El caso del jardín maternal Tribilín sigue en boca de todos. Sin embargo, todavía nadie se ha hecho responsable de que una institución haya funcionado durante 17 años sin estar habilitada como centro educativo. Mientras tanto, los profesionales empiezan a recomendar estrategias para detectar este tipo de situaciones, a través de los niños.
Después de la salida a la luz de las grabaciones de Yanina, Noelia y Noemí, la maestras del jardín de San Isidro, se empezaron a conocer numerosos datos. Por ejemplo, se supo que la institución funcionó 17 años sin contar con la debida habilitación para desempeñarse como centro educativo.
Hasta hoy, nadie se hizo cargo de lo sucedido, sólo se deslindan responsabilidades y se señala hacia otro lado.
El hecho violento se constató cuando un matrimonio que enviaba a su hija de dos años a ése jardín, decidió cambiar de institución porque la niña estaba “poco estimulada” y tenía repentinos cambios de humor.
En una reunión de padres, supieron por una docente que había trabajado en Tribilín, que allí maltrataban física y psicológicamente a los niños. Diego, el padre de la nena, decidió llevar a su hija una vez más al jardín, pero con un grabador en la mochila para registrar lo que pasaba en el aula. Cuando dio “play” empezó la pesadilla: se encontró con cuatro horas y media de insultos y agresiones. Un día después, Diego decidió repartir una planilla con los diálogos más fuertes y el link donde se podía escuchar el audio completo. Todos en el jardín supieron de la falta de habilitación cuando denunciaron lo que sucedía puertas adentro.
Inmediatamente después, aparecieron cruces entre la Municipalidad de San Isidro y la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. “Hasta el año ’96 funcionaba con una habilitación que cesó ese mismo año. A partir de allí, si el establecimiento buscó otro tipo de habilitación, no lo sé”, justificó Nora De Lucía, directora general de Cultura y Educación provincial. Después aclaró: “más allá de las responsabilidades, somos un gobierno que se ocupa. Nos presentamos ante la fiscalía de turno de San Isidro, impulsando la investigación para ver si se habían vulnerado los derechos de los niños y qué oferta educativa hacía este establecimiento. Y digo así porque no estaba habilitado”.
Para el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, el argumento es que “la ley prohíbe que el Municipio intervenga en un establecimiento educativo, por eso hicimos la presentación ante la Justicia, que actuó inmediatamente. Sólo el Ministerio de Educación de la Provincia puede ingresar a un establecimiento educativo, pero no puede estar en todos los rincones del distrito”.
Santiago Cafiero, concejal del mismo municipio por el Frente para la Victoria, y padrino de una beba de 8 meses que iba al mismo jardín, aseguró que “en el ’96, una disposición de la Dirección General de Escuelas dio de baja la habilitación. Hubo un cambio de dueños y los nuevos se acercaron al Municipio para hacer los trámites. Obtuvieron una autorización provisoria de uso comercial y con eso funcionó hasta ahora. Ni ellos presentaron más nada ni el Municipio se los requirió”. También destacó la situación de control que nunca existió: “San Isidro tiene un enorme cuerpo de inspectores, ¿cómo es posible que nunca fueran a Tribilín? Aquí empezás una obra en el baño de tu casa y a los dos días, un inspector te toca el timbre. Por eso, la suspicacia que genera esta situación es enorme”.
El edil también aseguró que hay varios responsables en este caso: “estoy enojado con la dirigencia política del distrito, pero esto nos interpela a todos. A las maestras, que pasaron por el jardín y se fueron sin denunciar. A los vecinos, que veían o escuchaban pero no decían nada. A los padres, que sacaron a sus niños y callaron. Es el ‘no te metás’, esa mierda que nosmetieron en la cabeza”.
Hay, al menos, cuatro cuestiones fundamentales que explican la situación: indiferencia, encubrimiento, engaño y desinterés. La indiferencia fue de los vecinos, que escuchaban los gritos de las maestras y llantos de los niños pero jamás dijeron nada. El encubrimiento de la maestra que recibió a la hija de Diego en el nuevo jardín sabiendo cómo se maltrataba a las criaturas en Tribilín, pero nunca presentó una denuncia formal. El engaño de la institución, que funcionó sin ninguna habilitación. Y el desinterés del Municipio de San Isidro y la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense, que nunca controlaron como deben.
La Justicia caratuló la causa como “amenazas y lesiones” y el fiscal a cargo, Franco Servidio, fijó fecha para las primeras pericias psicológicas a los niños para el 15 de febrero. Se evaluará si padecen algún trauma o secuela de lo vivido.
Tribilín no es el primer jardín maternal denunciado por maltrato. Una de las madres que envía a sus hijos allí denunció en un blog de Infonews que “como madre primeriza, me hicieron creer que el berrinche era lo más normal y que mi hija me estaba midiendo. Me convencieron de que no la escuchara”.
La pediatra y psiconalista Felisa L. de Widder advirtió que “los padres debemos escuchar las demandas de los hijos en lugar de negarlas o relativizarlas. Hay ciertas expresiones de los niños que los padres observadores pueden detectar, como signos de maltrato o abuso. Cuando tienen manifestaciones no habituales en su modo de ser y que aparecen fuera de un contexto esperable, hay que prestar atención. Pueden aparecer síntomas tanto en su conducta como en su cuerpo, es decir, alteraciones de funciones fisiológicas”. Como ejemplo, indicó que esos signos pueden ser “insomnio, inapetencia, vómitos, negativismo, pérdida del control esfinteriano ya adquirido, dolores de cabeza, lloriqueo, berrinches, agresividad, miedos exagerados, entre otros. En otras ocasiones se cubren la cabeza, como mostrando miedo a los golpes, o tienen comportamientos agresivos y suelen maltratar, como un modo de descargar la angustia haciendo a otros lo que ellos padecen”.
Sobre cómo elegir un buen colegio, la psicóloga Antonella Dinardi explicó que “los padres deben indagar cómo se maneja la rutina diaria: cómo son presentados los momentos de almuerzo, higiene y cambiado de pañales; cómo responden las maestras ante diversas emergencias; cuántas personas están a cargo de los chicos y cuántos niños conforman la sala. Luego, es recomendable que asistan a las reuniones de padres, a las clases abiertas y que mantengan contacto con otros padres”.
En ese mismo sentido, la licenciada en Ciencias de la Educación Sabrina Rujinsky aceptó que “la elección no es sencilla. Visitar la escuela y corroborar que se encuentra inscrita en la Dirección General de Educación de Gestión Privada (DGEGP) puede ser una buena manera de empezar. Tener permanente contacto con los docentes, ya sea por medio del cuaderno de comunicaciones o entrevistas, permite tener más tranquilidad; y luego, estar atentos al comportamiento de los chicos. Los cambios de humor y el llanto son tips que indican que algo está pasando. Pueden ser producto del crecimiento, como el ‘llanto del octavo mes’. Pero hay que ir al jardín, hablar con los docentes y evaluar qué observan ellos. En los colegios suele haber gabinetes conformados por psicólogos y/o psicopedagogos; recurrir a ellos es una buena opción, ya que tienen la oportunidad de acceder a la sala cuando los niños están en el jardín”.
También comentó que los niños dicen qué les pasa a tráves del juego o los dibujos: “algunos signos de alarma son modificaciones relacionadas con el despliegue lúdico. Además, hay que prestar atención a los cambios de conducta, a alteraciones en el sueño y a la alimentación, el miedo a los adultos y el retraimiento, entre otros aspectos. Sin embargo, es necesario evaluar cada caso de forma individual. Es recomendable consultar a un especialista ante la aparición de estos síntomas y precisar en qué caso se vincula con una situación de malestar por factores inherentes al ámbito escolar”.
No es fácil elegir una institución a la cual confiarle a los niños. Menos fácil es cuando las autoridades juegan al “Don Pirulero” a la hora de asumir las responsabilidades en casos de este tenor.