Usman Khalid murió hace un año y su familia lo niega: «Solo sabía de él lo que leía en la prensa»
La prensa paquistaní asegura que el general Usman Khalid, exiliado en Londres desde 1979 por motivos políticos y que falleció allí el año pasado, fue el soplón que alertó a la CIA del paradero de Bin Landen. Su familia lo niega y en declaraciones a «The Daily Telegraph» asegura que «nunca tuvo contacto alguno con Bin Laden y lo único que sabía de él era lo que leía en los periódicos».
El 2 de mayo de 2011 se produjo una de las noticias más espectaculares de lo que va de siglo. Un comando de los Navy Seals estadounidenses mataba a tiros a Bin Laden, el criminal más buscado del planeta, en la última planta de su casa de Abbottabad, en Pakistán. La operación fue seguida en directo desde la Casa Blanca por un gabinete de emergencia, con Obama y Hillary Clinton al frente. La caza de Bin Laden se vendió como un gran éxito de los servicios de inteligencia norteamericanos y hasta fue glorificada en una –excelente- película, «Zero Dark 30», de Kathryn Bigelow, que convertía a una agente de la CIA apodada «Maya» en la espía que dio con la pista definitiva, al interceptar al correo de Bin Laden.
Esa versión ha permanecido intocable durante una década, hasta que a comienzos de este mes el veterano periodista Seymour Hersh, de 78 años, publicó en un lugar inesperado, la «London Review of Books», una revista literaria y política de periodicidad quincenal, una nueva teoría que desbarataba la versión oficial y le restaba heroísmo. Según Hersh, Bin Landen era en realidad prisionero de los servicios secretos paquistaníes, el poderoso y vidrioso ISI, casi un Gobierno en la sombra en el país, que lo habrían capturado en 2006. Los saudíes también sabían que estaba en Abbottabad. El control sobre Bin Landen le servía al ISI para influir en las peligrosas zonas tribales fronterizas bajo dominio talibán. El periodista sostiene que un ex agente de la inteligencia paquistaní se presentó en la embajada estadounidense en Islamabad y dio el soplo sobre el paradero de Bin Laden, a cambio de una recompensa de 25 millones de dólares.
Según Hersh, que ha ganado un premio Pulitzer y es autor de sonadas investigaciones sobre la masacre de My Lai, en Vietnam, y sobre las torturas de Abu Ghraib, los paquistaníes fueron alertados de la operación de los Seals y les franquearon el paso por el espacio aéreo nacional. Eso explicaría, por ejemplo, el casual corte de luz que se registró en el barrio durante la operación. La teoría de Hersh vendría a aclarar la extraña situación de que el tan perseguido Bin Laden vivía en realidad muy cerca de una importante academia militar.
Usman Khalid, el general retirado al que la prensa de Paquistán llama el «súper soplón», era un hombre de bigote y pelo blancos, que falleció por un cáncer el pasado año en Londres. Tras servir 25 años en el ejército de su país, en 1979 se exilió en el Reino Unido, en protesta por la ejecución del ex presidente Ali Butto, cuya hija, Benazir Butto, fue asesinada en un extraño atentado en 2007, cuando hacía campaña electoral para volver a presidir el país.
Los medios paquistaníes sostienen que el soplón recibió 25 millones de dólares y la ciudadanía estadounidense, retiro a donde se habrían desplazado él y su familia. Su hijo, Abid Khalid, dice que «todo eso no tiene sentido, porque cuando ocurrió lo de Bin Landen mi padre estaba con cáncer en el hospital». La familia se declara muy enojada por la acusación.
El Gobierno estadounidense ha calificado la información de Seymour Hersh de «teorías sin base alguna». Pero la tapa de la marmita se ha levantado y ha comenzado un carrusel de especulaciones que pone en duda la versión oficial heroica de Obama y su Gabinete. Aunque al final, de un modo u otro, el resultado será siempre el mismo: el mundo de libró de Bin Laden, un criminal de perfil psicótico que organizó el atentado más letal de la historia.