Son datos de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), que también informó que aumentó un 111% el consumo de antidepresivos. Mientras tanto, preocupa la automedicación y la prescripción en exceso.
Trastorno de ansiedad generalizada, TOCs, ataques de pánico, depresión, trastornos de la personalidad, adicciones. El universo de las dolencias psíquicas engloba un amplísimo espectro de patologías. Y aunque la inmensa mayoría son tratables, es importante detectarlas y abordarlas a tiempo.
En las últimas semanas, en el país con más psicólogos por habitante (que llegó incluso a ganarse el rótulo de “Freudlandia”), se dio a conocer el resultado del Estudio Argentino de Epidemiología en Salud Mental. El trabajo arrojó que uno de cada tres argentinos sufrirá algún tipo de trastorno de la salud mental a lo largo de su vida y que los trastornos de la ansiedad, que alcanzan al 16% de la población, son los más frecuentes en nuestro país. El trabajo fue realizado por la Asociación de Psiquiatras Argentinos, la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Harvard y fue difundido por la publicación científica Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology.
Esta radiografía psicológica de la Argentina refleja también otros fenómenos. Uno de ellos es el incremento sostenido en el uso de psicofármacos. En ese conjunto están los antidepresivos, cuyo consumo creció un 111% en 13 años (de 2004 a 2016), según datos del Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA). También resulta notable el incremento en el mismo período del grupo farmacológico de los “antiepilépticos” (un 141%).
En ese grupo se encuentra el clonazepam, una droga popular cuya cifra de consumo llama la atención. Desde junio de 2016 a mayo de 2018, se vendieron 20 millones de unidades (cajas) del principio activo del clonazepam, de 13 laboratorios diferentes, en todas sus dosis y presentaciones.
“El clonazepam es un antiepiléptico, pero se usa más como tranquilizante, para los ataques de pánico y como inductor del sueño. Es una benzodiacepina y, como tal, tiene acción sedante y ansiolítica. A expensas del clonazepam, aumentó también el consumo de antiepilépticos, -explica Laura Raccagni, Coordinadora del Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad de la COFA-. Es importante, sin embargo, que se use por períodos breves, aunque la experiencia como farmacéutica me indica que hay gente que hace 20 años que está medicada con la misma benzodiacepina”.
Si bien, tal como señala Raccagni, el clonazepam ha probado su alta efectividad (entre otras razones, porque su efecto puede prolongarse por largos períodos de tiempo con una dosis pequeña), los riesgos de consumirlo durante mucho tiempo también deben ser tenidos en cuenta: “Uno de los efectos es la pérdida de la memoria. Si lo damos a un anciano durante un tiempo largo, esto hace que recuerde menos. Por otro lado, no debe ser abandonado repentinamente porque puede provocar síndrome de abstinencia”.
A la hora de responder por qué pudo haber crecido tanto el consumo de esta droga, el doctor Marcelo Cetkovich, jefe del Departamento de Psiquiatría de INECO (matrícula 65636), dice: “Es factible que la mayor parte de su abuso sea por el boca a boca, no hay que olvidar su eficacia para controlar la ansiedad y las preocupaciones. Tal vez el alto nivel de incertidumbre medioambiental que hay un nuestro país influye. Por otro lado, puede tener que ver el hecho que los médicos, cuando hacen la indicación en una situación puntual (ante un accidente, por ejemplo), no sean lo suficientemente enfáticos para explicar que el medicamento debe ser utilizado durante un tiempo acotado”.
En relación con los riesgos de consumir clonazepam u otro psicofármaco sin indicación y supervisión profesional, el especialista de INECO explica: “Mas allá del impacto que esto puede tener a la hora de realizar actividades que requieren toda nuestra lucidez como manejar u operar máquinas, el mayor riesgo es la adicción. Hay una adicción más leve que consiste en simplemente no poder dejar de tomar el medicamento en una dosis fija. Hay otra variante más severa, en la cual se desarrolla tolerancia y dependencia y la persona necesita subir la dosis para lograr el mismo efecto”.
Por otro lado, Cetkovich añade: “El impacto en la salud mental es, mayormente, el de retardar la consulta especializada para el diagnóstico y tratamiento de la patología subyacente al síntoma ansioso. Ya sea que se trate de alguno de los trastornos de ansiedad, depresión, trastorno bipolar o algún tipo de psicosis”.
Para Eduardo Keegan, profesor de Psicoterapia de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el abuso en el consumo de clonazepam es visible entre los pacientes que acuden a la consulta y, si bien la droga puede ser efectiva en el marco de un tratamiento, es importante que la prescripción esté a cargo de un profesional de la psiquiatría.
“Atiendo muchos trastornos de ansiedad -dice el especialista-. La mayoría de los pacientes que vienen a la consulta ya toman clonazepam. En muchos casos, se los dio un médico clínico. Si lo han tomado por un tiempo prolongado, es muy difícil de sacar, porque lo que genera muchas veces es una dependencia psicológica”.
Con respecto a las razones por las que se popularizó el uso puntual de esta droga, Keegan señala: “El clonazepam funciona en pocos minutos entonces produce un efecto que se llama refuerzo negativo. Vos removés una experiencia negativa. Y si vos tomás un analgésico y actúa en velocidad es más probable que lo vuelvas a tomar. Si se usa como parte de la estrategia del tratamiento, está perfecto. El problema es que, en manos de gente inexperta, se convierte en un factor de mantenimiento del trastorno de ansiedad porque los pacientes lo pueden tomar durante mucho tiempo”.
Con respecto a otras situaciones en las que se prescribe la droga, Keegan dice: “El problema es que se tiende a prescribir clonazepam ante cualquier dificultad de la vida. Incluso hay gente con insomnio que la está tomando”.
La ansiedad nuestra de cada día
Teniendo en cuenta los riesgos del consumo irresponsable y sin supervisión adecuada de psicofármacos, es importante también entender que los trastornos de ansiedad pueden tener un efecto devastador en la calidad de vida, y que devienen en muchos casos en patologías profundamente inhabilitantes.
Al respecto, Cetkovich observa: “Dada su alta prevalencia a nivel mundial (15% al 20%) generan un alto costo en salud pública y causan subrendimiento académico y laboral. Por otro lado son capaces de generar un alto nivel de sufrimiento personal, problemas en el funcionamiento familiar, en la pareja y en las relaciones interpersonales. Librados a su evolución, sin tratamiento, los trastornos de ansiedad se convierten en condiciones crónicas y pueden empeorar complicándose con depresión y enfermedades médicas”.
En el mismo sentido, Eduardo Keegan advierte: “Un trastorno de ansiedad es algo que, si no lo tratás, puede ser muy dañino. Los trastornos de ansiedad no son distintos de la normalidad. Son los mismos mecanismos exacerbados. Son los mismos procesos que son utilizados de una manera que da resultados disfuncionales. Por eso son tan frecuentes. Si se padece un trastorno de ansiedad severo, es probable que sea tan inhabilitante que pueda desarrollar una depresión. Y además, una persona con un episodio depresivo es probable que tenga algunos factores de ansiedad”.
Lejos de ser un motivo más para perder la calma, no está de más pasar en limpio algunas ideas: los trastornos de ansiedad y la depresión son tratables y la medicación, bien administrada y con supervisión profesional (lo debe prescribir un psiquiatra), puede servir como parte del tratamiento. Pero aquí está la clave: la pastilla no debe ser el atajo o la solución en sí misma, sino un mero componente de la estrategia para tratar lo que subyace. Esa procesión íntima y muchas veces dolorosa que siempre, inequívocamente, va por dentro.