriya es más reciente. Se unió hace dos años. «Me contaron otros jueces que existía esta unidad y yo quería defender Kiev. No podía permitir que la gente tenga que pasar la noche oculta en el metro», comenta. Mriya forma parte del entramado de unidades de Defensa Territorial que llevan meses defendiendo la capital de los continuos embates de los Vehículos Aéreos No Tripulados (AUV) rusos, que cada vez incrementan más el ritmo de sus acometidas.
«Me contaron otros jueces que existía esta unidad y yo quería defender Kiev. No podía permitir que la gente tenga que pasar las noches ocultas en el metro», comenta.
La imagen de Dzyuba acomodado en la pequeña sala de justicia contrasta con la del otro Dzyuba, el combatiente asignado a un todo terreno equipado con una ametralladora, que horas antes hacía uno de los habituales turnos nocturnos para vigilar los cielos de la capital ucraniana.
El juez comparte turno en esta ocasión con otros tres miembros de Mriya: Valentyn Kushnarenko, de 45 años; Vitaly Druch, de 38 años; Y Olexander Zholak, de 60.
El primero trabaja en el metro. El segundo, en una empresa de seguridad y Zholak es un empresario.
«Sí, cada día al terminar nuestra guardia nos quitamos el uniforme, nos limpiamos el sobaco y nos vamos a trabajar», comenta uno de ellos entre las carcajadas del resto.
Son las 10:00 de la noche y la pantalla del Ipad anuncia una primera incursión de drones. En esta ocasión, sin embargo, van hacia Sumy, en el norte del país. El cuarteto se ha instalado en medio de una foresta al norte de Kiev, que comparten con otras unidades militares.
El armamento del que se ha dotado «Mriya» es un reflejo del esfuerzo colectivo que caracterizó la defensa de Ucrania desde los primeros albores de la ofensiva general rusa del 2022. Los integrantes de la unidad han recuperado toda suerte de viejas reliquias de otras eras. Desde una ametralladora Maxim, que se inventó en el siglo XIX, a las M2 Browning -que se popularizaron en la Segunda Guerra Mundial o el conflicto de Vietnam- que han colocado por parejas o las tradicionales Dushkas que fueron norma en el ejército soviético.
«Son viejas pero pueden derribar drones y cuestan una fracción de lo que vale un misil», apunta Olexander Dzyuba.
La creación de «Myria» fue obra de Serhiy Sas, un togado de 67 años que fue miembro del Tribunal Constitucional de Ucrania hasta que pasó al retiro, y antes ejerció también como diputado.
El emblema de su unidad es un guiño al que fuera el mayor avión de carga del mundo, construido por la Ucrania que entonces formaba parte de la Unión Soviética y destruido por los herederos rusos de esa entidad. «Mriya» significa «sueño» en ucraniano. «No puedes destruir un sueño», se lee en la bandera que adorna la entrada de las oficinas militares que ocupa el responsable de la agrupación.
«Rusia destruyó el mayor avión del mundo pero nuestro sueño es la victoria», indica el ucraniano, sentado en su despacho.
Sas, que también participó en la redacción de la Constitución ucraniana, ha estado luchando contra los rusos desde las primeras jornadas de febrero del 2022, cuando el ejército del país vecino lanzó su ofensiva general. Tras dejar a su familia en la retaguardia, retornó a Kiev junto a su hijo y el mismo 28 se alistó en la llamada Defensa Territorial.
La decoración de su oficina es el resultado del popurrí que ha suscitado el antiguo desempleo de la sala -una antigua clase de música- y la presente situación de Ucrania, sumida en la guerra. De ahí que lo mismo guarde una guitarra eléctrica, un piano o un violonchelo, que vainas de obuses y viejas ametralladoras.
El juez en retiro fundó «Myria» en marzo del 2022 y de inmediato comenzó a reclutar entre sus antiguos compañeros de juzgados. «Los jueces estamos exentos de servir en el ejército pero todos queremos participar en la defensa de la unidad de Ucrania», puntualiza.
«Tenemos más de medio centenar de jueces en ejercicio pero somos unos 1.200 hombres. Hay desde conductores de camión, profesores, ex prisioneros de las cárceles, estudiantes..», relata el comandante de Myria.
La agrupación militar, como muchas otras, ha diversificado su cometido y, además de patrullar por las noches capitalinas para interceptar a los drones, también ha desarrollado academias para instruir a pilotos de estos aparatos no tripulados, entrena a militares en el uso de misiles antiaéreos como el Stinger y posee hasta su propia unidad de producción de torretas para instalar ametralladoras en los jeeps que usan.
Sas asegura que el 31 de diciembre del 2022 fue la primera vez que un grupo de sus acólitos consiguió derribar un Shaheed. El último hace un mes. El jefe militar muestra un vídeo donde se divisa uno de los todoterrenos disparando al cielo mientras las trazadoras surcan la noche. «¡Ahí está volando, ahí! ¡Lo veo, lo veo!», se escucha gritar antes de otro aluvión de munición que concluye con un explícito: «¡Sí, sí, lo hemos hecho!».
Durante el presente mes de mayo, Moscú ha superado al menos en tres ocasiones el triste récord que tenía en el número de drones utilizados en una sola jornada, llegando a un máximo de 355 en la madrugada del 25 al 26.
Según las estadísticas del think tank Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional (ICSI), de agosto del 2024 a marzo del presente año, Rusia lanzó contra Ucrania más de 15.000 drones del tipo Shadeed. Sólo un número ínfimo, unos 454, consiguieron alcanzar sus objetivos pero eso no evita la psicosis permanente que generan estas oleadas de AUVs a la población local.
Si en el 2024 lo habitual es que las oleadas de drones se contaran por decenas, con algunas jornadas puntuales en las que excedían el centenar, desde principios de año los casos en los que superar los dos centenares de AUV se han multiplicado.
Para el ICSI, este patrón confirma que el ritmo de producción de las factorías instaladas en Alabuga, en la república de Tataristán, está excediendo con mucho el número de aparatos que tenía previsto generar para el ejército ruso.
Según fuentes de la inteligencia ucraniana citadas por el semanario The Economist, el año pasado Moscú producía unos 300 drones Shaheed al mes, algo que ahora consigue en sólo tres días. El objetivo más inmediato de Rusia es aumentar el ritmo hasta 500 al día.
El propio presidente Volodimir Zelenski no desestimó esta semana la posibilidad de que el país sufra ataques con 1.000 drones diarios. «Pueden acumular drones durante varios días. No puedo decir que no va a ocurrir», señaló en una conversaciones con periodistas locales.
Para Sas, lo que está ocurriendo ahora mismo con Kiev y el resto del territorio ucraniano, azotado por la ofensiva aérea rusa, guarda un enorme paralelismo histórico con lo que se llamó la Batalla de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial. La Alemania nazi y la Luftwaffe (aviación) de ese país también intentaron rendir a los ingleses con repetidos bombardeos diarios.
«La población civil británica también defendió su país. No somos pioneros. Los rusos también quieren quebrar la resistencia psicológica de los ucranianos. Que tengan miedo cada noche. Pero aquí estamos», sentencia.