La tensión que se vive en Ucrania se está convirtiendo rápidamente en la peor crisis entre Rusia y Occidente.
La crisis que se vive en Ucrania puede desembocar en una batalla plena entre Moscú y Kiev, y las consecuencias pueden ser terribles. Lo peor sería la incitación de una amarga guerra civil dentro de Ucrania, pero también está el riesgo de cultivar la inestabilidad en las fronteras de Europa.
Los problemas entre el presidente de Rusia y Occidente pueden tener graves ramificaciones en todo un abanico de conflictos internacionales, desde Siria hasta el destino del programa nuclear de Irán. Lo que, de alguna manera, es muy llamativo es lo predecible que está siendo el comportamiento de Rusia hasta ahora, parece recién sacado del guión de la era postsoviética.
Esto incluye una dosis de retórica política (quejas sobre las amenazas contra minorías rusas, sitios ortodoxos y demás) más una serie de amenazas de presión económica (la imposición de nuevas tasas aduaneras en la frontera entre Rusia y Ucrania) y una acción militar abierta, al menos en la región de Crimea.
Allí, instalaciones clave y edificios gubernamentales fueron tomados por militares en uniformes sin identificar; por su armamento, vehículos y comportamiento, fueron señalados como personal del servicio regular bajo órdenes de Moscú.
Después de todo lo que se ha elucubrado sobre una potencial invasión rusa de Crimea, los hechos sugieren que Rusia, en gran medida, ya tiene el control allí.
La sede de la Flota del Mar Negro en Sebastopol le da a Moscú toda la infraestructura militar que necesita para intimidar a las fuerzas locales de Ucrania, y los rusos parecen haberse reforzado con pequeños grupos de unidades especiales desplegadas a la zona en días recientes.
Conforme la Cámara Alta del Parlamento ruso dio su aprobación a un despliegue más extenso de las tropas en Ucrania, muchos expertos se preguntan si esto es realmente una opción para el presidente ruso o si es simplemente un gesto para aumentar la presión sobre el nuevo gobierno interino de Ucrania. El peligro, por supuesto, es que la retórica bélica de Moscú inflame las tensiones locales en la parte más prorrusa del Este de Ucrania.
Inevitablemente, los disturbios y la violencia le darían a las fuerzas rusas un pretexto para actuar, aunque lo más probable es que su participación desate una amarga guerra civil. El comportamiento del presidente ruso es, quizá, predecible en relación con el manejo de anteriores crisis en los aledaños de Rusia; pero, bajo otra luz, es bastante desconcertante.
Aquí hay enormes riesgos para una Rusia que, por el momento, puede estar animada por los altos precios del petróleo y el gas, pero que es muy susceptible a las fluctuaciones de los mercados energéticos. Rusia se ha restablecido como jugador diplomático en el escenario mundial, sin olvidar su papel crucial –y no exento de controversia– en el conflicto sirio.
La pregunta es vigente especialmente en el contexto ucraniano, porque si bien esto está derivando en una crisis con reminiscencias de las tensiones de la Guerra Fría, la realidad de las dificultades de Ucrania se resume en una simple verdad: el país va camino de ser un caso perdido por la mala gestión y el despilfarro del liderazgo anterior en Kiev.
Ucrania necesita un enorme apoyo financiero del exterior, que no puede llegar solo desde Rusia. Sería como una roca alrededor del cuello de la economía rusa. Cualquier solución económica debe contar también con las instituciones financieras internacionales y los gobiernos occidentales, lo que implicará algún tipo de asociación con Moscú; y ahora mismo no va a haber demasiada buena voluntad hacia el Kremlin.
Más allá de todo el ruido por parte de líderes europeos, e incluso desde Washington, por el rumbo que está tomando Rusia, hay poco que estos países puedan hacer a corto plazo, además de mostrar su descontento.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha subrayado que habrá consecuencias para Rusia si interviene militarmente en Ucrania. Pero las opciones de EE.UU. son limitadas.
Esta crisis pone en evidencia las dificultades de los dos gobiernos de Obama para formar una nueva relación con Rusia. El fracasado “reinicio” de los lazos con Moscú del primer mandato de Obama ha dado paso a un complicado esfuerzo para gestionar los conflictos en el segundo.
La decisión de Obama de no asistir a los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi fue interpretada por muchos como un gesto de desaprobación ante el creciente acoso contra los homosexuales en Rusia.
Washington y la Unión Europea quizá busquen elaborar políticas de mayor apoyo para las nuevas autoridades de Kiev. Pero el presidente ruso ha movido ficha antes para asegurar los intereses de Rusia, con la esperanza de garantizar que Moscú seguirá jugando un papel clave en el diseño del futuro político de Ucrania.