El combustible sostenible para la aviación (SAF) se convierte en la pieza clave para alcanzar la reducción de emisiones de CO2 a corto y medio plazo.
Nos encontramos a las puertas de despedir el verano, una estación en la que se intensifican los viajes en avión, una época en la que millones de personas ser embarcan hacia distintos destinos, pero cuyos desplazamientos generan una innegable huella de carbono. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la aviación representa el 2 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. El 80% de las emisiones provienen de viaje de largo radio para los que no hay una alternativa. Se prevé que el transporte aéreo aumente durante esta década, lo que incrementará aún más estas emisiones si no se hace nada por evitarlo
Por esta razón, en el centro de los esfuerzos de descarbonización del sector se encuentra el combustible sostenible para la aviación (SAF), que es fundamental para ayudar a rediseñar el camino de la industria hacia la reducción de emisiones a corto y medio plazo. El SAF puede reducir hasta un 90 % las emisiones de CO2 respecto al consumo de queroseno convencional (teniendo en cuenta todo su ciclo de vida, desde su producción hasta su consumo) y, además, en el caso de los biocombustibles de segunda generación, ya que se produce a partir de residuos que, de otro modo, acabarían en vertederos. El SAF actual se presenta como una alternativa al combustible de aviación tradicional. La importancia de estas innovaciones nunca ha sido tan determinante.
Objetivo 2050
Tanto es así, que la Unión Europea se ha marcado como uno de sus objetivos para luchar contra el cambio climático impulsar la oferta y la demanda de SAF, hasta alcanzar en 2050 una cuota de consumo del 70 %.
Objetivos claros, que impulsan a distintas compañías como Cepsa a avanzar para impulsar un sector de la aviación libre de emisiones de CO2. En este contexto, la colaboración y la búsqueda de sinergias entre los actores del sector aéreo se convierte en algo determinante. Así lo demuestra el hecho de que Iberia Mantenimiento utilizará a lo largo del año un 5 % del SAF que produce Cepsa en su banco de pruebas de motores situado en las inmediaciones del aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Con ello se evitará la emisión de 115 toneladas de CO2 al año y permitirá a la aerolínea seguir avanzando en su camino hacia la descarbonización. Los bancos de pruebas de motores son instalaciones diseñadas de forma específica para evaluar y validar el rendimiento, la eficiencia y la fiabilidad de los motores de los aviones antes de ser instalados tras su revisión y reparación, en el caso de que fuese necesaria.
Iberia Mantenimiento se convierte así en el primer proveedor de mantenimiento aeronáutico español en utilizar este biocombustible de forma continuada, que Cepsa producirá a partir de residuos orgánicos y aceites usados de cocina en su Parque Energético La Rábida.
Con la estrategia 2030 ‘Positive Motion’, Cepsa tiene el objetivo de liderar la producción de SAF en España y Portugal, con una capacidad de producción anual de 800.000 toneladas en 2030, una cantidad de combustible sostenible suficiente como para sobrevolar 2.000 veces el planeta. Además, ha iniciado la construcción de la mayor planta de biocombustibles 2G del sur de Europa en Palos de la Frontera, Huelva, con una inversión de 1.200 millones de euros. Esta planta, que estará operativa en 2026, contará con una capacidad de producción flexible de 500.000 toneladas de SAF y diésel renovable.
Hoy en día, Cepsa ya comercializa SAF en cinco de los principales aeropuertos españoles, incluyendo Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Sevilla y Málaga, lo que representa un 61 % del tráfico aéreo del país.