El músico uruguayo Jorge Drexler es el creador de las “canciones líquidas”, en las que el oyente es quien determina el resultado final de las composiciones.
Se trata de canciones líquidas, moldeables por la acción de los oyentes. Recientemente, fueron insertadas en una aplicación musical y presentadas mediante una laboriosa interfaz. Con la ayuda de un equipo técnico de expertos, el músico uruguayo elaboró su nuevo proyecto, “N”, donde el oyente es quien determina parte del resultado final de la canción. De N1 (Habitación 316), la primera de las tres canciones que forman el proyecto, se pueden crear hasta 10.000 millones de versiones diferentes.
“La escritura de este trabajo se hizo de una manera que yo no había hecho nunca, con un grado de complejidad muy alto. Empecé a ver que los versos tuvieran sentido sintáctico, con un nivel de abstracción poética pero con sentido sintáctico. Poco a poco, vas conociendo que son dos desconocidos en la Habitación 316 y vas obteniendo fragmentos de lo que pasó. Fue inventar una manera de escribir. Llevo 25 años escribiendo, pero esto fue totalmente novedoso. La última fase son 100 versos que se deben combinar. Ahí si paré dos o tres veces, pensé que no se podía hacer, volví a intentarlo, me atranqué. Un día agarré viaje y siguió, siguió y terminó. Y después, desde hace año y medio sigo haciendo adaptaciones”, señaló el músico.
“Habitación 316 es una manera de contar las infinitas versiones que tiene una misma historia. Se parece mucho a cómo funciona la memoria. Por eso me interesaba hacer esto, una canción que tenga resultados casi infinitos”, explicó.
El ganador del Oscar también comentó cómo surgió la idea de este proyecto. “Unos amigos, en una charla informal en agosto del año pasado, me propusieron hacer algo con mis canciones y con una aplicación. Recién había salido el disco de Bjork y pensé que era un buen formato. En el caso de Bjork, eran canciones tradicionales que ya tenía escritas mucho antes. Las canciones no las puedes tocar, están fijas. Twitter para mí es como un laboratorio de poesía. La gente a la que yo sigo es gente que experimenta con formas poéticas, con palíndromos, con epigramas, con cuartetas, con verso, con rima, sin rima, con simetrías dentro de las palabras. Y venía de experimentar con un género que se llama ‘sextina’, que son 39 versos donde cambian el orden de las últimas palabras. Entonces tenía justo eso en la cabeza y pensé ‘vamos a hacer canciones combinatorias’. Porque por primera vez tenemos una forma dinámica, líquida, que permite que las canciones cambien todo el tiempo”.