Los suburbios de las grandes ciudades son un hervidero de violencia y desempleo que amenaza con volver a desbordarse como en el estallido de 2005.
La «banlieu», los suburbios de París y las grandes ciudades de Francia, se han convertido en un «concentrado» explosivo y canceroso de todas las crisis nacionales: multiculturalismo, enfrentamientos étnicos, paro, desintegración social y pobreza «enquistadas» en zonas urbanas donde el Estado y sus representantes son denostados y recibidos a pedradas, escupitajos y tiros.
Hace meses, Manuel Valls, primer ministro, anunció a bombo y platillo una visita «excepcional» a Marsella, para lanzar un enésimo programa de lucha contra la violencia urbana. Fue «recibido» con ráfagas Kaláshnikov. Los autores de los tiroteos nunca fueron detenidos. Marsella se convirtió hace tiempo en una de las encrucijadas del tráfico de armas suburbano, donde es posible comprar el legendario fusil de asalto de la difunta URSS a precios relativamente «asequibles», entre los 2.000 y los 4.000 euros.
Hace días, François Hollande, presidente de la República, hizo una visita electoral a un suburbio parisino, La Courneuve. Policía y fuerzas anti disturbios tuvieron que intervenir «expeditivamente» para evitar un giro alarmante del paseo presidencial.
El otoño / invierno de 2005, el presidente Jacques Chirac y su ministro del Interior de la época, Nicolas Sarkozy, se vieron forzados a recurrir al Ejército para pacificar el más grave de los estallidos de violencia suburbana de la V República. Diez años después, el diario conservador Le Figaro abre su primera página del lunes día 26 con este titular, a toda página, en su portada: «Crece el cáncer en los suburbios». Le Monde ha consagrado doce páginas a un reportaje fotográfico sobre el estado de degradación de unos suburbios habitados mayoritariamente por inmigrantes y franceses de raza negra.
Christophe Guilluy, demógrafo especializado en los suburbios franceses, comenta: «Lo que caracteriza sociológicamente a los suburbios es su condición de “receptáculo” de los más diversos flujos migratorios, convirtiendo las zonas urbanas sensibles en sociedades invertebradas y multiculturales, donde se superponen todas las crisis francesas, económicas, sociales, culturales».
Andrew Hussey, especialista inglés en historia cultural, agrega: «Simplificando, pudiera decirse que Francia vive varias crisis de identidad. Una suerte de divisiones culturales muy profundas, que atizan nuevas formas de violencia». Esos estallidos de violencia toman formas muy diversas. En los barrios del norte de Marsella se suceden los ajustes de cuentas entre bandas criminales a un ritmo vertiginoso. En 2014 se produjeron catorce matanzas entre bandas rivales. Durante los nueve primeros meses de 2015 se han producido diez, con una veintena de muertos.
En los suburbios de la periferia de Lyon son frecuentes los casos de violencias relacionadas con las tensiones raciales y el tráfico de drogas.
Islam revolucionario
En los suburbios de la periferia de París, el islam revolucionario comienza a tomar una inquietante forma organizada. Hace diez años, los imanes de los suburbios de París colaboraron con el ministerio del Interior, publicando comunicados y pidiendo el fin de la violencia durante sus sermones de los viernes. Diez años más tarde, los imanes se están viendo desbordados por una generación de musulmanes franceses nacidos y crecidos en los suburbios, seducidos en la cárcel por el Islam radical y yihadista. Entre 500 y 600 jóvenes franceses, nacidos y crecidos en los suburbios, son hoy militantes y «soldados» del Ejército Islámico.
Uno o dos bombardeos recientes del arma aérea francesa, contra las posiciones de Estado Islámico (EI), en Siria, tenían por objetivo la eliminación física, el asesinato selectivo, de varios franceses nacidos en los suburbios de la periferia de París. Esos bombardeos recuerdan, si fuese necesario, que las 780 zonas urbanas sensibles, en toda Francia, se han convertido en un nuevo «frente» de lucha y de crisis nacional, donde se superponen otros conflictos igualmente sensibles y dramáticos: tensiones étnicas entre franceses e inmigrantes de muy distinta raza, cultura y religión; tensiones sociales «clásicas», consecuencia palmaria de la crisis global de un modelo francés que lleva décadas sin ser capaz de «integrar» unos suburbios que cambian sin cesar sin llegar a «vertebrarse» nunca.